Poesía

Laberinto de Fortuna de Juan de Mena

Una toma de conciencia en la que lo humanístico se alza e invita al monarca Juan II-destinatario del poema– para que lo tenga en consideración por si le es útil para la reforma del reino (» Al muy prepotente don Juan el segundo«). Es el primer verso. Termina con otro esclarecedor, común denominador del poema ( » que todos vos fagan, señor reverencia»). La literatura, otra vez, como trampolín para recordar a los dirigentes de que la sociedad necesita cambios para el bienestar de todas las personas más allá de las clases en que se las clasifica.

Conviene antes de adentrarse en el excelso poema de Juan de Mena en lengua poética castellana leerse la magnífica introducción para que podamos entender el origen y la causa, además las certeras notas que nos aporta en cada una de las estrofas; sin ellas, quedaría alicorta la lectura. En concreto, a mí me han servido. Una introducción extensa pero necesaria si queremos imbuirnos de todo pensamiento de la época.

Cuando terminas la lectura, se observa nítidamente que Mena quería ensalzar al rey por encima de todo; se vale estructuralmente de tres momentos; el primero es el inicio de una visión alegórica cuando la diosa Belona conduce al poeta al Palacio de Fortuna, baja de una nube Providencia y se contemplan las cinco partes del mundo; el segundo, la visión de tres ruedas: dos inmóviles, y otra en constante movimiento; cada una dividida en siete círculos; descripción de personajes que están en los siete círculos del pasado y presente; destaca a Álvaro de Luna-Condestable de Castilla-; el tercero-cuando la visión desaparece-; es la profecía de la Providencia en la que subyace que Juan II ocupará lo más alto con un esplendor que no tuvieron los predecesores.

Cuando el lector/a comienza, inmediatamente se percatará de que estamos ante una obra perenne si queremos retrotraernos a ese enclave que va del medievo al renacimiento. La primera estrofa es más que sumisión ante el poderoso («aquel en quien caben virtud e reinado, / a él, la rodilla fincada por suelo») . Esa genuflexión, hoy, sería impropio, indigno que se exigiera ser siervo, la pérdida de ser persona, de desatender el humanismo de que estamos hechos. El sometimiento, en ningún caso, ante el poderío y más si lo que pretende el autor en este caso es ayudar para que la luz resplandezca y no se equivoque en el ejercicio del poder político. De la importancia de la poesía para la trasmisión de sus ideas nos lo recuerda en la segunda estrofa al invocar a Apolo-dios de la poesía- para que se perpetúe, sirva de canon para la posterioridad con clave humanística, he ahí lo que late en Laberinto de Fortuna, el tema general («Tus casos falaces Fortuna cantamos, / estados de gentes que giras e trocas, / tus grandes discordias tus finanzas pocas / e en los que tu rueda quejosos fallamos. / Fasta que al tiempo de agora vengamos, / de fechos pasados cobdicia mi pluma / e de presentes facer breve suma. De fin Apolo pues nos convenzamos»).

Con alarde nítido en la tercera estrofa, exige ayuda con ese «tú» imperioso, acorde con la imploración, a Caliope-musa de la elocuencia y de la poesía épica-.para que la voz aúpe la Fama como memorable. El poema heroico no es nuevo, Mena se vale de la antigüedad para sacar el mejor jugo de la imitación para anhelar lo profético con aspectos del más allá. Con ese espíritu también exhortará a Marte para que le proteja (» Belígero Marte, tú sufre que cante / las guerras que vimos de nuestra Castilla, los muertos en ella, la mucha mancilla que el tiempo presente nos muestra delante»). No podía faltar a renglón seguido PalasDame tú, Palas, favor ministrante, / a lo que sigue depara tal orden / que los mismos metros al fecho concorden / y goce verdat de memoria delante«).

En todo momento se desprende lo didáctico; lo que pretende el poeta es que Castilla sea ejemplo en cuanto a la ética, y huya de la ambición y se deje de tanto guerrear y de todo aquello que obstaculice el progreso bien llevado; la reforma política y moral; la instrucción de cómo debe llevarse es clave. La codicia, el apetito desordenado solo puede corregirse con la razón y son las personas las que deben tomar el camino de la verdad. La dualidad Fortuna / Providencia se abaten en el poema. Dos formas de entender la vida. La persona con su libertad tiene o puede elegir. El imperativo nos insta a ser precavido, pero que el rey intervenga y tenga en cuenta al Dios por encima de todo : («Faced verdadera la grand Providencia / (…), faced verdaderas señor Rey, por Dios / las profecías que son no perfetas») . Los hechos, la acción, es lo que prevalece. Poco importa que se aúnen lo ficticio y lo real; ni siquiera la distinción, o no, deben achantarnos. La apelación al rey para fomentar la virtud es lo primordial; por eso, elige al monarca como nutriente de lo que ocurre, también de la estructura de todo el poema, teniendo como meta la transformación de la sociedad en la que la virtud sea el basamento, la reforma moral era necesaria.

