Poesía

La tierra baldía de T.S.Eliot

No sé si se ha tenido en cuenta la lectura en 2022 de La tierra baldía al cumplirse los cien años; al menos, se le ha recordado; la dificultad de esta poesía es una de las claves que debemos tener presente más allá de la transcendencia, ya de por sí ardua e ignota cuando nos detenemos en el alma que va más allá de lo que podamos pensar.

Aun así, la excelsa introducción puede servir para disipar alguna duda, por lo que es necesaria su lectura antes o después de adentrarse en la complejidad de La tierra baldía, en edición bilingüe. Uno de los datos que nos aporta Viorica Patea es la importancia de Dante en el pensamiento de Eliot («Dante era el ideal a través del cual medía el presente», pág.25). El poeta italiano supo asimilar la teología con la mitología; eran tiempos en que lo transcendente, lo espiritual, iban mucho más allá de lo terrícola. Tampoco se puede dejar en saco roto la formación del poeta en París, símbolo de vanguardias artísticas en aquel entonces. Filosofía, literatura, cristianismo se adornan para conseguir un vitalismo que haga surgir, unido a un pensamiento crítico, así como a puntales místicos que se agolpaban en su mente. Tampoco podemos desgajar el sufrimiento interior y las penurias que el poeta tuvo que pasar para poder sobrevivir un tiempo; sin duda su poesía recoge esa interiorización, ese ahondamiento que solo se puede traslucir con la palabra poética. El imperativo pronunciado por E. Pound «leedle» es necesario más que nunca (Asistió a los funerales en la abadía Westminster, 1965, y eso que tuvo que desplazarse de Venecia a edad muy avanzada). A la historia han pasado sus tres libros capitales que hay que releer, incluso en tiempos convulsos: La tierra baldía (1922), Miércoles de Ceniza (1930), Cuatro cuartetos (1943). Es el mejor homenaje que se le pueda tributar después de tanto tiempo.

El libro está estructurado con partes clarificadoras para poder entenderlo mejor. Estamos ante una introducción muy extensa (págs. 7-219), pero necesaria y brillante. Después, los poemas de La tierra baldía (págs. 241-293). En tercer lugar, las «Notas a La tierra baldía» (págs, 274-293). En cuarto lugar, las esclarecedoras «Notas a esta edición crítica» (págs. 295-335). En quinto lugar, un ampuloso «Apéndice» (págs. 337-409). Todo un hecho que nos puede da una mejor visión del libro.

El primer poema «El entierro de los muertos» denota ya, no solo cultura, también ahondamiento intelectual ante hechos que intenta descifrar. Tanto las notas que aparecen al final de poema como las que nos recuerda y amplía la editora nos conducen a hechos pasados en los que ha bebido el poeta (Ezequiel, Eclesiastés, Tristán e Isolda, Inferno, Baudelaire. La editora en una extensa nota con el título «El entierro de los muertos» nos da a conocer «el origen de las leyendas del grial con los antiguos ritos de fertilidad», así como las referencias «al motivo de la tierra baldía»).

El primer poema consta de 75 versos, y el 76 es un verso extraído de Las flores del mal, por si había alguna duda de la idea que quiere transmitirnos; ya el primero te retrotrae («Abril es el más cruel de los meses, hace brotar….), hasta el cuarto quedas como en suspenso en el que surgen atisbos de esperanza «con lluvia primaveral». Esta expresión como evocadora de un nuevo renacer de la naturaleza que ha permanecido casi dormida en la época invernal. Evidentemente, choca con al adjetivo «cruel». El final te destroza, otra vez, y te hace ser copartícipe del hastío, de la soledad, del mal existencial. No podía faltar, tampoco, el recuerdo de Dante («A veces suspiraban con presteza / cada uno con la vista fija a sus pies»,,,). Tal vez la simetría entre lo que observa en la actualidad y la época medieval. De todas formas, en todo el poema subyace la negrura y la luz; la muerte y la germinación; o la muerte como la resurrección. En definitiva, postrados ante la muerte-vida («muerte en vida y la vida en la muerte», pág. 108). Y la pregunta, ante la simiente (qué árbol, qué planta, qué trigo nacerá); o también la persona destinada a la tierra, a ese invierno,¿ resucitará, como lo hace la naturaleza o permanecerá en tierra baldía? Si lo pensamos, fuera de la fe, no está resuelto. Simplemente nos hace reflexionar y recurre a con el último verso a Baudelaire en Las flores del mal: «hipócrita lector, mi semejante, mi hermano».

