Poesía

El mejor homenaje a García Baena, ante su muerte, es leerlo

Quizá uno de los poetas menos leídos, pero casi siempre citamos cuando nos referimos a la década de los cuarenta, sea Pablo García Baena, un clásico vivo de la poesía española. Y menos, aún, hablamos del espíritu religioso que anida en su poesía. De ahí que sea una buena ocasión para reverdecer su poética, que tiene como basamento la poesía religiosa en los siglos XIX-XX. Una poesía concebida como rapto, como enajenación, como ebriedad, como exaltación, hecha carne, nutriente, litúrgica, embellecedora, sugerente, fascinante, humana, para enhebrarla con la idea de Holan: “el poema es un don”. Esta es la idea que subyace en la poesía del poeta cordobés. Y a ella se entrega cuando la inspiración le visita. Hace ya algunos años que en la revista Fin de siglo escribió que la poesía es la vida, la realidad convertida en un gran incendio; el acto poético del que tanto se habla es sólo el reflejo de un conocimiento transfigurado que lleva a la cristalización de algo vivo, a la añoranza y a la pérdida de lo que fue gloria momentánea: canción, carne, perfume. La poesía no es más que un diario sinceramente riguroso y verdadera”.

García Baena ha manifestado que “la poesía es misterio y precisión”. La pasión por la palabra hermosa, juntamente con su vitalismo, siempre va con él, es el sustento de su poesía. Esas palabras adobadas, preciosistas, sonoras.Uno de los poetas más significativos de los que se atrevieron a otras formas  en las que lo humano llegara a los lectores en aquella España de finales de los años cuarenta fue Pablo García Baena, creador con otros de la revista  Cántico, que fue como una bocanada de aire fresco, limpio. La poesía religiosa en la década de los cuarenta.