Sin duda, Mena embelleció la lengua castellana -la dotó de una mayor riqueza expresiva- y, tal vez, fue estandarte de la poesía narrativa. Su estudio y razón de canon hay que tenerlo presente en la lengua castellana. El siglo XVI se rindió ante el poema magistral, de ahí que hoy todavía nos maravillan las doscientas noventa y siete estrofas, algo tendrán. Se propuso que el castellano se convirtiera en instrumento de conocimiento y cultura. Se consideraba un intelectual en la corte, que no abundaba y quiso que permaneciera su cultura. La invocación en la última a la Providencia fue su maná ( «Faced verdadera la grant Providencia / mi guïadora en aqueste camino, / la cual vos ministra por mando divino / fuerza, coraje valor e prudencia»). Es el conocimiento, el rayo de la luz el que debe ser nuestro guía aunque entrevea peligro. La sabiduría y el buen hacer está por encima de todo.

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Mena, Juan de, Laberinto de Fortuna. Madrid, Cátedra, 2024, 329 págs.
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Poesía

José Hierro. Llama entre la madera y la ceniza

En tiempos convulsos uno de los cobijos para la mente es refugiarse en la poesía y más si estamos ante uno de los poetas que más información ha suscitado en los periódicos y revistas; siempre hay un motivo para atraer a las páginas impresas al poeta madrileño-santanderino.

Los nueve libros escritos por José Hierro son analizados, si bien desde una atalaya, por don Isidoro Pisonero del Amo, Licenciado en Filología Hispánica y alemana, además de Catedrático. Con ese alarde que le caracteriza por su precisión y llaneza se adentra en un poeta en el que sustenta su poesía en la dicotomía reportaje y alucinación para explorar el corazón humano.

Aparte de la selección bibliográfica y una coda, embrión de todo lo descrito, configuran este ensayo cuatro apartados: Cómo se forja un poeta. Una vida de felicidad, dolor y esfuerzo. Poética de testimonio, personal y colectivo. De la poesía testimonial dolorosa, impregnada de la alegría de sentirse vivo, la irracionalismo desencantado de las alucinaciones, págs. 27-203. Lo fundamental es la lectura sosegada del último, que es donde José Hierro navega, aunque siempre teniendo en cuenta a Juan Ramón Jiménez y a Lope de Vega al que consideraba divino. Incluso para sacar una idea nítida de su poesía no estaría demás las remembranzas de los asertos: el machadiano «La poesía es palabra en el tiempo»; el de Ernesto Cardenal «La poesía es anuncio y denuncia«; el de J. Margarit «es la casa de misericordia«; el de García Baena «la poesía hace que la libertad se derrame como un gran fuego sobre los hombres»; y, sin duda, el común denominador de José Hierro: «La poesía es palabra en la música». Es decir, la poesía como arroyo literario, ahí es donde nos hallamos aunque solo sea con la mirada.

En su primer libro Tierra sin nosotros comienza con esa añoranza del hecho viviente, al partir, por necesidad, en contra de su voluntad, pág. 113. Es uno de los libros más citados del poeta y en el que cupo la sociedad durante tanto tiempo, «como / formas de otro planeta / que vive sin nosotros». Y así va desgranando el dolor con ese verso tan repetido «Alto fue el precio que pagamos: / miseria y llanto de los ojos» en el que solo quedaba la alegría de vivir, del canto salvífico. El mismo año se publica Alegría. Con el dístico «Hay que salir al aire, / desatar la alegría» da un vuelco a su poesía, si bien contenido, y exige solidaridad, no hay otra forma ante quien ha sentido temblar en su ser la necesidad de la alegría a la espera de los días soleados para apartar lo que es oprobio, para agarrarse a la vida. Tres años después Con las piedras con el viento, el destello necesario «teniendo el alma a oscuras» con limpidez versal hasta conseguir el clarear, la voz cantarina, («Descansa, comunicando / con las piedras, con el viento») con su conciencia, con su amada. Es cuando se vislumbra lo que previó en Quinta del 42, la amargura de toda una generación, un alarido de fracaso de una juventud pletórica que quiere vivir, que la imaginación triunfe. No puede brillar la sinrazón, la soledad («el canto / se me ha secado en la garganta»).

