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La poesía de los siglos XVI y XVII

La poesía como el aire que respiramos es inherente a las personas, sin ella nos falta algo, estamos como cojitrancos. De ahí mi alegría con la editorial Cátedra por reverdecerla en años gloriosos de la poesía castellana, fundamentales para ventearla hoy.

«La lírica áurea«, apelativo con que se denomina este período, nos engendra rectitud, belleza, verdad, libertad; sin ellas hay un vacío demasiado profundo para el ser humano. El «todo pasa y todo queda» machadiano se hace realidad en esta poesía gloriosa; el adjetivo más poderoso que acorrala lo poético. El libro que se publica es como una Biblia poética castellana de dos siglos esplendorosos para tenerla a mano y enfrascarse en su poesía.

El editor nos muestra en la introducción las causas por las que este ensayo-antología se necesitaba sin desmerecer el resto de los publicados ciñéndose a los cinco más destacados (Elías L. Rivers, José Manuel Blecua, Torres Nebreda, Pablo Jauralde Pou, Juan Montero). Con palabras certeras escribe: «La reflexión aquí sintetizada está en la base de una selección que asume la realidad de un canon en disolución, la transformación del modelo educativo y, en última instancia, el trecho que separa, en siglos y sensibilidad la producción poética en tiempos de los Austrias y el presente del lector…», pág. 16. A «estas consideraciones previas» se añaden en lo que se podía llamar estructura, Estudio preliminar, Una periodización interna (1511-1554: Del Cancionero general al Cancionero de obras nuevas. 1554-1585: El asentamiento de una poética.1586-1613: El comienzo del arte nuevo,1613-1630: La batalla en torno a Góngora. 1630-1648: La cumbre del Parnaso español. 1648-1695: Agudeza y arte de ingenio.), y los apartados Esta edición, Bibliografía, Poesía de los siglos XVI y XVII, Índices. Se pretende, en fin, «ser en su conjunto, un repertorio de elementos mínimos, de carácter germinal, para asentar la autonomía de la lectura sin negar las posibilidades del diálogo».

Los límites de este período único en muchos aspectos siempre traerá controversia. Las referencias que se aportan en esta introducción son más que suficientes para elegir un marbete que abarque todo; se propusieron varios, pero ninguno satisface plenamente. Lo conceptual siempre entraña dificultad si va acompañado, de ahí que se propongan ciertas estimaciones en estos dos siglos al existir diversas voces, no solo en lo político-social, también en lo lingüístico, por las pugnas ideológicas. Al final son los/as lectores los que deben discernir y acercarse con sus palabras lo que pudo ser; las 120 páginas introductorias son claves para la elección. Sé libre. Sin olvidar que en lo inicial los versos-armas tomaron todo su largor, aunque ideológicamente existía un trecho amplio. Las justas y los certámenes poéticos se hermanaron. Y, claro, con la Gramática castellana, la lengua como compañera del imperio, o la advertencia de Hernández de Acuña al emperador («un monarca, un gobierno y una espada»), pág. 25.

La corriente poética castellana se decanta por la llaneza, la sencillez para que llegara a más gente y se comprendiera, sin que no se dejara de cultivar la culta, más perfecta, pero más difícil para que llegara al entendimiento pleno. Y en todo esto el fervor con que se vivía una concepción individual pero abrazada a lo genuino, a lo nacional; el espíritu Nebrija se fue extendiendo y al final cupieron todas las tendencias. De ahí que el puente fuera lo normativo para aunar toda la significación poética de estos dos siglos.

Las dos poéticas en el período inicial como son las de Boscán y Garcilaso sostuvieron actitudes diferentes, así como los temas, tal vez por las circunstancias propias. Dos poéticas que contribuyeron a la riqueza poética y dar paso a un asentamiento, a un modelo lítico que llevaría al «arte nuevo», ya con voces muy diferentes con nombres que llenarán un período: Lope de Vega, Góngora y Quevedo como muestras estelares y tan dispares. Y por si faltaba algo, en medio Cervantes, En su viaje del Parnaso se columpia para criticar tantas formas entre «tanta poetambre».

