Un velero bergantín[1]
Félix Rebollo Sánchez
Fui leyendo este ensayo hermoso, a salto de mata, en el metro, en el tren y en la calle porque son como pinceladas que nos atesoran ideas y estas nos conducen al pensamiento. ¡Qué bien que se recuerde a los que nos dedicamos a “leer, escribir y enseñar literatura…, todavía”! (pág. 150). En realidad, estamos ante la defensa de lo que nos hace libres, a lo que nos vivifica, a la necesidad comunicativa, al encuentro del otro.
Con este libro se nos insta a cuán importante es que hallemos lo estético en el texto literario y defenderlo como un instrumento primordial para nuestra formación en un radio de acción múltiple. Ya sé que comprender esto es difícil hoy en que el desperdicio-llamado, también, basura- asoma, incluso, en los medios de comunicación cuando deberían ser alfareros de la educación, del saber.
El aprendizaje no solo tiene que cimentarse en las aulas-tan fundamental- sino también en todo lo que nos purifica, en el entorno en que vivimos. Acertadas palabras se nos muestran en la contraportada: “Este ensayo es una reivindicación de la experiencia literaria y de la enseñanza de la literatura”, precisamente, ahora, cuando el hecho literario está lejos de la formación integral de las personas, y vamos a menos. Por eso, con tino se nos resalta que “El saber es la única riqueza que podemos transmitir, dar a los demás, sin empobrecernos” (pág. 146).
Y ya como lector del poeta del ensayo, me ha llamado la atención el que una amiga le recriminase el último verso del poema “Mujeres” del libro Habitaciones separadas, “que la vida te trate dignamente” (pág.136). Ante este hecho, García Montero quiso cambiarlo por “que la vida nos trate dignamente” (pág.142), pero, al final, desistió; hizo bien en no hacerlo, hubiera perdido todo su encanto, toda su fragancia, ritmo.
La última parte del libro es un decálogo poético que te conmueve, te seduce, te insta a la meditación, a buscar la palabra exacta, a la perfección; la suma del arte de escribir y leer.
[1] García Montero, L., Un velero bergantín. Madrid, Visor Literario, 2015
Maestro Rebollo, nuevamente desde Mar del Plata, en la Argentina, mis felicitaciones. Esta vez, por el comentario y las atinadísimas citas del libro de ensayos del que, a la vez, tomé conocimiento por usted. No invento pólvora alguna, pero quiero seguir resaltando aquí (ya lo hice en otros medios, y por supuesto con estudiantes, colegas y amigos) la calidad literaria, académica y, ante todo, personal de García Montero, quien visitó mi ciudad. Un texto como el de él no puede sino surgir de una persona atenta, cordial y generosa, capaz de —como lo hizo con un desconocido, en mi caso— llevar a España una carta personal a un amigo (también poeta) en común. Ese gesto, en medio del torbellino de gente que lo abordaba, lo pinta de cuerpo y letra entera. Y ya que dije esta palabra, nunca olvidemos la formidable letra de canción «Nube negra», por sí misma y porque fue la que sacó de un pozo depresivo a uno de sus mejores amigos, Joaquín Sabina, quien la incluyó en su álbum «Alivio de luto». Este nuevo velero de LGM (que, dicho sea y no de paso, me huelo que no sólo cita a Espronceda sino que también es otro guiño a Sabina, que a su vez cita la «Canción del pirata» en su tema «La del pirata cojo», versión en vivo) no merece estar dentro de una botella sino que esta noche una se descorche en su honor. Mis saludos.
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