Poesía

La tierra baldía de T.S.Eliot

No sé si se ha tenido en cuenta la lectura en 2022 de La tierra baldía al cumplirse los cien años; al menos, se le ha recordado; la dificultad de esta poesía es una de las claves que debemos tener presente más allá de la transcendencia, ya de por sí ardua e ignota cuando nos detenemos en el alma que va más allá de lo que podamos pensar.

Aun así, la excelsa introducción puede servir para disipar alguna duda, por lo que es necesaria su lectura antes o después de adentrarse en la complejidad de La tierra baldía, en edición bilingüe. Uno de los datos que nos aporta Viorica Patea es la importancia de Dante en el pensamiento de Eliot («Dante era el ideal a través del cual medía el presente», pág.25). El poeta italiano supo asimilar la teología con la mitología; eran tiempos en que lo transcendente, lo espiritual, iban mucho más allá de lo terrícola. Tampoco se puede dejar en saco roto la formación del poeta en París, símbolo de vanguardias artísticas en aquel entonces. Filosofía, literatura, cristianismo se adornan para conseguir un vitalismo que haga surgir, unido a un pensamiento crítico, así como a puntales místicos que se agolpaban en su mente. Tampoco podemos desgajar el sufrimiento interior y las penurias que el poeta tuvo que pasar para poder sobrevivir un tiempo; sin duda su poesía recoge esa interiorización, ese ahondamiento que solo se puede traslucir con la palabra poética. El imperativo pronunciado por E. Pound «leedle» es necesario más que nunca (Asistió a los funerales en la abadía Westminster, 1965, y eso que tuvo que desplazarse de Venecia a edad muy avanzada). A la historia han pasado sus tres libros capitales que hay que releer, incluso en tiempos convulsos: La tierra baldía (1922), Miércoles de Ceniza (1930), Cuatro cuartetos (1943). Es el mejor homenaje que se le pueda tributar después de tanto tiempo.

El libro está estructurado con partes clarificadoras para poder entenderlo mejor. Estamos ante una introducción muy extensa (págs. 7-219), pero necesaria y brillante. Después, los poemas de La tierra baldía (págs. 241-293). En tercer lugar, las «Notas a La tierra baldía» (págs, 274-293). En cuarto lugar, las esclarecedoras «Notas a esta edición crítica» (págs. 295-335). En quinto lugar, un ampuloso «Apéndice» (págs. 337-409). Todo un hecho que nos puede da una mejor visión del libro.

El primer poema «El entierro de los muertos» denota ya, no solo cultura, también ahondamiento intelectual ante hechos que intenta descifrar. Tanto las notas que aparecen al final de poema como las que nos recuerda y amplía la editora nos conducen a hechos pasados en los que ha bebido el poeta (Ezequiel, Eclesiastés, Tristán e Isolda, Inferno, Baudelaire. La editora en una extensa nota con el título «El entierro de los muertos» nos da a conocer «el origen de las leyendas del grial con los antiguos ritos de fertilidad», así como las referencias «al motivo de la tierra baldía»).

El primer poema consta de 75 versos, y el 76 es un verso extraído de Las flores del mal, por si había alguna duda de la idea que quiere transmitirnos; ya el primero te retrotrae («Abril es el más cruel de los meses, hace brotar….), hasta el cuarto quedas como en suspenso en el que surgen atisbos de esperanza «con lluvia primaveral». Esta expresión como evocadora de un nuevo renacer de la naturaleza que ha permanecido casi dormida en la época invernal. Evidentemente, choca con al adjetivo «cruel». El final te destroza, otra vez, y te hace ser copartícipe del hastío, de la soledad, del mal existencial. No podía faltar, tampoco, el recuerdo de Dante («A veces suspiraban con presteza / cada uno con la vista fija a sus pies»,,,). Tal vez la simetría entre lo que observa en la actualidad y la época medieval. De todas formas, en todo el poema subyace la negrura y la luz; la muerte y la germinación; o la muerte como la resurrección. En definitiva, postrados ante la muerte-vida («muerte en vida y la vida en la muerte», pág. 108). Y la pregunta, ante la simiente (qué árbol, qué planta, qué trigo nacerá); o también la persona destinada a la tierra, a ese invierno,¿ resucitará, como lo hace la naturaleza o permanecerá en tierra baldía? Si lo pensamos, fuera de la fe, no está resuelto. Simplemente nos hace reflexionar y recurre a con el último verso a Baudelaire en Las flores del mal: «hipócrita lector, mi semejante, mi hermano».

