Ed. El sí de las niñas
Leandro Fernández de Moratín fue un hombre culto que escribió prosa, poesía y, sobre todo, teatro. El sí de las niñas es la obra más conocida en la que plantea los matrimonios de conveniencia.
Con esta comedia, el autor pretende educar, y aprovecha para criticar el comportamiento de las familias que actúan solo por interés, pero también a los jóvenes que aceptan casarse por la condición económica.
Ed. Cuentos de Pérez Galdós
Los periódicos y las revistas literarias fueron el soporte primordial de los cuentos en el siglo XIX. Galdós no fue ajeno a ello dada su doble condición de periodista y escritor. Fue costumbre publicar cuentos sueltos en la prensa, aunque después se imprimían varios en libro.
El público lector requería no sólo información sino también huida de la realidad, quería-en expresión galdosiana- «saborear de una sentada las emociones del cuento». Pérez Galdós publica su primer cuento en 1865 que tiene como sustrato la brevedad, intensidad y el lirismo, claves para su publicación en los periódicos.
Ed. Santa Juana de Castilla
Hay piezas literarias excepcionales que permanecen en el arca a la espera de que alguien las desempolve. Eso es lo que he pretendido realizar con esta primera edición de «el más grande» después de Miguel de Cervantes. El texto Santa Juana de Castilla de Pérez Galdós ha quedado en tierra de nadie para los estudiosos; pero si no queremos ser injustos “desde la verdad”, en expresión poética, su voz teatral es imprescindible en la primera mitad del siglo XX.
No podemos recurrir al término obra del pasado; en algún aspecto lo sería, pero, también gravita sobre el tiempo presente. Pérez Galdós no distorsiona la realidad, la trasciende. Lo primordial en el arte es la verdad, no la realidad que aflora; alcanzar la realidad absoluta es imposible; lo fundamental es que alguien sea capaz de decir la verdad.
Esta obra vivificadora se alza como un oasis de otras componendas históricas que no pueden sostenerse por mucho que nos lo repitan, una y otra vez. El inmenso vacío con que se ha tratado al personaje histórico revive en lo literario. La necesaria ósmosis entre drama y realidad cobra todo su valor si entendemos el teatro como vida, como pensamiento que se alza en las tablas.
El Galdós dramaturgo no es como la rosa que cumple años, la hace florecer en el drama sin que pierda su fragancia; no tiene caducidad. Es el teatro de texto, el gusto por la palabra, el que nos inquieta. Pérez Galdós no es de esos que caricaturizaba Vélez de Guevara en El Diablo Cojuelo que pretendían escribir muchas obras teatrales para proporcionarles dinero. Los antigaldosianos pierden siempre ante la defensa de la tolerancia del escritor y de la luz con que nos impregna su pensamiento.
Pérez Galdós, en el prólogo al libro Vieja España, nos recuerda: «No hay drama más intenso que el lento agonizar de aquella infeliz viuda, cuya psicología es un profundo y tentador enigma». Este idea fue el sustrato de la obra dramática diez años después. Pero, en la obra galdosiana sobresale la tríada en la que las personas debemos crecer y ser espejo: libertad, amor y santidad.
Con La Fontana de Oro y El audaz, sus primeras novelas-que denomino tratamiento histórico-, siembra los fundamentos de su técnica novelesca posterior que le conducirán a los Episodios Nacionales-otro momento de la historia novelesca- y a las novelas contemporáneas en sus distintas vertiendes aunque bien ensambladas: realismo, naturalismo, interiorización individual de los personajes, espiritualismo, sueño de la realidad.
Galdós en Misericordia desciende, con afán de conocimiento, a las capas más ínfimas de la sociedad. Descubre la huella imborrable de seres que pululan sin esperanza, pero poseídos de la característica primordial de ser persona.
¿Cómo es posible asistir ante tanta ingratitud? ¿Por qué tanta miseria? Preguntas repletas de sabor caritativo-pero no olvidemos que Galdós exige justicia-. La figura de Galdós se agiganta al aunarse su carácter intelectual, su humanidad, su idelogía y sus creencias. Con estas formas baja a los fondos últimos de la vida para buscar la verdad, para indagar los porqués de tantas sinrazones.