Poesía

En el día mundial de la poesía: El vanguardismo de Gerardo Diego

 Gerado Diego es uno de los poetas de la llamada «brillante pléyade», que poco antes de morir se definió con el dístico «Soy el total contemporáneo / cantando siempre ante el atril». Personalmente he de reconocer que ya en el bachillerato me impresionó su poesía, y, sobre todo, ´el ciprés de Silos´, y a partir de ahí vino lo demás, de manera que siempre el poeta revoloteó por mi mente, y dio la casualidad que con el paso del tiempo viviera, durante un tiempo, casi enfrente de su casa de Covarrubias, a pesar de que no me atreviera a saludarlo por timidez o, tal vez, para no ser tildado de intruso.

Siempre he pensado, emulando a Miguel de Cervantes, que «el quehacer poético» era lo máximo a lo que puede aspirar una persona, y a fe que Gerardo Diego consiguió la gloria al lograr adentrarse en la savia poética; hasta nueve definiciones halló de lo que él consideraba como poesía, una para cada musa. Sólo recordaremos, en este momento, la novena: «Creer lo que no vimos, dicen que es la fe. Crear lo que nunca veremos, esto es la poesía».

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Ensayo

Novecentismo y vanguardias 2

Tanto el Novecentismo como las vanguardias contribuyeron de forma esplendorosa a difundir la literatura en unos años convulsos y revueltos como fueron los de la primera mitad del siglo XX.

La nueva literatura rompía unos moldes y preconizaba otros

Poesía

«Que no se me rompa, no /con qué»

Así termina el poema de Gerardo Diego que el profesor nos hacía aprender, de memoria, para después declamarlo en clase, en bachillerato, cuando llegaba la Navidad. A buen seguro que sabrás que se refiere a «Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad». Recuerdo que la primera estrofa «Cuando venga, ay, yo no sé /con qué le envolveré yo, /con qué», di muchas vueltas a cómo haría el «ay», ya que entonces contaba 13 años y era un chico, y claro, la protagonista es una mujer que espera un niño, que fuera divino para ese momento no tenía importancia; al final cerré los ojos e hice con que lo abrazaba con un sentimiento que apenas vocalicé el famoso «ay». En ese momento sentí el silencio en el salón de actos.

Otros compañeros de clase eligieron un poema, también navideño, de Lope de Vega. Creo que el título era «Pastores de Belén«. Sí recuerdo los dos primeros versos : «Este niño y Dios, Antón / que en Belén tiembla y suspira / con unos ojuelos mira que penetra el corazón». Y lo recuerdo porque tuve mis dudas si elegir uno u otro. Si en el primero encontraba dificultad en el famoso «ay«, en el segundo era aún más difícil «con unos ojuelos mira que penetra el corazón».

A pesar de que elegí la poesía del poeta santanderino, con el paso del tiempo me convertí en un fervoroso admirador del «monstruo de la naturaleza», como le llegó a definir Miguel de Cervantes. Aquellos versos que aprendí, «¿Qué tengo…,  que a mi puerta cubierto de rocío / pasas las noches del invierno oscuras? «. Y sobre todo, …»lloró cuanto es amor; hasta el olvido / a amor volvió, porque llorar pudiera; y es la locura de mi amor tan fuerte, / que pienso que lloró también la muerte». Estos versos y otros me hicieron vibrar, amar la poesía, libar del mejor tú. Me convencí en esos años que mi obligación era extender la literatura, como una necesidad, como el pan que nos alimenta.

Pero la Navidad también me trae recuerdos para los que no tienen «Navidad», para los desheredados de ese amor, de esa solidaridad, de esa entrega; para los que sufren; para los que trabajan para que otros sean felices estos días. El artículo de Azorín publicado en el diario El País, el 24 de diciembre de 1896, titulado «La nochebuena del obrero» siempre ha sido un aldabonazo en mi interior. Este reverdecer me inunda el pensamiento cada Navidad. Transcribo algunas líneas: «En tanto que por allá fuera se celebraba con escándalos el Nacimiento de Cristo, él, junto a la máquina, oyendo su runrún cariñoso, pensaba en otro Cristo. Pensaba en un Cristo terrible y feroz; un Cristo que demoliese todas las viejas y bárbaras instituciones, que hiciese un montón de ruinas de todas leyes, de todos los dogmas, de todas la mentiras que impiden el libre desarrollo de la actividad humana..

Que la lluvia de diciembre nos traiga sabor a humanidad. Tú eres el que eres/pero el otro también es.