El último y extenso poema con el título «Lo que dijo el trueno», los fragmentos desprenden dinamicidad, rapidez, a la búsqueda de lo que cuece, a través del tiempo, en lo intelectual del poeta. En las notas a La tierra baldía en la parte V se nos dice que aparecen tres temas: el peregrinaje a Emaús, la aproximación a la Capilla Peligrosa y el presente declive de la Europa del este. El primer fragmento nos evoca a la figura del Cristo que se nos ha transmitido como agónico, como final («Tras la antorcha roja en sudorosos rostros / tras el silencio escarchado en los jardines / tras la agonía en los pedregales…». A los cristianos nos recuerda al prendimiento de Cristo en donde oraba según el evangelio, a su sufrimiento, su conducción al palacio del sumo sacerdote, después ante Pilato que le debe juzgar, su muerte y resurrección. Pervive en este fragmento la vida como muerte y esta como vida.

El segundo fragmento es más extenso que el primero («No hay agua aquí, solo roca / roca pero no agua, y el camino de arena / que serpentea hacia las montañas / montañas de rocas sin agua….»). No hay vida, todo es sequedad, soledad, baldío, inerte, despojado de lo que da vida, de lo que nos hace seres vivos. Incluso se alude al «trueno estéril sin lluvia»; termina con el verso «Si hubiera agua«, con esa necesidad imperante del agua como vida; idea que va a proseguir en el tercer fragmento («Y no roca / si hubiera roca / y también agua / y agua / un manantial / una poza ente las rocas«). El poeta trae a colación el pájaro que probablemente le hizo feliz al evocarlo en medio de la naturaleza ( » Donde el zorzal ermitaño canta entre los pinos». El agua como más que necesaria. El último verso de este fragmento lo dice todo: «Pero no hay agua». Es la oscuridad total.

En el siguiente fragmento se quiere recordar lo que da movimiento y esperanza con un interrogativo: «Quién es el tercero que camina siempre a tu lado ?/ Cuando cuento, solo estamos tú y yo / pero cuando levanto la vista hacia el camino blanco / siempre hay otro caminando a tu lado«. Es la trascendencia que nos insta a huir a otra realidad. Pero, inmediatamente, otra vez el poeta se sumerge en el caos, en las revueltas, en una Europa a la deriva ( «Qué es lo que suena por el aire?)Y enseguida su educación cristiana («Murmulla de lamentación materna«) al recordar a Cristo:»….no lloréis por mí…».

Y así va desgranando con las evocaciones a la literatura, lugares, Salmos, evangelio, San Juan de la Cruz, Dante-Infierno, Purgatorio-, Venus, Kyd- Spanish Tragedy-, historia, etc, y el espíritu cristiano que anida en toda la obra. El final del poema y de la obra se nos muestra como descanso, sobre todo intelectual que nos deja perplejo ante tanta sabiduría y trascendencia a la que quizá estemos abocados ( «Me sentaré en la orilla / a pescar, a espaldas de la árida llanura / ¿ he de poner al menos mis tierras en orden ? (…) / estos fragmentos he reunido sobre mis ruinas / entonces yo os serviré, no se hable más. Jerónimo está loco, otra vez). Ahora sí, todo lo nombrado. todo lo agavillado ha servido para la esperanza de la trascendencia, el umbral para marcharnos con la idea de que no todo morirá. El último verso- Shanti shanti shanti- nos trae el sosiego definitivo, la paz añorada después de tanto sufrimiento-aunque solo sea intelectual-; la editora corrobora esa tranquilidad con Eliot-y traduce el término por «la paz que supera nuestro entendimiento», en alusión a las palabras de san Pablo a los primeros cristianos: » Y la paz de Dios, que sobrepuja a todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús». En sánscrito, shanti representa la finalidad de la verdad contemplativa, pág.335.

