Novela

Una forma nueva de narrar: Oído atento a los pájaros

Otra forma de relato: Oído atento a los pájaros[1]

Félix Rebollo Sánchez

El novelista Luis Goytisolo publicó en el diario El País el 30 de enero de 2016, en el suplemento Babelia, un artículo titulado “La narrativa en sus transformaciones” en el que venía a decir que la novela española atravesaba un buen momento: “tal vez la que mejor aguanta los embates de los nuevos tiempos”. Se basaba, sobre todo, en el impulso de Marta Sanz y Rafael Chirbes; incluso se atrevía a escribir que “hablar de muerte de la novela no tiene otro valor que el de una metáfora”.

No sé si su última novela entraría dentro de esos parámetros; son los lectores los principales actores para corroborarlo; la crítica hay que marginarla si queremos abordarla en todo su esplendor o que vaya al corral, pero advierto que mi lectura siempre será sesgada por el concepto que tengo de algunos novelistas en el que se encuentra Luis Goytisolo por haber escrito la monumental Antagonía o Estatuas con paloma en las que caes rendido ante un lenguaje tan envolvente que descifra una identidad nítida en la que no cabe la huida. Por eso, no quiero que se lea lo último del novelista por lo que yo pueda verter en estas líneas, no sea que ocurra lo que a un crítico famoso, que después de su comentario elogioso de Cinco esquinas, dos lectoras, una vez leída, pedían “les devuelva el dinero que se gastaron en él” (Babelia, 12-03-2016, pág. 19).

Con una idea preconcebida, me acerqué a Oído atento a los pájaros en el que esperaba que la palabra siempre estuviera ajustada al relato por lo que la prosa poética destellaría, más allá de lo estructural. Salvo algunas pocas palabras barriobajeras que se podían haber evitado y no vale decir que el personaje, o el momento, lo requería, hallé lo que esperaba estilísticamente, esa forma desnuda con que adorna el novelista su forma de narrar.

La novela termina con la frase “sin saber por qué”. No llegué a comprenderlo enteramente, en esta primera lectura; pero esto poco importa ante unos hechos en el que se hermanan creación artística y vida; ficción y realidad, verdad-fábula, pasado-presente, tal vez también hechos autobiográficos- como la muerte de su madre (en la novela Lola) por un coche bomba cuando apenas tenía nueve años- ante unas Memorias o Confesiones en ese espacio mítico de nombre Miralrío en el que la memoria histórica revolotea, si bien en la obra de un pintor de éxito, una forma de reinterpretar los cuadros.

Un cadáver en una cuneta- y no precisamente como hecho luctuoso de la guerra- y quizá tantos secretos que encierra hacen que en las diez secuencias de que consta- y cada una dividida en seis textos, bien aunados- la novela nos acerquemos a la devastación de nuestra guerra fratricida sin que falten temas tan candentes como el sexo, la bisexualidad, la homosexualidad masculina y femenina propios de todos los tiempos pero en efervescencia en el siglo XXI.

Perspectivas múltiples hacen que el relato sea más verosímil, pero hay que estar muy atentos en la simetría con que lo envuelve, quizá atípico, hoy, pero que cobra asiduidad en la trayectoria de Luis Goytisolo.

[1] Goytisolo, L., Oído atento a los pájaros. Madrid, Siruela, 2016

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Un joven poeta que no escribe del amor humano

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Un joven poeta que no escribe del amor humano
Félix Rebollo Sánchez
Me ha extrañado que un joven poeta-con vocación docente y lejos de todo convencionalismo- no se haya introducido por ese sentimentalismo que nos pertenece; las personas estamos hechas de hondura sentimental; si nos falta, la naturaleza es injusta porque la palabra poética esmaltada de algo que nos es inherente debe prevalecer, aunque solo sea como brizna.
Alberto Guirao está en la encrucijada, al menos para mí, de la savia a la que me refiero con el título. ¿Puedo adelantar que de dos libros que he leído-Cuatro años que le pasaron a otro y Ascensores– no derrocha vitalismo, y, sin embargo, construye una poesía muy rica, pero no solo como ejercicio de hospitalidad, va más allá, aunque no hallemos sentimientos de verdad vital? El poeta se pregunta: “¿En qué color el amor? ¿Por qué tanto hablar de lo mismo? ¿Acaso existen más preguntas?” (Cuatro años que le pasaron a otro pág.34). Sin más, claudica (es el verbo al que recurre).
La creación poética proyecta un yo que el lector recoge y hace suya, la amasa y la convierte en sabiduría; esto es lo que pretende A. Guirao: ahondar en la palabra para que al lector se le ilumine su conciencia de ser. Este es su logro.

Poesía

Un velero bergantín

Un velero bergantín[1]

Félix Rebollo Sánchez

Fui leyendo este ensayo hermoso, a salto de mata, en el metro, en el tren y en la calle porque son como pinceladas que nos atesoran ideas y estas nos conducen al pensamiento. ¡Qué bien que se recuerde a los que nos dedicamos a “leer, escribir y enseñar literatura…, todavía”! (pág. 150). En realidad, estamos ante la defensa de lo que nos hace libres, a lo que nos vivifica, a la necesidad comunicativa, al encuentro del otro.

Con este libro se nos insta a cuán importante es que hallemos lo estético en el texto literario y defenderlo como un instrumento primordial para nuestra formación en un radio de acción múltiple. Ya sé que comprender esto es difícil hoy en que el desperdicio-llamado, también, basura- asoma, incluso, en los medios de comunicación cuando deberían ser alfareros de la educación, del saber.

El aprendizaje no solo tiene que cimentarse en las aulas-tan fundamental- sino también en todo lo que nos purifica, en el entorno en que vivimos. Acertadas palabras se nos muestran en la contraportada: “Este ensayo es una reivindicación de la experiencia literaria y de la enseñanza de la literatura”, precisamente, ahora, cuando el hecho literario está lejos de la formación integral de las personas, y vamos a menos. Por eso, con tino se nos resalta que “El saber es la única riqueza que podemos transmitir, dar a los demás, sin empobrecernos” (pág. 146).

Y ya como lector del poeta del ensayo, me ha llamado la atención el que una amiga le recriminase el último verso del poema “Mujeres” del libro Habitaciones separadas, “que la vida te trate dignamente” (pág.136). Ante este hecho, García Montero quiso cambiarlo por “que la vida nos trate dignamente” (pág.142), pero, al final, desistió; hizo bien en no hacerlo, hubiera perdido todo su encanto, toda su fragancia, ritmo.

La última parte del libro es un decálogo poético que te conmueve, te seduce, te insta a la meditación, a buscar la palabra exacta, a la perfección; la suma del arte de escribir y leer.

[1] García Montero, L., Un velero bergantín. Madrid, Visor Literario, 2015