Con Estatuas yacentes estamos ante el Hierro contemplador en único poema-255 versos- ante el paso del tiempo detenido en dos personajes históricos de la catedral de Salamanca. Es la vuelta a quiénes somos y qué nos espera. Lo que sí parece exagerado como escribe el editor que el poema sea precursor de la poética de los novísimos», pág. 154, y menos formalmente, si nos atenemos a lo que aporta. Con el recuerdo del verso calderoniano «Esto es cuanto sé de mí» de El médico de su honra se vislumbra una ventana de aire fresco en su poesía. No se trata de un ciclo nuevo sino de un saber adentrarse aun más, en lo existencial en el que el yo lírico se expande desde un mirador más nítido al preguntarse «por qué habrá sido preciso / el dolor para cantar, / el morir para estar vivo». La nombradía se hace realidad («Orquesta de ruiseñores, / soñáis al alba el recuerdo / de vuestro canto de anoche»). Es más que emoción humana. Hombre y poesía juntos en una simbiosis de gracia para trazar un camino de esperanza ante tanta pesadumbre.

No sé si se difuminan como mantiene el editor «realidad y sueño, sujeto objeto», pág.162, en Libro de las alucinaciones, más bien se necesitan, se aúnan, no pueden separarse; pero menos que haya perdido «el sentido de la realidad » como mantiene el sr. Cañas,, citado, pág. 163. Son meandros en su río poético. Es crear como la naturaleza hace un árbol esa realidad imaginada que tiene unos aposentos en qué basarse para constituir una obra de arte en ese «imaginar y recordar«( «imaginar y recordar me llenan / el instante vacío»), hasta ese dolorido sentir «Ya no me importan nada / mis versos y mi vida». Es la poesía del intimismo, del yo abstraído en permanente esencialidad para llevar lo más recóndito del ser humano. ¿Por qué huye el poeta? ¿Por qué busca lo inconcreto? Estamos, tal vez, ante el límite; esa búsqueda del yo trasmuta en alucinación.

Después de tanto tiempo aparece Agenda. Sorprendió. Son 27 años de distancia con el anterior, aunque «la mayor parte publicados en revistas…», pág.177. No sé, si el libro cayó en tierra abonada como apuntan algunos críticos aportados por el sr. Pisonero, págs. 177-182. Más bien, no llegó al público, al menos para el que suscribe esta reseña. Pero, aunque solo sea por la excelencia del poema Lope. La Noche. Marta, es más que suficiente para tenerlo en la cúspide poética de la segunda mitad del siglo XX, de ahí mi extrañeza de que no se haya publicado entero porque es el mejor, el estandarte del libro Agenda, págs. 184-185. Es un Hierro entregado a Lope, a su poesía hecha de trozos de cielo, desnuda, de carne viva, a su capacidad de amar, a esa exigencia, «Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar». Grande, Hierro fundido en Lope. En el poema se avizora a un Hierro que desea fundirse con Lope y Marta. Creo que estamos ante uno de los poemas de más carga emotiva de la literatura, que es redondeada con el verso final y esa declaración de amor: esos ojos verdes que hacen oír el mar, en los que Lope desea incrustarse. Esos ojos verdes que le hacen oír el mar transportan serenidad, placer, encuentro, más allá. Identifica los ojos de Marta con el mar, que es sinónimo de final amoroso, de paz. No es solo cuerpo de mujer; es algo que se nos escapa de nuestro nuestro ámbito existencial. El amor no solo material sino también espiritual; más allá de la situación terrenal. José Hierro ha sabido captar el verdadero amor de Lope-Marta.

 Por si faltaba poco, la explosión mediática le vino con la publicación de Cuaderno de Nueva York; fue el más vendido-tengo dudas que fuera tan leído-, pero sí fue el que coronó toda una obra, la excelencia. Hay un poema que se adentra más que el resto por su profundidad, por su hermandad, por su silencio sonoro, por su inteligencia, por su más que recuerdo: «Cantando en Yiddish». Las hojas disecadas son la memoria cual resurrección de pascua florida.

El último verso del segundo terceto del soneto Vida, «después de tanto todo para nada» es de una persona que ha sufrido mucho-quizá por tantos- en el que se apoya el título del libro contribuye en demasía a la negatividad de la vida cuando debería ser lo contrario, un grito de rebeldía para extender la vida como un privilegio, como una dádiva, y así recordar al poeta culterano «que se nos va la pascua, mozas, que se nos va». O el renacentista Garcilaso, «Coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado…». Es la alegría de vivir.