Los poetas seleccionados viene acompañados por un breve resumen biográfico y una selección bibliográfica. Al final de los poemas escogidos vienen comentarios de textos de cada uno, lo cual es de agradecer ante las dudas que puedan presentarse para una comprensión más certera. La glosa es muy acertada.

Sin duda, el poeta estelar es Lope de Vega al que se le dedica 60 páginas en las que podemos leer dieciséis poemas entre los cuales está el extenso poema «A Claudio». El poeta del cielo y de la tierra al que se veneraba; de ahí que un poeta como José Hierro le denominara «divino». De boca en boca se venteaba «Creo en Lope de Vega todo poderoso, poeta del cielo y la tierra…». La Inquisición estuvo atenta y lo cortó. El pueblo lo admiraba; al final deja nítido su pensamiento al escribir que hubiera preferido hacer una virtud más.

Su vida y verso se hermanaron; nos legó todo lo humanístico que pueda caber en las relaciones. Sus amores, amoríos, libelos, quedaron para siempre en alta estima. El ciclo «Filis» con un nombre que no olvidará: Elena, siempre en su corazón. El ciclo «Belisa», más exiguo pero en el que sobresale el majestuoso poema » A Claudio» («Claudio, si quieres divertir un poco / de tanta ocupación el pensamiento /, oye sin instrumento / las ideas de un loco / que a la cobarde luz de tanto abismo / intenta desatarse de sí mismo»). Después, el ciclo más intenso, vigoroso, cuando conoce a la actriz Micaela de Luján con la que tuvo cinco hijos, su «Lucinda»; en el bachillerato aprendimos los versos que han quedado en nuestra memoria para la posterioridad: «Y si tienes Lucinda mi deseo hállame la vejez entre tus brazos y pasaremos juntos el Leteo». Es la cumbre amorosa.

No podemos olvidar su recogimiento espiritual y su entrada en el sacerdocio, muerta ya Micaela en 1614. Su arrebato pasional le visitó-ya se había consagrado sacerdote- cuando conoció a Marta de Nevares. Fue una tormenta amorosa que luego el poeta dejaría su muestra en su poesía en los que se conoce como ciclo «Amarilis». El ciclo denominado «de senectute» en el que se recoge un final de reflexión, pensemos en La Dorotea, Laurel de Apolo, Rimas de de Burguillos. Y cómo no-hay que anotarlo- fue nombrado doctor en teología y caballero de la Orden de Malta. Si la poesía arropó con claridad su pensamiento, no fue menos en teatro; incluso Cervantes lo describe nítidamente; «Entró luego el monstruo de la naturaleza, el gran Lope de Vega, y alzóse con la monarquía cómica; avasalló y puso debajo de su jurisdicción a todos los farsantes».

Ahora solo cabe leer la poesía, toda ella fundida en la existencia; lo divino y humano se aúnan; no hay que tocarla más, solo asimilarla; no te arrepentirás y sentirás un anhelo purificador.

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Poesía de los siglos XVI y XVII. Madrid, Cátedra, 2023, 1057 págs.


Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License

Ensayo

Las voces líricas de Lope de Vega

Con el título Que de tantos cuerpos vive repetido (Las voces líricas de Lope de Vega), la editorial Cátedra, de nuevo, publica a uno de los excelsos de la literatura española, por lo que nos debemos congratular y, sobre todo, leer; sin la lectura no llegaremos a percibir el néctar que destila el Fénix, grande entre los grandes, también de la literatura universal.

El ensayo consta de prólogo, introducción, cinco partes, y una extensa bibliografía, 69 páginas; todo en 532 apretadas páginas. Su lectura nos conforta al recordar con una prosa rica toda una vida dedicada a las letras. Una monografía gratificante por la belleza que destila al irnos detallando la vida y la obra de Lope de Vega. Antonio Carreño en el prólogo nos adelanta que «se ha ido cocinando a lo largo de una veintena de años», pág. 14. Pero, también, matiza que la mayoría de los capítulos vieron la luz en revistas académicas.