El Apéndice consta de 71 páginas. Conviene leerlo porque a veces pasan desapercibidos poemas, artículos, ideas que contribuyen desde otra atalaya a ver la importancia de la literatura en los siglos que nos han precedido por la cantidad de imágenes que aportan y por el estilo amasado con palabras cultas. Enriquecedor son las ideas que aporta T. S. Eliot del Ulises de James Joyce con el título «Ulises, el orden y el mito». Parte de que el libro «es la expresión más importante de nuestra era». La grandeza con que lo escribe debe crear lectores. La idea en las primeras líneas son suficientes: «… me ha proporcionado toda la sorpresa, el placer y el terror que podría necesitar, y ahí lo dejo», pág.339. Y añade, poco importa; no entra en el debate si el Ulises «debe ser concebido como novela; y si preferimos llamarlo épica, tampoco importa».

Completan este «Apéndice», G. Chaucer, Baudelaire, Shakespeare, Webster, Spenser, Marvell, Goldsmith, Froude. san Agustín, El sermón de Buda, En el camino de Emaús, Shackleton, Upanishad, Pervigilium Veneris, Gérard de Nerval, Thomas Kyd. Todo un compendio de sabiduría que es necesario leer con pausa, en inglés o castellano.

Eliot, T, S.,La tierra baldía. Madrid, Cátedra, 2022, 412 págs.


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Poesía

Poesía de José Agustín Goytisolo

Ante la poesía de José Agustín Goytisolo siempre me vienen a la memoria los versos «Prefiero que recuerden algunos de mis versos / y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo«. Se los oí, por vez primera, en los Cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid en San Lorenzo de El Escorial, y después los leí con una lectura más sosegada en el libro Cuadernos de El Escorial (1994). En el fondo dejaba entrever, de viva voz, que es el poema el que debe permanecer. El recuerdo de Catulo se trasluce como también manifestó. De hecho lo son después de tanto tiempo; leemos o canturreamos lo que lanzan al viento los diversos cantautores. Hoy, en esta excelente novena edición, Carme Riera nos lo recuerda en 2022 con detalle minucioso. Estamos ante una edición que fue «preparada por José Agustín Goytisolo». Aquí está todo su haber y tal como él quiso desde El retorno (1955/ 1996) hasta Las horas quemadas (1996).

Ejemplar es el itinerario poético que realiza Carme Riera en esta edición memorable y llena de sabiduría no solo de los versos, también nos adelanta sus estudios, sus compañeros, sus ideas que evidentemente van a tener una influencia capital en su vida y en su poesía. El éxito que obtiene con el premio Boscán, publicado con el título Salmos al viento constituye la base de su poética de lo que vendrá después con su compromiso poético ante la realidad que observa. Hay un hecho que no puede pasar desapercibido como fue el homenaje a Antonio Machado en febrero de 1959-como compromiso social- donde está enterrado, así como «Conversaciones Poéticas de Formentor» en mayo de 1959, y cómo no, los «Jueves poéticos» del Ateneo de Madrid en el que tenía plaza por derecho propio José Hierro. Por cierto, todavía se mantiene en el siglo XXI.

El encaje en lo que se ha llamado la generación de los años cincuenta cumple con lo que se proponía el poeta: elevar a categoría de la experiencia lo cotidiano, lo consuetudinario, sin perder de vista a Machado; como dato esclarecedor Veinte años de poesía española de Castellet estaba dedicado al poeta sevillano; la poesía social y compromiso se dan la mano con el realismo crítico, con un común denominador que llegue a todos.

Si queremos ser partícipe de esta poesía en toda su plenitud quizá sea necesario la lectura de cada uno de los libros que se nos traza en la edición para después adentrarse en el texto poético. Una vez leído el itinerario poético y El retorno, tal y como se nos muestra, es el momento de leer los versos que incluyen el libro del poeta, Y así con todos los libros; las ideas y comentarios son necesarios para poder entenderlos, de ahí la importancia y acierto de la edición; al menos para mí han sido capitales para llegar al jugo poético; por ejemplo, en El retorno se aclara que sin nombrarla está su madre; una evocación, pero también un vacío, una necesidad desde el primer verso al último. Comienza con el aleteo de muerte («lloré en silencio ante tanta muerte») y termina con la mirada profunda, verdadera («a través de mi cuerpo / tu mirada hacia el fondo se mantiene». Ya antes en otro poema había hecho alusión a los ojos (» Yo recuerdo tus ojos / cuando hablabas del aire»). La mitificación se trasluce en todos los versos, la memoria le emociona, la siente cercana. Sin duda me refiero a los poemas que aparecen en la edición.