El último y extenso poema con el título «Lo que dijo el trueno», los fragmentos desprenden dinamicidad, rapidez, a la búsqueda de lo que cuece, a través del tiempo, en lo intelectual del poeta. En las notas a La tierra baldía en la parte V se nos dice que aparecen tres temas: el peregrinaje a Emaús, la aproximación a la Capilla Peligrosa y el presente declive de la Europa del este. El primer fragmento nos evoca a la figura del Cristo que se nos ha transmitido como agónico, como final («Tras la antorcha roja en sudorosos rostros / tras el silencio escarchado en los jardines / tras la agonía en los pedregales…». A los cristianos nos recuerda al prendimiento de Cristo en donde oraba según el evangelio, a su sufrimiento, su conducción al palacio del sumo sacerdote, después ante Pilato que le debe juzgar, su muerte y resurrección. Pervive en este fragmento la vida como muerte y esta como vida.

El segundo fragmento es más extenso que el primero («No hay agua aquí, solo roca / roca pero no agua, y el camino de arena / que serpentea hacia las montañas / montañas de rocas sin agua….»). No hay vida, todo es sequedad, soledad, baldío, inerte, despojado de lo que da vida, de lo que nos hace seres vivos. Incluso se alude al «trueno estéril sin lluvia»; termina con el verso «Si hubiera agua«, con esa necesidad imperante del agua como vida; idea que va a proseguir en el tercer fragmento («Y no roca / si hubiera roca / y también agua / y agua / un manantial / una poza ente las rocas«). El poeta trae a colación el pájaro que probablemente le hizo feliz al evocarlo en medio de la naturaleza ( » Donde el zorzal ermitaño canta entre los pinos». El agua como más que necesaria. El último verso de este fragmento lo dice todo: «Pero no hay agua». Es la oscuridad total.

En el siguiente fragmento se quiere recordar lo que da movimiento y esperanza con un interrogativo: «Quién es el tercero que camina siempre a tu lado ?/ Cuando cuento, solo estamos tú y yo / pero cuando levanto la vista hacia el camino blanco / siempre hay otro caminando a tu lado«. Es la trascendencia que nos insta a huir a otra realidad. Pero, inmediatamente, otra vez el poeta se sumerge en el caos, en las revueltas, en una Europa a la deriva ( «Qué es lo que suena por el aire?)Y enseguida su educación cristiana («Murmulla de lamentación materna«) al recordar a Cristo:»….no lloréis por mí…».

Y así va desgranando con las evocaciones a la literatura, lugares, Salmos, evangelio, San Juan de la Cruz, Dante-Infierno, Purgatorio-, Venus, Kyd- Spanish Tragedy-, historia, etc, y el espíritu cristiano que anida en toda la obra. El final del poema y de la obra se nos muestra como descanso, sobre todo intelectual que nos deja perplejo ante tanta sabiduría y trascendencia a la que quizá estemos abocados ( «Me sentaré en la orilla / a pescar, a espaldas de la árida llanura / ¿ he de poner al menos mis tierras en orden ? (…) / estos fragmentos he reunido sobre mis ruinas / entonces yo os serviré, no se hable más. Jerónimo está loco, otra vez). Ahora sí, todo lo nombrado. todo lo agavillado ha servido para la esperanza de la trascendencia, el umbral para marcharnos con la idea de que no todo morirá. El último verso- Shanti shanti shanti- nos trae el sosiego definitivo, la paz añorada después de tanto sufrimiento-aunque solo sea intelectual-; la editora corrobora esa tranquilidad con Eliot-y traduce el término por «la paz que supera nuestro entendimiento», en alusión a las palabras de san Pablo a los primeros cristianos: » Y la paz de Dios, que sobrepuja a todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús». En sánscrito, shanti representa la finalidad de la verdad contemplativa, pág.335.

El Apéndice consta de 71 páginas. Conviene leerlo porque a veces pasan desapercibidos poemas, artículos, ideas que contribuyen desde otra atalaya a ver la importancia de la literatura en los siglos que nos han precedido por la cantidad de imágenes que aportan y por el estilo amasado con palabras cultas. Enriquecedor son las ideas que aporta T. S. Eliot del Ulises de James Joyce con el título «Ulises, el orden y el mito». Parte de que el libro «es la expresión más importante de nuestra era». La grandeza con que lo escribe debe crear lectores. La idea en las primeras líneas son suficientes: «… me ha proporcionado toda la sorpresa, el placer y el terror que podría necesitar, y ahí lo dejo», pág.339. Y añade, poco importa; no entra en el debate si el Ulises «debe ser concebido como novela; y si preferimos llamarlo épica, tampoco importa».

Completan este «Apéndice», G. Chaucer, Baudelaire, Shakespeare, Webster, Spenser, Marvell, Goldsmith, Froude. san Agustín, El sermón de Buda, En el camino de Emaús, Shackleton, Upanishad, Pervigilium Veneris, Gérard de Nerval, Thomas Kyd. Todo un compendio de sabiduría que es necesario leer con pausa, en inglés o castellano.

Eliot, T, S.,La tierra baldía. Madrid, Cátedra, 2022, 412 págs.


Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License