En la introducción con el título «La literatura de la vida o la vida en la literatura» nos detalla la obra y vida de Lope que se hallan en sus cartas, textos narrativos y líricos. Como una gran mayoría de los que han leído al dramaturgo y poeta, el ensayista comienza por los amores que le visitaron, no sin antes recurrir a un romance del conde Claros, «que los yerros por amores / dignos son de perdonar». La primera mujer a la que alude Antonio Carreño es Marfisa ,«uno de sus primores amores», sin que haya dejado huella en los estudios que se han realizado; como bien sabemos el primer nombre de mujer está reservado para Elena y el último Marta. En el centro está Micaela de Luján con la que tuvo cuatro hijos. sin olvidarnos de Isabel de Urbina y Juana de Guardo con las que se casó; también ocupó su corazón Antonia Trillo, descrita como la «hermosa viuda». Probablemente hubo más, quién sabe; pero eso no es lo importante, lo primordial es que no nos paremos ahí y leamos su ingente obra, aunque sí nos tenemos que detener en el año 1614, ya viudo por dos veces y tantos amores-«porque amar y hacer versos todo es uno»-, un 24 de mayo en el día que cantó misa en el convento de las Carmelitas Descalzas de Madrid. Dos años después conoció a Marta en una fiesta poética que presidía con la que tuvo una hija, Antonia Clara. Marta fue el resumen de todos sus amores en expresión de José Hierro a los que dedica una de las poesías más sentimentales de la literatura española del siglo veinte Lope. La Noche. Marta («He abierto la ventana…. Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar» ). El recuerdo del bachillerato donde me explicaron cómo Lope la atendió durante varios años al volverse loca y ciega sigue perenne, además de los versos con los que sintió su muerte, hasta esta lloró. Con esto sobra para enaltecer la esencia amorosa. Hasta la muerte sintió llamarla.

En la primera parte titulada «De Iuventute» aborda los temas «Por los caminos del romancero nuevo», «El hortelano de amores»:Belardo», «De potros y rucios», «Del Romancero nuevo a la comedia nueva»; páginas certeras para comprender los romances que tanto arraigo han tenido en la literatura; de ahí que ya desde las primeras líneas se sostenga que «Lo nuevo y lo viejo se cruzan como modalidades líricas mostrando una clara competencia», pág.39. Como la crítica ha sostenido y recoge el señor Carreño, el paso hacia el romance nuevo lo podemos observar en Flor de varios romances nuevos, y canciones que sale en Huesca en 1589. La recopilación realizada por Pedro de Moncayo incluye entre otros a Lope de Vega. Sesenta y tres notas a pie de página-solo para los caminos del romacero- marcan lo bien que está estudiado este tema; es más, es obligado leerlas para comprender de forma nítida el valor de los romances. Muy bien está documentado el primer éxito de Lope de Vega. Las notas aclaratorias 32 y 33 con las que el ensayista recurre a Menéndez Pelayo es bien elocuente cuando se refiere al romance Sale la estrella de Venus en el que se narra la historia de Gazul en pliegos sueltos y después en el Romancero General, que estaría en el ciclo morisco y pastoril.

En la introducción hay un hecho que no puede pasar, sin más, desapercibido. Su enterramiento no fue en el convento de las Trinitarias Descalzas («En él descansan los restos del padre», pág. 26). Fue enterrado en la iglesia de san Sebastián de Madrid («las calles estaban tan pobladas de gente que casi se embarazaba el paso al entierro»); , posteriormente sus restos pasaron a una fosa común cuando el duque de Sessa dejó de pagar; un sacrilegio en opinión de tantos; esto solo puede ocurrir en lo que denominamos España. Si hubiera sido en Inglaterra se le glorificaría y hoy habría colas para ver su sepultura. Así somos.