Un vuelco nítido le absorbe; su poesía se enreda con lo satírico y publica Salmos al viento (1958-1980), uno de los libros más conocidos y bien tratado; lo quevedesco tiene su rincón. El recurso literario consigue adentrase más en la realidad a través de la parodia, la ironía, la sátira; esta impronta también la podemos observar en lo que se ha considerado la generación de la década de los cincuenta; admito con matices.

Me cabe hacer constar, por los motivos que sean, que este libro es de los más nombrados, tal vez leídos. Las doce composiciones está precedidas de citas bíblicas-unas del Antiguo Testamento y otras del Nuevo-, y a partir de ese contexto reviste su poesía. Esta inclusión es esencial, y así nace la intención paródica. La intertextualidad se alza para aludir momentos, personas, ideas. No sorprenden los varapalos que intuimos y siempre basados en el pensamiento cristiano que aprendió en sus estudios en los colegios religiosos en los que estuvo: jesuitas y «la salle». Así, en «Los celestiales» con la cita bíblica «No todo el que dice: Señor, Señor, / entrará en el reino…«, alude a los poetas de bajo nivel y aposentados en el régimen: («…y componer hermosos versos vacíos sí pero sonoros / melodiosos como el laúd / que adormezcan que transfiguren / que apacigüen los ánimos ¡qué barbaridad!»). Su pensamiento es nítido. También en el último «El profeta» con la cita bíblica «Yo saciaré mi furor contra la gran pared…» arremete contra las instituciones culturales como lo académico universitario o el Consejo Superior de Investigaciones Científicas («Entonces el profeta rasgó sus vestiduras /entró en ayuno y cubierto de ceniza y excremento / permaneció setenta días. Luego abandonó el llano / y caminó hacia la ciudad. Allí calle y paseo, plaza y plaza / arribó al sitio en donde los varones / sapientes se reúnen en donde son discutidos / los asuntos es decir al Consejo Supremo / de Disquisiciones Metafísicas»).

En esta edición, Carme Riera dedica treinta páginas a resaltar «Las entregas poéticas» con el título «Apéndice», para permitir «al lector conocer someramente la evolución del autor catalán, atendiendo especialmente a las primeras ediciones hoy inencontrables».

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Goytisolo, José Agustín, Poesía. Madrid, Cátedra, 2022


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Poesía

A vueltas con el poema «La viña del Tinajero» en Valdearenales

Félix Rebollo Sánchez

«Endenantes fue la joya de los buitres, / de los lobos y los cuervos»

El dístico ya nos previene de la peligrosidad del lugar y de misterio; una persona como Joaquín Chamizo- padre de Luis Chamizo- que se atreva a roturar esa tierra es de alguien que su pensamiento vuela más que esos cuervos que pululan por los cielos y desean aposentarse sobre la cúspide  virgen; pero que quiera convertirla en una viña va más allá de lo cercano; esa fantasía que le vino quiere hacerla realidad; el jolgorio, la imposibilidad de tal idea corrió de boca en boca, y lo mínimo que se decía este tío «está pirao» («... fue la chufla de to´el pueblo«. El dicho «zapatero a tus zapatos» fue común, y encima un tinajero «Güérvete pa tu Sanroque deseguía,/ güérvete pa tus tinajas, tinajero»; qué sueño tan «estartalao», hasta a alguien se le ocurrió decir que «los lobos se reían, / ajullando desde lejos«.

Con la voluntad que poseía ante la adversidad, el tinajero fue haciéndose realidad lo soñado y lo más sorprendente «Jizo un jorno pa cochuras de ladrillos / y una casa para tener allí un socuello». No solo iba triunfando la voluntad, la perseverancia, también la creatividad se adueñó de todo; a esto no llegaban sus paisanos. No todo el mundo tiene las mismas capacidades, y sobre todo cómo el arte revela al alma del artista; y aquí es donde nace lo prodigioso del pensamiento, las manos y las herramientas.

La memoria no puede ser débil, hay que extenderla, hay que trabajarla para el recuerdo de lo que fue un momento de la historia. En una sociedad globalizada, el reconocimiento de un lugar y de unas gentes austeras hay que reverdecerlas, hacerlas vivientes; estamos ante el dibujo de una perspectiva del sentimiento humano (» …el que jizo que su nombre resonara / por la gran revolución der sus inventos / ondiquiera que las cepas dieran uvas, / muchas leguas en reondo de su pueblo, / no podía consenti que tropezara / su tresón, qu´era más jujerte que los jierros, / en los roscos, chaparreras y congojas / de la joya de los cuervos»).