En la poesía de José Hierro se enhebran musicalidad, plasticidad, vivencias hasta llegar a la máxima cota poética; es su tiempo, es su fe de vida. Sus palabras pletóricas de canto quedan cinceladas para la posteridad, para los que saben escuchar, para los que miran en el espejo más interior de la persona, para los que buscan el paraíso perdido; en ese donde reine el hermanamiento, la solidaridad eterna, quiere que nos encontremos. No fue otro el objetivo de su poesía.

Lo primordial es que canten las palabras, que el camino esté henchido de literatura, de poesía, de perfección, que nos sintamos partícipes de esa belleza con la que escribimos o amamos.
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Poesía

POEMAS DE LAS LETRAS HISPÁNICAS

POEMAS DE LAS LETRAS UNIVRESALES

Antologías necesarias en el siglo XXI para no perder la esencia de la poesía bien hispánica o bien universal. Eran necesarias ambas ya que se remontan la hispánica desde siglo XI hasta hoy, y la universal desde 2500-2000 a. C., cual Bíblia poética para tenerlas cerca. La editorial siempre atenta a lo imprescindible como fundamentales para el pensamiento y lucidez literaria.

La breve introducción, de apenas diecisiete páginas, contribuyen a una lectura sosegada de los poemas seleccionados. En las primeras líneas nos recuerda el editor Viaje del Parnaso (1614) cervantino para decirnos qué significa el infinitivo canonizar. «Los aguijones de la crítica» solo pueden venir de personas celosas, inanes ante la poesía, con estos hay que contar pero que aportan poco. De todas formas queden los versos cervantinos (…»pero con los demás, sin duda alguna, / pródigo de alabanzas anduviste», pág. 42). Lo sublime es lo que permanece y nos ayuda en este camino existencial. Lo que pretende el editor es nítido: «se trata de concebir y, por tanto, de recibir esos libros que llamamos antologías, de la relación que guarda sus génesis con los lectores». El editor nos advierte, también, de que «una antología de carácter panorámico, como lo es esta, tan solo puede ser recibida hoy mismo con una perspectiva crítica que anda todavía teñida de consignas, afiliaciones de carácter estético sobre todo cuando al siglo XX nos referimos», pág. 49. El problema radica en que, a veces, se critica sin haber leído totalmente una obra. No es de recibo, y más si hablamos de antologías. He aquí el mal.

Para configurar la introducción, el editor se apoya en una septena: La antología como libro nuevo, como abreviación, como síntesis, como presentación, de urgencias, guía de lectura, libro de texto, de la historia literaria. En esta apostilla que una antología sale para «resistir», «de pervivir en el tiempo», «aunque dicho privilegio no esté en sus manos, ni tampoco en la de los lectores que le son contemporáneos», pág. 41.

Si los poemas hispánicos fueron un acierto en la selección no menos son los universales; son poemas escritos en otras lenguas que no son la castellana pero con traducciones en el ámbito de la perfección, como apunta el editor «son traducciones en la misma medida en la que es un antología de poesía universal», pág.36. Una muestra grandiosa, sin más. Para el que suscribe estas líneas al ver algunos me ha alegrado porque parece que estaban en el desván sin que se viera el resplandor; por ejemplo, los libros de Elizabett Barret: Son una delicia que ya dejé mi admiración en la reseña del libro Aurora Leigh del que el editor ha extraído algunos versos del quinto. Impresionante, otro libro para la eternidad. Es una obra que hay que leer de vez en cuando.

Los poemas universales seleccionados provienen por orden de presentación de la poesía acadia sumeria, griega, lírica griega arcaica, erótica griega, Casia de Constantinopla, Bizantina del siglo XI. Poesía latina. Poesía China, poesía china,a.C.. siglo XX. Poesía árabe, italiana, portuguesa, francesa, rumana, inglesa, alemana, poesía griega moderna, polaca, rusa. En la exigua introducción nos recuerda con firma de Yves Bonnefoy que «el punto de partida del traducir, no es la causa sino la consecuencia de las traducciones». Y da rienda suelta en las líneas finales de lo que ha pretendido con esta edición: «una antología de traducciones en la misma medida en la que es una antología de poesía universal traducida», pág.36. Un viaje al conocimiento de todos los tiempos en los que la literatura es una luz destellante en sus diversas lenguas con transmigración a la castellana.