En «El hortelano de amores: Belardo» se recoge la estancia de Lope de Vega en Valencia con su mujer Isabel de Urbina. Corría el año 1589 («Hortelano era Belardo / de las huertas de Valencia»). En los dos años que estuvo se dedicó a escribir comedias y romances. En este transcurrir lopiano se apodera de un nuevo resurgir en «Del Romancero nuevo a la comedia nueva»; se detiene de modo generalizado, tanto en el romancero morisco y pastoril como en la comedia, «en el retrato lo mismo los lamentos por la ausencia del amante o de la amada», pág.112. Lope sabe entretejerse en las avenidas del romancero nuevo. Su evolución va «a la par con los pasos que recorre la comedia nueva, interpolando temas, personajes, motivos y hasta acciones», pág. 108)

En la segunda parte con el título «De mediocritas: Rimas a lo humano» al igual que la primera tiene cuatro partes («Amor regalado / amor ofendido». «Los mitos del yo lírico». «Un canto disfrazado en velo: las Angélicas». Los mitos de la historia: Jerusalén conquistada»). Se inicia con la emoción que siente por Lucinda con esos ojos que penetraron en el corazón del poeta («y me abrasó como si fuera rayo»). Es el Lope de siempre en sus Rimas que contienen doscientos sonetos, una égloga, dos epístolas y varios poemas; en su gran mayoría los sonetos dirigidos a Lucinda. Es su yo emocionado, latente en todo momento, eso sí con la mirada estelar siempre («miránrome unos ojos y mirelos»), también con la dualidad vida/muerte ( «pues si las estrellas daño influyen, / y con los de tus ojos nací y muero»). Es la mitificaión de ojos y mirada que tanto abunda en la poesía hecha de trozos de cielo.

En la tercera parte se recoge «El arrepentimiento:Rimas a lo divino» también con cuatro capítulos: «Las trampas de la carne». «Las trampas de la fe». «Yo soy sacerdote y rey». «Dualidades pronominales: el Romancero espiritual». Las Rimas sacras son la espiritualización, es la reflexión a lo divino, «un proceso de espitualización religiosa», pág.209. Es el Lope inclinado al sacerdocio («importaba / el ordenarme a la desorden mía»); ahora es el Lope a lo divino. Como sabemos, canta misa en la iglesia del convento de las Carmelitas Descalzas. Pero Lope no pudo resistir en el nuevo sacramento («cegome una mujer, aficioneme») ante los ojos verdes esmeraldas de Marta de Nevares. Colgó los hábitos y se entregó en cuerpo y alma. Las Rimas sacras simbolizan el contrapunto en su vida personal.

Con el título De senectute el ensayista aborda la cuarta parte con la misma estructura dividida en cuatro partes ( «Las tragedias de la historia: Corona trágica». «A la sombra de palacio: el Laurel de Apolo». Poeta de repente: Tomé de Burguillos». «Rompa ya el silencio el dolor mío» . Es la nueva imagen que Lope quiere ofrecernos como afamado escritor, pero también admirador de todos con la humildad a sus pies.

Quinta parte. Yo conmigo mismo. En esta última está compuesta por dos apartados: «Que en tantos cuerpos vive repetido». «Leyendo a Quevedo: Lope». Es la mitificación del poeta excelso al que han imitado tantos asomándose a su huerta poética. El modelo poético prosigue.

También Lope estaba al día de lo que escribía Quevedo; los comentarios fueron continuos bien con cartas a otros o de viva voz. En el Laurel de Apolo (» espíritu agudísimo y suave, / dulce en las burlas y en las veras grave; /príncipe de los líricos, que él solo /pudiera serlo, si faltara Apolo», pág. 460). Quevedo también lo admiraba («el grande nombre de su autor las acredita y sus estudios las aseguran de palabra indecente o mal sonante a las buenas costumbres o la verdad de nuestra sagrada Religión», pág.444). Las Rimas para Quevedo están escritas con inteligencia, son entretenidas y carecen de palabras viles.

El ensayo de Antonio Carreño era necesario para reverdecer una gloria nacional para que no se agoste y alumbre a la literatura de siempre; el verso «Que en tantos cuerpos vive repetido» de don Diego de Mójica González lo corrobora.Todavía no se ha superado su dramaturgia y poesía; su venero es salvífico.¡ Grande, Lope!