Poco más de once kilómetros separan Valdearenales-Guareña: esa distancia asombra para los que se animan a practicar senderismo, ruta agradable a la vista con el recuerdo presente siempre de nuestros antepasados que hicieron más de lo posible, y a lo lejos el triunfo de un hombre hecho de naturaleza, ejemplo para los que no entendían, no sabían que la sabia nacería («...y las cepas dieron uvas / remojás con el süor del tinajero«). No podía faltar la música para que quede para la posteridad esta obra grandiosa, poderosa, para que el  verso anuncie la alegría, la placidez del lugar ( «El regacho Laguadú pasa cantando / cantarcinos y tonás que yo no entiendo«). Notamos cómo la naturaleza, en este caso el agua, produce una música natural, placentera entre veredas transfiguradas con meandros anunciadores de otras formas de vivir. Bosques y valles se dieron parabienes al oír la cadencia del manantial.

Desde la cúspide se observa con estrofa cantarina y luminosa «el lucío plantonal del tinajero, / qu´endenantes fue la joya de los buitres, / de los lobos y los cuervos”. Aquella tierra feroz, ahora se ha convertido en feraz, fértil, paradisíaca para la vista, para el disfrute después de tanto tiempo. En aquel sueño ya el hacedor percibía fragancia. En ese sendero áspero también se pudo llegar a las estrellas que alumbran.

El paisaje como protagonista es capital en ese caminar en el que la imaginación se apodere del poema y surja el deleite hacia donde nos dirigimos, que es lo que está vinculado a la propia vida del artista. El hecho en sí es como una invitación a la lectura como alimento, siendo consciente de que todo es un valor social del patrimonio cultural literario que favorezca su protección, uso y disfrute. La mirada humana reflejada en la naturaleza, espejo de un espacio natural acorde con la obra artística, en este caso la viña descrita en el poema. Pero no es una mera descripción, sino que las palabras se combinan para producir un efecto claro; exactamente como las notas de la música nos producen armonía o hechos que nos hacen reflexionar para comprender mejor; en definitiva, algo que el poeta quiere cincelar en la mente de los lectores,

El poema nos tiene que servir para un turismo cultural sostenible con una idea nítida: ecosistema mejor, más estable. Esta aventura literaria empieza con la ilusión que nos ha creado la poesía de la viña de tinajero, y en el horizonte su alma, que es en lo que nos apoyamos en este caminar para orientarse al hilo de los versos que se erige en lo salvífico hecho canto como si brotara de la tierra roturada.

La realidad-ficción debe ser útil como una experiencia única y enriquecedora para volver pletóricos de naturaleza y podamos compartirla para que la dualidad paisaje-espejo sirva para mirarnos y sin miedo lo propaguemos. La búsqueda de la memoria histórica y literaria a través de unos parajes que en otro tiempo fueron hollados por otras gentes cercanas a nuestra forma de vivir. Vida real y ensueño que nos permite estar vigilantes.

Si “necesario es crear”, como nos apostilló Pessoa, estamos ante un Chamizo, ingeniero del verso, que nos invita a la contemplación y esta evocadora de un más allá con el ritmo sonoro en el que la naturaleza y mente se aúnan. Así, con la decantación de un estilo personal. la naturaleza se yergue. Seamos, por tanto, fieles a una época única, distinta. No olvidemos que la autenticidad de la poesía, es decir, lo que sentimos al leerla o declamarla- en este caso la viña del tinajero- sale de nuestro interior; el poeta García Baena escarba y ventea que ”la poesía hace que la libertad se derrame como un gran fuego sobre los hombres”. Lo que transmiten los versos chamicianos brotan de la observación del entorno y cristalizan en el proceso de la creatividad poética; es, en definitiva, la transformación de un paisaje humanizado. Es la celebración de la contemplación con la palabra para guiarnos hacia el conocimiento y la verdad; es la literatura la que perpetúa la historia del paisaje; lo perenne mece la mirada; es cuando, como nos recuerda Juan Ramón Jiménez “tiene el alma un descanso de caminos / que han llegado a su único final”. Si quedamos pensativos ante los versos machadianos en torno a Soria con sus «colinas plateadas, /grises alcores, cárdenas roquedas / por donde traza el Duero / su curva de ballesta…», también esa intensidad emocional la hallamos en este rincón extremeño exuberante de vida, de armonía con paisaje musical. Sepamos cantarla.

