Poesía

Hoy, 30 de julio,hace 200 años nació Emily.Acércate a su poesia. Cold in the earth

Retrato de Emily por su hermano Branwell
Retrato de Emily por su hermano Branwell

Así comienza el poema «Remenbrance» de Emily Jane Brontë. La cuarta estrofa la iniciará, también, con la misma expresión: «Cold in the earth-and fifteen wild Decembers. /From those brown hills, have melted into spring: /Faithful, indeed, is the spirit that remembers / After such years of change and suffering!».

Hablar de la poesía de Emily quizá no se lleve porque nombrarla es recordar su gran novela Wuthering Heights. Aquí narró un amor tan apasionado como quizá no recordemos en lo que se denomina la Inglaterra victoriana, amasado de vivas descripciones de la naturaleza. Si hacemos caso a una de sus hermanas la crítica fue injusta; no entendió su mensaje; ¿cómo se puede denominar inmoral al amor?; ¿quién traza la línea, quién se puede oponer a lo más grande del ser humano? Pero, hoy, es uno de los relatos más leídos y más conocidos de esa época; es más, son muchas personas las que visitan esas «Heights», o lo que ya se denomina «Brontë Country».

Yo también, en una ocasión, no hace mucho, me escapé, de donde me encontraba, con un grupo de estudiantes italianos y dos profesoras que venían de Italia, y allí tuve la oportunidad de vivir su poesía, su amor a la naturaleza y esa libertad que anidaba en la escritora. Recordé cómo una persona enamorada de la vida, no encontró esa savia amorosa que la hiciera crecer. El verso «Sweet Love of youth, forgive, if forget thee /while the world´s tide is bearing me along», siempre me hizo pensar en que algún día le llegaría la plena realización amorosa; tal vez se truncó o ni siquiera apareció. No sé el motivo por el que cuando releo a Emily me viene siempre a la mente Nela, el personaje galdosiano de la novela Marianela. Probablemente no haya semejanzas, pero pienso que a las dos se les hurtó lo más grande que tenemos después de la libertad: el enamorarnos. Pero  no sólo el amor humano, que es el primordial, sino también de la vida que llevamos, es el estar contentos, es hacer el bien. ¿Puede una persona ser feliz sin hacerlo? Con estos dos personajes la naturaleza fue injusta; por un lado, devolvió la vista a Pablo, pero no la belleza a Nela. Y a Emily no se le concedió lo que tanto deseaba, y encima la muerte llegó muy temprana, solo tenía treinta años. «Cold in the earth», un 19 de diciembre de 1848, ni siquiera el brezo que tanto amaba pudo sacarla de esa melancolía que traía sabor a final. Para ella, el brezo era sinónimo de libertad, de fundirse con la naturaleza, de romper con las convenciones sociales que impiden el pleno desarrollo de la persona. ¿Cómo es posible que solo la muerte traerá la liberación para dos personas que añoran el ser uno, más allá de todas las normas que lo impiden?, dejará entrever en Wuthering Heights. ¿Se puede dar la traición con estos pensamientos? He ahí otro dilema que subyace también en la novela.

La rectoría de Haworth enclavada en una naturaleza salvaje le servirá de trampolín para escribir, para sacar su mejor yo, esa vida interior, apasionada, que llevaba. El lugar era su refugio, los páramos serán testigos de su alegría, de su tristeza. Esto es precisamente lo que sentí cuando visité esas cumbres, parece como si  su poema «Come, walk with me, / There´s only thee/ To bless my spirit now» te invitara a sentir con ella. Encontré the true spirit de Emily, plenty of hope, beauty, joy. Es difícil no entregarse a su poesía una vez que alguien ha hollado ese paisaje hecho de trozos de cielo.

Poesía

«Que no se me rompa, no /con qué»

Así termina el poema de Gerardo Diego que el profesor nos hacía aprender, de memoria, para después declamarlo en clase, en bachillerato, cuando llegaba la Navidad. A buen seguro que sabrás que se refiere a «Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad». Recuerdo que la primera estrofa «Cuando venga, ay, yo no sé /con qué le envolveré yo, /con qué», di muchas vueltas a cómo haría el «ay», ya que entonces contaba 13 años y era un chico, y claro, la protagonista es una mujer que espera un niño, que fuera divino para ese momento no tenía importancia; al final cerré los ojos e hice con que lo abrazaba con un sentimiento que apenas vocalicé el famoso «ay». En ese momento sentí el silencio en el salón de actos.

Otros compañeros de clase eligieron un poema, también navideño, de Lope de Vega. Creo que el título era «Pastores de Belén«. Sí recuerdo los dos primeros versos : «Este niño y Dios, Antón / que en Belén tiembla y suspira / con unos ojuelos mira que penetra el corazón». Y lo recuerdo porque tuve mis dudas si elegir uno u otro. Si en el primero encontraba dificultad en el famoso «ay«, en el segundo era aún más difícil «con unos ojuelos mira que penetra el corazón».