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Personales

La Prensa literaria

Ya no resulta novedoso la relación entre Periodismo y Literatura; es más, la crítica, en general, ha sancionado que, en su nacimiento, el periodismo fue el mundo de la literatura; los juglares, los trovadores, los pliegos sueltos forman parte del campo semántico de las noticias y estas revestidas de la perfección lingüística, bien oral o escrita.El embrión de la prensa literaria podemos cifrarla en esos pliegos sueltos-cuadernillos de dos, tres o cuatro hojas- que servían para informar; dichos pliegos fueron impresos en Barcelona, Valencia y Sevilla; después fueron pregonados por mendigos y truhanes en las ferias y mercados de Castilla, Extremadura, Aragón, Andalucía.

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Teatro

La boba para los otros y discreta para sí. Grande Lope de Vega, gloria nacional

Lope es como el mar. Otra obra que hizo delicias del público en su momento, y ahora la editorial Cátedra, fiel al conocimiento y a la expansión de una de las voces irrepetibles, juntamente con Cervantes y Galdós, nos invita a que nos deleitemos leyéndola con su sabor, y saber. Atrévete a leerla, no te arrepentirás.

La crítica ha enmarcado esta joya literaria en el llamado ciclo de «senectute» (1627-1635). En Lope de Vega, al ser inmenso y portento literario, poco importa la clasificación; lo primordial es lo que encierra su obra. Hay que leer a todo Lope, quedaremos como inquietos y oreados de su fragancia. Si en casi todas las obras pensamos ahí está Lope, en esta obra está detrás del personaje Fabio, «el alter ego del dramaturgo» ( pág.27) como apunta Ane Zapatero. Además es el que hace las paces al final de la Comedia y contribuye a que la justicia y el nombre de Diana quede en el frontispicio; eso sí, antes, fue el artífice («¡ Ea, que ya sale amor / por donde entraron los celos ! / ¿Para qué estáis mirando? / Qué sirve, si los deseos / están pidiendo los brazos, / poner los ojos al sesgo?»). En un alarde de sapiencia, la editora traza las líneas primordiales desde su inicio, bien documentado, tanto en los problemas textuales como en testimonios, transmisión, cotejo, amén de las colecciones y ediciones singulares modernas.

Con esta obra, Lope pretende dar a conocer la hipocresía, la codicia, la ambición, la mentira de la corte; hasta dónde se puede llegar por conquistar el poder. Al final, es precisamente Diana la que representa la destreza, el honor, la gallardía, la sutiliza, su inteligencia para conquistar lo que le pertenece por testamento o por ley natural; qué importa que naciera de una violación; para Lope no hay distingos, todos y todas son iguales ante el derecho, más allá de que haya nacido fuera de las normas establecidas por la sociedad; aquí la «la expresión hija natural» cobra todo su esplendor. Diana tuvo que luchar para reconocer que tiene sangre noble para ocupar el poder por nacimiento. Un hecho más del gran Lope para aupar a la mujer, como en casi todas sus obras,

En esta edición el apartado crítico es digno de alabanza por el trabajo arduo que ha debido suponer (págs. 225-247). Incluso la sinopsis de la versificación de los tres actos de que consta la comedia con el total de todas a las que recurre Lope, así como el tanto por ciento. La estrofa más usada es el romance (42,59%); la que menos seguidillas (0.28). El resto son redondillas, silva, octavas reales, romancillo, décimas y quintillas. Todo un acopio de perfección que solo un dramaturgo como Lope puede conseguirlo. Ante los diálogos nítidos y rápidos quedas absorto; te ensimismas con esos versos lúcidos, amorosos, ardientes, en continuo suspenso, pero con una lectura que se hace amena, y nos tiene en vilo hasta el final.

A Fabio le concede la despedida. » Aquí, sentado, se acaba / la boba para los otros / y discreta para sí; / y, pues sois discretos todos / perdonando nuestras faltas, / quedaremos animosos / para escribir, el poeta; para serviros, nosotros«.

