Al terninar el segundo tomo de Millenium no tenía ganas de proseguir con la lectura. De tanto sobresalto, el corazón y la mente exigían remanso. No soy un lector mecánico en expresión de la novelista Edith Wharton. Pronto abandoné la idea. Después de una breve visita a mi madre por sus lúcidos 99 años, me zambullí en las 854 páginas de Millenium 3 con el recuerdo de la ciudad en la que viví. Son tantas las veces que sale que su nombre no constituye lo primordial, ya que es aquí en donde se desarrollan las aciciones capitales.
Me mantengo en lo que escribí anteriormente, que con el primer tomo hubiera bastado; la lentitud de las descripciones se hacen pesadas, solo te pemanece en vilo el qué les esperan a los personajes primordiales. Tanto interrogatorio inane solo conduce a la pérdida de ese estilo brillante con que nos deleitó con la primera parte.
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