En el aire siempre quedará lo realizado, el alma del artista, que aviva, una y otra vez, cuando nos acercamos a la lectura del poema, como en perpetua fluencia al lado del creador para que no se extinga ese camino de sabiduría , que un día se trazó y hoy disfrutamos. Santo Tomás nos advierte de que «son hermosas las cosas que complacen a la vista». Muy lejos de nuestra imaginación subyacen, también, otras formas que nos inclinan a ser partícipes, aunque solo sea con la lectura y el recuerdo de un autor que tuvo la certeza vívida de haber compuesto lo que soñó; las imágenes se alzaron sobre él y la expresión se hizo realidad en unos versos que hoy perduran con prados verdes, soleados, vivientes que antes fue lugar salvaje. Pasarán los años, pero no se deshará la memoria del paisaje, hoy acogedor.

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Poesía

Senderos

Hace algún tiempo me mandaron por correo el libro Senderos, lleno de vida; es esta la que nos lleva a la añoranza de lo que fue canción; a buen seguro que la autora fue más lejos, algo más de los/as lectores, ya en el siglo XXI; tal vez no lleguemos a alcanzar su total sentimiento por el tiempo transcurrido desde su publicación en 1957; ante el acto poético, en todo caso, debemos estar genuflexos si es que la naturaleza te ha dado esa cualidad humana como es el sentir la poesía. La pasión por la palabra hermosa, juntamente con su vitalismo, es el sustento de la poesía.

Con motivo de «el centenario de El miajón de los castúos» se han reeditado varios poemas de María Victoria Chamizo con el título de Senderos por su hija Victoria Díez Chamizo-nieta del poeta universal Luis Chamizo-, como homenaje a su madre, que falleció en 2019, María Victoria Chamizo, además de poeta, tuvo una columna habitual durante muchos años en El Faro de Ceuta. Me cabe hacer constar el espíritu que anida en la mente de su hija al leer el prólogo, y, sobre todo, el final: «Querida madre, ¡cuánto me hubiera gustado que hubiera visto esta edición!». Victoria Díez Chamizo. Barcelona, junio de 2021.

A la edición de 1957, José María Pemán coronó la poesía con un poema en que pregunta en los tres primeros versos «Dime, Victoria Chamizo, / ¿de dónde viene el hechizo / de tus cantares?». Exactamente es lo que sentimos cuando abordamos cada uno de los poemas, que son canción, humanismo, sensibilidad, espíritu que aletea; no hay forma mejor para expresar la exactitud, sintiéndola dentro de sí para alcanzar la lucidez en ese peregrinaje poético desde Senderos– primer poema- hasta Un día sin ti-el último. En todos anida una cierta preocupación, más allá de lo estético. La introspección que subyace en sus poemas es necesaria para después sacarlas y elevarlas al papel, convertirlas en anécdotas creadoras para encajarlas en ese «sendero blanco, donde solo irán lo poetas»; ese sendero que es la elección y, al mismo tiempo, la cúspide en la que se desea llegar, «el sendero de los que sueñan, pág. 11.

Adentrarse en esta poesía, hechas de trozos de cielo, requiere sosiego, limpidez, que se detenga tu tiempo, si no, no llegarás a sacar el mejor tú de cada uno de los poemas de los que entresaco «Tristeza» («Y fue todo una mentira, / por otro amor me dejaste / poniendo luto a mis sueños, / poniendo luto a la tarde…»). No podía faltar un poema a su tierra extremeña que tuvo que abandonar, «A mi tierra»: «…que forjé en tu hermosa cuna, / que lejos marcho, y clavada, / me llevo en el corazón, / junto a su imagen amada, / la espina de mi dolor»). También eleva a lo poético su espíritu religioso con «Plegaria«, ( » Aquí, estoy, Señor, postrada a tus plantas»), con «Oración a la Virgen Inmaculada«. » La noche», «A la Soledad«, («Y que lloren tus ojos, Virgen mía»,,,). «Ceuta a Jesús Nazareno», (….»sangrando su cuerpo, / siento que mis lágrimas / se tornan en fuego». Y cómo no, el amor que nos aprisiona, que nos exige, que nos aprieta, «Cuando menos pensaba»: «…sucedió, y fue sin darme cuenta, / yo creí mi alma liberada / de un amor que ahora me atormenta». «Comprensión», «…tú necesitas mi sol, / yo necesito tu frío», Mi último beso. Maldición. No puedo quererte. Pasión. Alma y cuerpo. Sed de amor. Cómo te lo diría. Y lo más grande: lo que enardece, lo que nos hace vivencia, libres, fuego, espíritu, como es la poesía: «Al poeta«, («¡ Pobre loco!, le dice el que no siente / el batir de las bellas fantasías: es mejor para él vivir ausente, / que soñar y sentir melancolías»).