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Ejemplar en la Biblioteca Nacional, 1635. Portada
Teatro

Sí,soy Sor Marcela, hija del Fénix de los Ingenios

El viernes, día 25 de octubre, se representó la obra Muerte del apetito basada en textos de Sor Marcela de san Félix ( poeta, actriz, dramaturga) en la iglesia-convento de las hermanas trinitarias descalzas en la calle Lope de Vega, 19 de Madrid. Desde las 17 horas se iba formando cola-la función comenzaba a las 19 horas-. Sinceramente, sentí una alegría enorme. La hija del más grande dramaturgo Lope de Vega, juntamente con Shakespeare, que vieron los cielos, tenía el mismo éxito que su padre. Fui, también, previsor y estuve en primera fila.

Como sabemos, Lope de Vega tuvo cinco hijos-o siete según otros, qué más da, por qué se insiste tanto en su capacidad para amar- con la actriz Micaela de Luján(1), entre ellos Marcela (la hija dilecta) que se consagraría a Dios como hermana trinitaria descalza a los 16 años; murió a los 82; recordemos que Lope fue a decir misa ante la hija monja que había profesado en el convento; al no poder asistir al entierro de su padre, el féretro y la comitiva pasó por la puerta del convento, a petición suya, para que lo contemplara: como testimonio quedó el cuadro de Juárez de Llanos ante el Convento de las Trinitarias Descalzas que reproduzco.

En cuanto a la obra del grupo «La Finea Teatro» me cabe hacer constar primero, la gran asistencia de público (la iglesia estaba abarrotada. sentada y de pie-no se permitió entrar a todos que guardaron cola: físicamente no era posible-). y en segundo lugar pude ver a cuatro grandes actrices que lo bordaron (no se puede pedir más perfección en este arte, tanto en la dicción como en el movimiento; cómo supieron hilvanar letra, música y acción). La dicha fue completa; así lo percibió un público entregado con atronadores aplausos en varios momentos de la representación y sobre todo, al final.

El comienzo de la obra me impresionó y emocionó: era la profesión de una novicia y sor Marcela como conductora del acto y aclararnos con voz celestial que es la hija del» Fénix de los Ingenios». Me conmovió con ese saber estar y decir con palabra justa, nítida y culta. El brillo actoral de las cuatro te impacta; físicamente se salen al aunar música y palabra, e incluso en las miradas gestuales; la rebosante vitalidad y cómo modulan te hace pensar ¡qué delicia! Es imposible que quepa más perfección.

El grupo nos recuerda que «dentro de los muros de un convento debía tener lugar toda una fiesta barroca y por ello se introducen en esta obra bailes, cánticos y música, tanto sacra como popular; incluso algunas de las canciones lleva letra de las composiciones conservadas de Sor Marcela». Sabíamos que existió teatro en los conventos pero es la primera vez que se representa fuera con esa crudeza, lucidez y valentía o, al menos para mí; tal vez por eso quedé maravillado en la tarde de un viernes en el barrio de las letras y a un tiro de piedra de la casa de Lope de Vega que visité, una vez más, antes de dirigirme a ver la obra.

Intenta ver esta representación sublime allá donde vaya. No te la pierdas y ventéala.

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(1). Según Lope debió ser hermosa; alabó sus ojos-azules como el cielo y los zafiros-. Recordemos el soneto que le dedica: «Belleza singular, ingenio raro, / fuera del natural curso del cielo, / Etna de amor, que de tu mismo hielo / despides llamas, entre mármol Paro. / / Sol de hermosura entendimiento claro, / alma dichosa en cristalino velo, / norte del mar, admiración del suelo, / émula al sol, como a la luna el faro: // milagro del autor de cielo y tierra, / bien de naturaleza el más perfecto, / Lucinda hermosa en quien en mi luz se encierra: // paz de los ojos y del alma guerra, / dame a escribir, como a penar, sujeto». O cómo la recuerda en el poema dedicado al hijo de ambos a la muerte de este: «¡Oh, niño que las niñas eclipsaste / de los piadosos ojos de Lucinda» .

Me viene a la memoria aquella expresión que aprendí en el bachillerato y que gustaba tanto al profesor: «Y si tienes Lucinda mi deseo, hálleme la vejez entre tus brazos y pasaremos juntos el Leteo». Detrás de Lucinda se escondía Micaela de Luján. Así la denominó en sus versos.

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