A pesar de que elegí la poesía del poeta santanderino, con el paso del tiempo me convertí en un fervoroso admirador del «monstruo de la naturaleza», como le llegó a definir Miguel de Cervantes. Aquellos versos que aprendí, «¿Qué tengo…,  que a mi puerta cubierto de rocío / pasas las noches del invierno oscuras? «. Y sobre todo, …»lloró cuanto es amor; hasta el olvido / a amor volvió, porque llorar pudiera; y es la locura de mi amor tan fuerte, / que pienso que lloró también la muerte». Estos versos y otros me hicieron vibrar, amar la poesía, libar del mejor tú. Me convencí en esos años que mi obligación era extender la literatura, como una necesidad, como el pan que nos alimenta.

Pero la Navidad también me trae recuerdos para los que no tienen «Navidad», para los desheredados de ese amor, de esa solidaridad, de esa entrega; para los que sufren; para los que trabajan para que otros sean felices estos días. El artículo de Azorín publicado en el diario El País, el 24 de diciembre de 1896, titulado «La nochebuena del obrero» siempre ha sido un aldabonazo en mi interior. Este reverdecer me inunda el pensamiento cada Navidad. Transcribo algunas líneas: «En tanto que por allá fuera se celebraba con escándalos el Nacimiento de Cristo, él, junto a la máquina, oyendo su runrún cariñoso, pensaba en otro Cristo. Pensaba en un Cristo terrible y feroz; un Cristo que demoliese todas las viejas y bárbaras instituciones, que hiciese un montón de ruinas de todas leyes, de todos los dogmas, de todas la mentiras que impiden el libre desarrollo de la actividad humana..

Que la lluvia de diciembre nos traiga sabor a humanidad. Tú eres el que eres/pero el otro también es.

Personales

Celebración incompleta

Faltan unos minutos para salir hacia el Madrid galdosiano para anticipar la expresión de anteayer «Ha llegado un ángel» que alguien, en alta voz, me comunicó cuando estaba en la cocina. Ya de vuelta, hemos quedado satisfechos por la  comida y el trato recibido, pero el entusiasmo esperemos se confirme el día de Navidad, sinónimo de amor, de amistad, de entrega, de compromiso, de solidaridad, de luz, y tantas cosas que nos deseamos para estos días, pero que yo añado: «ojalá todos los días sea Navidad». Es el carácter connotativo de la expresión lo que yo deseo, pero extensivo a todas las personas que pueblan la tierra; si fuera así predominaría la bondad que en todo ser anida; pero parece que para que exista el bien debe también convivir con el mal. ¿Es la predestinación de la humanidad por no haber querido permanecer en el paraíso , porque queríamos más, o, simplemente, porque sólo el gozo dado es insuficiente y queremos también luchar con otras formas de vida en las que el mal sea la otra cara de la moneda?

Ese paraíso al que me refería ha sido cantado por muchos poetas, en estos momentos recuerdo a Rafael Alberti con ese dístico tan famoso :»No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel/todo anterior al balido y al llanto…..»,  a J. Milton con su Paradise Lost, y, tangencialmente, el verso de Pedro Salinas «¡Qué gran víspera el mundo!» del libro La voz a ti debida.

Mañana será otro día en el que intentaré motivar el carácter poético de Shakesperare en sus dramas, sobre todo en un fragmento de su obra más repetida, leída, soñada, hecha carne: Hamlet. Luego bucearé en el homenaje que hizo José Hierro a otro grande en la poesía y en el drama: Lope de Vega. Aunque sólo hubiera escrito el poeta madrileño/santanderino el poema «Lope. La Noche. Marta» de su libro Agenda es más que suficiente para figurar en una antología de la segunda mitad el siglo XX. El último verso nos tiene que hacer sentir la poesía: «Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar».

¿Motivaré a mis alumnos/as? ¿Caerá en tierra abonada uno de los axiomas que mantengo desde que me dedico a estos menesteres de que la vida es literatura y ésta vida?  La literatura nos tiene que servir para nuestra formación, si no, no tendría sentido. ¿Y dónde la encuentro? En la lectura, en la lectura, en la lectura.

Personales

¡Qué alegría!

Cantando sobre el atril. El primer canto, necesariamente, es para aplaudir, felicitar al Secretario perpetuo de la Academia sueca por haber pronunciado unas pocas palabras en castellano/español entre las que destaco «acérquese y reciba el Premio Nobel». ¡Qué alegría sentí cuando pronunció la palabra Nobel con el acento tónico en la vocal /é/! Estos días nos han martilleado los oídos, sobre todo en la radio, con acento en la /ó/! Incluso esta mañana en el programa «A vivir que son dos días». Apagué la radio malhumorado. ¿Es que no escuchan a las personas cultas? Un periodista debe formarse todos los días. ¿Es que se prefiere el «mantenella et non enmendalla»? Corríjase que los oyentes lo agradecerán.

El enfado se me pasó después. Hoy era sábado y me esperaba el «cross»universitario en la Universidad Alfonso X el Sabio. Fue como una ducha de felicidad al ver a tanta gente practicando deporte por el campo, la gran mayoría jóvenes universitarios, pero también, otras como yo, que hemos cumplido años.Qué más da la posición, lo primordial es practicar. Es un mérito para los que se trasladan lejos de donde viven a sitios distantes; hoy, en Villanueva de la Cañada, el próximo sábado en la Universidad Autónoma de Madrid, y, antes,  Comillas, Nebrija, Politécnica, C.E.U., Rey Juan Carlos.