La última parte viene encabezada con «Pequeñas poesías de amor», y los últimos poemas son un conjunto con el título Un día sin ti, págs.68-92, en los que es el alma que supura llanto, querencia, desconsuelo, primavera, olvido, beso, tentación, sueño, ilusión, lejanía, tiempo, soledad, fuego, pesadumbre, camino, corazón, nubes, obscuridad, talle, azucena, herida, dolor, paso del tiempo, arrepentimiento; son palabras que te mantienen en vilo según desgranas la lectura desde el primer verso «Soledad, llanto, obscuridad», hasta «que no tendrás otra más / parecida a la mía». Este final dirigido al Señor al recordarle las penas y las alegrías » de valor tan desigual». En el fondo es la necesidad, en este caso, de tener fe; de dirigirse al Altísimo para ofrecerle cómo fue su vida. Esta ha sido, en tus manos me encomiendo.

Son cuarenta y nueve poemas los que conforman este apartado: en ellos hallamos un itinerario, un camino con alegría pero también abrojos; dicha-tristeza, dolor-alegría; «música que al sonar / no ha conmovido!; «Goces que el corazón / no ha comprendido»; «aquella que no ha tenido / con un beso, el latido / del propio corazón». «Llegaste sin yo llamarte, / y ahora, sin porqué, te vas». En otros está la entrega, el aliento, el sentimiento, la querencia desnuda: «Por un solo beso tuyo / yo daría el mundo entero». «He soñado que eras tú / el amor de mis amores». «Te quiero como a nadie ha querido».»Por saber si me quieres yo daría / mi juventud, mis sueños, mi alegría». Pero también la llama de amor viva se apaga: «Quisiera verte de fuego, / pero tú eres nieve fría». «No me quieras, por Dios / no me quieras». «Tú no sabes querer, lo sé de cierto; / tú eres solo veleta de los vientos». «Quizá cuando yo muera / darías media vida / porque no hubiese muerto». La añoranza: «…para mí siempre de noche /será, cuando tú estés lejos». A solas he quedado largo rato; / he meditado mucho y he sentido», «…que eternamente perdura / cuando se amó de verdad».

En verdad es un libro que conmueve, que el tiempo no se detiene, que al final lo derrotamos de tanto como nos ha aprisionado, que seguramente María Victoria, a pesar de las dificultades que debió sortear, encontró luz y esperanza al mostrarnos e ir más allá del territorio de lo estético.

Contraportada


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Poesía

Ray Bradbury: Poesía completa

En los años setenta se observa en el escritor un cambio que le lleva a adentrarse más en la creación poética; entiende que para recoger la esencia de las cosas la poesía le engrandece. Los poemas son un salto vivificador con una amplia mirada enriquecedora.

«Esta edición bilingüe reúne por primera vez en español los cinco poemarios publicados por el autor e incluye un Apéndice con poemas que no figuran en los volúmenes de su poesía». Todo esto suma 1058 páginas, de las cuales 173 corresponden a una prolija y detallada introducción de don Jesús Isaías Gómez López. El primer poemario data de 1973, el segundo de 1977, el tercero de 1979, y el último de 1987. Estamos ante 176 poemas y sumados los del Apéndice (últimos poemas) son en total 196. No sé si como aconseja el editor es mejor leerlos seguidos para un mayor disfrute de la poesía ( «resulta aconsejable leerla y disfrutarla en su conjunto, pues es como mejor inunda y siembra de ideas la mente del lector», pág.45).Libertad, por tanto, pero lo primordial es leer la poesía completa, para finalmente hacer una reflexión en qué nos ha servido para nuestra forma de vivir o simplemente para ahondar en nuestra mente.

