Como siempre, la poesía como ungüento salvífico para los avatares de la vida. Esto es lo primordial que hallamos una vez leída. La vuelta a la poesía como bálsamo revitalizador en tiempos convulsos, y si es clásica mejor. Ahora, después de tanto tiempo reconforta adentrarse en la poesía de Diego de San Pedro.

Su extensa obra lírica le hace merecedor a que volvamos a vivir sus pautas de un siglo tantas veces repetido en la literatura española. Su argumentación poética, como apunta el editor, estriba en «la interpretación del texto y el público al que va destinado», pág.15. Esta es la base primordial, la premisa de una certera lectura. Se parte de una poesía narrativa piadosa y de una reflexión moral por otra; ambas necesarias para construir su árbol poético.
Cuatro apartados configuran el libro: Poesías mayores, poesías menores, poemas de dudosa atribución, poemas, letras y canción en el Tractado de amores de Arnalte y Lucenda. La passión probada con casi dos mil quinientos versos es el poema más extenso en el que se detalla «todo el proceso que va desde la profecía del ángel y la traición de Judas hasta el martirio, crucifixión y muerte de Jesucristo». La descripción y el diálogo son notas distintivas, así como la mezcla de comparación (» Y teniendo peligrar / aquel que en la mar entró, / su proprio offficio es llamar / a los sanos y rogar / le buelvan donde partió»)… , la reprensión a los poetas («Los pasados trobadores, / para sus obras perfetas, / ciegos de tales errores / demandavan les favores / a las scientias y planetas…), el autor y el texto («Y por el camino yendo / a sus disciplos hablaba, / doble pena pasdeciendo, la suya y dellos sintiendo, / y muchos los consolava….»), autor ( «Siente agora peccador /, lo que su alma sentía / de aquel Dios tu Salvador / cuando tan fuerte sudor / todo su cuerpo cubría) o texto («Cuando ya Nuestro Dios vido / que su muerte se acercava, / y vio al desconocisdo / en grand bollicio metido, / y que nunca sosegava,…»).
Resaltemos algunas delicias del poema que nos conmueven por su atrevido estilo directo o dialogal; por ejemplo el autor contra Judas : «Dí, traidor, qué te movió / a hazer tan grand error; / cuál diablo te engañó, / quién jamás nunca pensó / de vender a su Señor. / Devieras ser refrenado / de yerro tan conoscido, / por perder de ser llamado / el más traidor y malvado / que en el mundo fue nascido»). O la estrofa 134: «Pilatos les respondió / y dixo de esta manera /¿´Pues dete, qué haré yo´?/ Luego el pueblo le tornó / respuesta diciendo: ´Muera´/ Dixo Pilatos: ´¿Por qué tengo este hombre de matar, / que malhechor nunca fue? / Nunca causa en él hallaré / para tal sentencia dar´.
La última estrofa es bien significativa: «Desta manera acabaron / las penas del Rey Eterno, las cuales nos remediaron / y quitaron y libraron / del tormento del infierno. / Contemplemos y pensemos / en su Passión gloriosa; / sospiremos y lloremos, / penemos por que gozemos / de ver su pena gloriosa». El ruego de la devota monja lo cumplió con demasía.
Desprecio de la Fortuna dedicado al conde de Urueña; acompaña un breve prólogo para ser mejor entendido y por qué lo realiza («…, pensé hazer esta pequeñuela obra y llamela Desprecio de la Fortuna, donde prueva por notorias razones que havía de servir, aunque la dexamos mandar, y enderecela a Vuestra Señoría porque según dixe ya otra vez en una escriptura mía, para que toda materia sea agradablemente oída, conviene que el razonamiento del que dize sea conforme a la condición del que oye», pág.200.
Tal vez escribiera este poema al final de su vida («Mi seso lleno de canas, / de mi consejo engañado») para recopilar sus escritos que fueron gloria y ahora ante el final se percibe un cierto arrepentimiento, pues ya pasó su vanidad ( » Aquella Cárcel de Amor…». » Y los yerros que ponía /en un Sermón que escriví…». «Y aquella copla y canción / que tú mi seso, ordenavas…». Son las cuatro primeras estrofas de las cuarenta y una-cuatrocientos diez versos-. Luego viene la invocación ( de la cinco a la treinta y siete estrofas). El primer verso marca el desarrollo posterior («Mas, tú, Señor eternal, / me sey consuelo y abrigo / con tu perdón general, / que sin gracia divinal, / no sabré lo que me digo»…). Pide ser absuelto «en lo passado» y ayuda «en lo presente». Para a continuación hablar de la Fortuna frente a la razón ( «tan señora la Fortuna / y tan sierva la Razón»; la genuflexión ante la Fortuna («visto el daño que hay en ella / no será por fuerza della / sino por flaqueza nuestra»), o la ya famosa Rueda («Y por esto no se vieda / mire bien quien no miró, / que del bien y mal que rueda /solamente dello queda / el contar cómo passó. / Todo has de perescer, / lo peor y lo mejor, / el ganar con el perder, / con el pesar el plazer, / con el morir el dolor»). Y la última, como resumen («Pues tú, Fortuna temida, / mirando lo que es oído, / con sentencia conocida / yo pienso que estás corrida / y tú que estó yo corrido. / Mas sin temer tu grandeza, / ni tus bienes, ni tu ira, / ni tu mal, ni tu franqueza, / si burlas de mi pobreza, / yo burlo de tu mentira»).
Y así se va desgranando el florilogio poético de Diego de San Pedro. En las poesías menores podemos leer veintiséis poemas breves en los que pulula el amor; el primero a «una dama de la Reina doña Isabel»; las coplas «trobadas por causa vuestra; y no se os haga graveza / hazer al bien perdido. / Tenedlas por gentileza». La segunda a «una dama muy hermosa y de mucha gracia» («Y porque en vos se contiene / perfección tan verdadera, / ¡qué gloria grande les viene / a la tierra porque os tiene / y al Cielo porque os espera!»).
Los poemas de dudosa atribución están conformados por un villancico y un poema sin título. Poemas, letras y canción en el Tractado de amores de Arnalte y Lucenda. Sin duda una edición necesaria para leer con serenidad la poesía completa de una persona entregada a lo existencial como factor humano. El autor, como sabemos, pasó a la historia por su Carcel de amor que juntamente con el Amadís fueron los libros de más éxito del siglo XV. Su exaltación al feminismo lo dejó nítido en su Sermón de amores. En definitiva, es el gran prosista y el poeta didáctico-moral que nos instó a vivir, a buscar el placer aunque, al final, lo mitigara con su Desprecio de la Fortuna.
Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License