Si bien es cierto que ninguna antología puede quedarse quieta, esta es de lo mejor que se ha publicado por lo menos para el que suscribe estas líneas. Casi al final de esta introducción con severidad por si todavía no se ha entendido lo que se pretende lo vuelve a recalcar: «No se trata tanto de vaticinar el futuro como de hacer una proyección, desde el presente de la antología, acerca de las lecturas que pervivirán o que serán fundamentales para entender una época literaria», pág. 49. En la nota treinta y cuatro de los Poemas de las letras Hispánicas resume la cantidad de poemas: «Se trata de una selección de cuatrocientos poemas: cincuenta de la Edad Media, cien de los Siglos de Oro, cien más de los siglos XVIII y XIX, y ciento cincuenta del siglo XX, alguno publicado ya en nuestro presente siglo XXI».

Toda una transparencia, digna de admirar, para los/as posibles lectores para que conozcan la verdadera realidad de esta antología única con el afán de perdurar con treinta y cinco notas a pie de página, más catorce de los poemas universales, extensas y aclaratorias en clave docente como punto final con trescientos poemas seleccionados.

Ruiz Casanova, Joé F., (ed.). Poemas de las letras hispánicas. Madrid, Cátedra, 2023, págs. 701

Ruiz Casanova, José F., (ed.). Poemas de las letras universales. Madrid, Cátedra, 2023, págs. 542

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Poesía

Poesías de Leandro Fernández de Moratín

Cuando se lee o se escribe de la Ilustración española uno de los literatos que nos viene a la memoria en poesía y teatro-«obsesiones irrenunciables»- es Leandro Fernández de Moratín por su esfuerzo en renovar la estética neoclásica. En esa estampa literaria lo contemplamos.

En una edición cuidada de la editorial Cátedra podemos leer sus Poesías. Y antes una excelente introducción de 195 páginas para situarnos en lo que supuso el contexto de la obra. Cuatro apartados lo conforman con los títulos: Vivir, tal vez soñar, morir. Clasicismo contra nuevo culteranismo: acalófilos y galo-salmantinos. Una manera clásica de entender la poesía. Variaciones sobre el tema clasicista: un modelo neoclásico. El editor nos aporta al final 1698 notas que nos sirven para aprender, aclarar todo un trabajo de investigación bien hecho.

Es plausible las observaciones e importancia, que hace el editor (pág. 53), del poeta extremeño Juan Menéndez Valdés en la poesía de Fernández de Moratín. Esa fuerza filosófica y amatoria con la búsqueda de la palabra exacta, la siente en su poesía. Fue su poeta preferido. Fue «un ejemplo de la perfección a que pueden alcanzar los talentos unidos al buen gusto y los estudios», pág.83. Lo encumbra para que se le recuerde dentro de la mejor lírica castellana. Moratín no entendió su exilio, su postergación por los de siempre, que no entienden, no saben, ni quieren magnificar a una gloria cultural. Se hizo todo lo contrario al homenaje que mereció Meléndez Valdés en vida. Tampoco se puede olvidar la importancia de Homero en todos sus aspectos en los que cabe lo sublime. Moratín sintió lo homérico y de hecho se refleja en algunos poemas, no solo en el esmero de la forma. El lenguaje poético debe conducir a la esencialidad del tema propuesto y si hay que recurrir con mirada crítica a los que han precedido se hace, y siempre en donde predomine la llaneza, la claridad.

El bagaje de estas poesías abarca lo que se podía denominar lo más cercano a lo humanístico bien sea el canto a la amistad, al amor, a la muerte, a lo consuetudinario, al recuerdo, la fugacidad de la vida, al costumbrismo personal, las preocupaciones por la transformación cultural, lo histórico, el anhelo de la ilustración, con la impronta literaria en sus diversos géneros poesía, crítica, teatro, las epístolas. El lector/a se dará cuenta de las formas empleadas una vez se acerque. No podemos olvidar que también se adentró en lo espiritual, en la poesía religiosa, en concreto en las tradiciones de la religión cristiana-la fuerza poética a la Virgen en diversas manifestaciones-, la misericordia de Dios, el juicio final.