El «vive eternamente», como apunta el editor, reverbera en unos versos sencillos con una lengua actual que la hace más cercana, mejor entendida desde «Remembrance hasta «Hamlet Remenbrance». En el primero, el recuerdo se hace vida ( «An saw the house where I was born / and grown and had my endless days») después de cuarenta años. Su vuelta, lleno de ternura, en ese mirar detenidamente los lugares en los que disfrutó en sus correrías. Su pasado se hace presente. Vuelve al lugar para eternizarlo y permanezca. El último verso repetido abarca todo su ser («I remember you / I remember you»). Y en «Hamlet Remembrance» el recuerdo de Dios y todo lo que rodea a la divinidad se hace actualidad al evocar al personaje Hamlet (Why, God´s dear Joseph ´s Son..). La trama en la corte se hace realidad y conmueve al lector entre el fantasma interior que surge para aclararnos el asesinato y la causa de lo sucedido. La actualidad, o no, depende de quién lo lea y comprenda en el siglo que viva.

El proceso creativo de Ray también se desdibuja con otra mirada, con otro yo para cimentar recuerdos, amistades o simplemente otear otro existencialismo que siente cercano, incluida esa espiritualidad que supura y que no necesariamente tiene que estar cercana a la religiosidad, pero que sí aletea lo fantástico, lo onírico o más en concreto la dualidad ciencia-ficción., pero en el fondo va a la búsqueda de la interioridad de la persona. La ilusión de pensar, de crear le hace más humano, más inteligente, como ser que está cercano a la idea de Dios, aquí reside la esperanza en que no podemos morir, que vamos de paso a otro recinto superior; es esto lo que nos salva de perecer.

El extenso poema «Christ old student in a new school» no parece tan liberador; es más, te sucumbe y quizá la esperanza del cristiano se desvanece; la imaginación del poeta ha ido demasiado lejos aunque la ciencia logre escalar hacia otra galaxia y halle el rostro de Dios y sea otro tú que ha emergido y ya no tiene que sufrir ni dar cuentas a nadie. Ante el sufrimiento, hecho realidad, el «No more» repetido tres veces se adueña de la persona para que pare ya.. Y así, verso a verso, se nos recuerda lo que se aprende en el cristianismo hasta convertirnos en otras formas de vivir hasta conseguir el todo en que se ha soñado, y «Erase all mortal ends…» en el penúltimo verso. El hacedor y el soñador se hermanan.

A parte de recordarnos a dos escritores universales en «A poem written on learning that Shakespeare and Cervantes both on the same day», me ha llamado la atención, parece como si la religión no le abandonase, el poema, también extenso «Christus Apolo. A cantata celebrating the eighth day of creation and the promise of the ninth» en el que los siete días están depositados en la memoria de las personas, como inmersos, para que nuestro viaje no se tuerza, y en el octavo día celebremos la Navidad como se merece; para recordamos el noveno que «will show us forth in light and wild surnise / upon an even further shore». La repetición de la Navidad -no solo en este poema, por ejemplo, la de Dublín, 1953- como luz y oscuridad nos hace más sensibles ante la eternidad. En la época de la Navidad nos avisa de que el mañana se puede vestir de hermosura, que son días sagrados para conocerse mejor y alcanzar lo inefable, lo que no está escrito para aunarse en otra vida que no se conoce que termine. Es la nueva Navidad fuera de la tierra ( «It is the Time of Going Away. …Which is Forever ´s Celebration!). Lo que es más difícil de entender es el posicionamiento del poeta al otorgar una cierta divinidad a las personas como si fuéramos una parte esencial de lo que llamamos el «Ser Superior» (Dios). ¿Realmente la inmortalidad, como defiende Bradbury, reside en las personas que nacen, de otros/as, o no va más allá de nuestra descendencia? Aquí, que yo sepa, la inteligencia con hechos concretos no se nos avecina, o por lo menos yo no lo alcanzo, solo; quizá la fe, nos puede sacar de esa idea, pero la fe es un don que Dios otorga como aprendimos en el catecismo, al menos en el cristianismo.

Toda una poesía que se yergue en un tiempo para la meditación,introspección de quiénes somos y qué hacemos en este planeta a la espera de fundirnos eternamente.

Bradbuy, R., Poesía completa. Madrid, Cátedra, 2013, 1058 págs.

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