A pesar del rigor con que se muestran las Poesías sueltas (págs. 219-368)…y otros poemas ( 371-461), y de la coherencia del autor al mostrarlas, me he permitido comenzar a leer el último poema titulado «Elegía. A las musas». El primer verso «Esta corona adorno de mi frente» ya nos anuncia el carácter literario con que emprende la elegía de lo que leyó como recuerdo, manantial con que se viste el poeta que en el segundo verso, por si había alguna duda, se aclara aun más: «esta sonante lira, y flautas de oro«; todo un referente nítido. El último verso corona toda una trayectoria para que no quede en olvido: «ocultad entre flores mis cenizas», pág.368. Con las notas descubiertas por unos y otros que van de la 1124 a la 1142, págs. 562-563, son capitales para entender el magistral poema.

El primer poema-soneto viene a mostrarnos la fijeza de su mente en la poesía por encima de todo, exigiendo ayuda a un amigo («Pero si tú, mi amigo generoso, / la cumbre me señalas eminente), para hallar la sabiduría poética en el último terceto («veré de lauros coronar mi frente / suspenso al canto el coro de las musas»). Apremia la totalidad, la entrega poética, que ya sintió «desde la tierna infancia mía». No me cansaré de repetir que muchas de las notas propuestas por el editor nos dilucidan las dudas que podamos tener por lo que representan algunas de las palabras en su contexto referente al clasicismo y, sobremanera, a Homero-incluye nueve odas del poeta-.

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Fernández de Moratín,L., Poesías. Madrid, Cátedra,2023

Poesía

La poesía experimental de E.E. Cummings

Leído o no, Cummings ha contribuido a ensalzar la poesía en lengua inglesa, y los lectores de los Estados Unidos han destacado para que el candelabro poético estuviera enhiesto durante un tiempo, (…»uno de los poetas más desconcertantes, controvertidos y complejos de la literatura norteamericana de la primera mitad del siglo XX»). Ahora, en esta edición bilingüe, tenemos la oportunidad de leer a este poeta tan distinto por sus formas y temas; lo heterodoxo literario iba con él.

En esta poesía no cabe lo superficial, y si te adentras de esa manera caerás en lo desapacible, en lo etéreo y no te aprovechará. Si el poeta ha sabido llegar a muchos lectores será por algo. Recuerda que hallarás dificultades, que quizá no entiendas a la primera; la poesía experimental va por otro camino poético, de ahí su dificultad. La vanguardia en todo tiempo y lugar entraña aspectos que nos conmueven y, a veces, nos desconciertan como, tal vez, sea el caso.

Conviene leerse y detenerse en los pormenores del poeta que traza la editora con el título ( Vida de un artista, La poesía experimental de Cummings, Poemas-imágenes: lo visual en la poesía…, El uso del verso libre y otras formas poéticas, etc.), para comprender mejor la poesía experimental que se nos ofrece. Aunque algunos poemas son más difíciles de entender, el leguaje es sencillo, pero al aunar unas palabras con otras nos chocan y debemos pararnos para así intentar comprenderlos. Con acierto, Eva M. Gómez nos apunta «las largas conversaciones sobre literatura que a menudo mantiene con Dos Passos y la oportunidad de conocer en persona a Ezra Pound...», pág.17, son capitales en la formación del poeta, en ese aprendizaje para enlazarlo con las cualidades innatas. De manera que su reconocimiento por la crítica no se hizo esperar, incluso su libro ¡No Thanks!, en un principio rechazado por editores, se convirtió en la base de su poesía posterior. Con el tiempo, Cummings se aupó «en el segundo escritor más leído en Estados Unidos, solo por detrás de Robert Frost«, pág.28.

Sirvan, como ejemplo dos, poemas del final del libro; uno de 1918 de la estatua de la Libertad. en Nueva York; y el otro de Poemas tardíos del período, 1930-62

Da igual que la crítica haya establecido varios estilos en su producción poética. Los/as lectores perciben si estamos ante lo puramente lírico, dramático, cubista o satírico. Ya con el término experimental es más que suficiente. Sí es nítido que rompe con las convenciones literarias del siglo XX, y sin duda en unos poemas más que en otros. Lo primordial es la lectura; sin embargo, marcado eso, no es óbice para que tengamos en cuenta algunos hitos propuestos por la editora, por ejemplo, «el uso relativamente frecuente de un registro coloquial o vulgar para algunas voces poéticas», pág. 33, y otras licencias poéticas lógicas en la poesía., aparte de la vanguardia, deteniéndose en el futurism y el cubismo.

Sirvan, como ejemplo dos, poemas del final del libro; uno de 1918 de la estatua de la Libertad. en Nueva York; y el otro de Poemas tardíos del período, 1930-62.

Cummings, E.E., Poesía experimental. Madrid, Cátedra, 2023, 380 págs.


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