Es Navidad, Personales

¡Aleluya, aleluya, ha nacido el Redentor!

¡Aleluya, para los/as desheredados de la fortuna, para los que es esquiva la felicidad, para los que añoran la cultura, para los que no pueden ser libres; para ti, también, que sientes la soledad acompañado/a y no hallas la tranquilidad necesaria en estos días de entrega, de dicha, de fraternidad, de alegría en constante comunión con los demás!

Creyente o no, respeta, y a ser posible recuerda lo que aprendimos de niños, al menos, en los pueblos, -desde luego, en el mío sí, enclavado en un cerro que además se convirtió en una puerta a la cultura-, el canto: «A Belén venid pastores que que ha nacido Nuestro Rey, envuelto en pobres pañales sobre pajas lo veréis»… Desgraciadamente, según las noticias que llegan, la Navidad no podrá celebrarse como se acostumbra en Belén; para todos/as paz. Y si te es posible rememora lo que tradicionalmente se llama «la misa del gallo» en la iglesia más cercana; de niño me encantaba, era a las doce de la noche. Sinceramente, es cuando más se llenaba el templo, incluso muchos se tenían que quedar en la explanada. Se vivía la Navidad.

Esta celebración pascual- la Natividad-, también, quiero hacerla extensible a las 204. 565 vistas en mi «blog» Cantando sobre el atril. Estas personas se habrán enriquecido de lo que escribí en mi salutación fruto de mis lecturas.

Me gustaría también ya que estamos en el año azoriniano leyeras el excelente artículo de Azorín, publicado el 24 de noviembre de 1896 en el periódico El País «La nochevieja del obrero». Tengas fe o no ahí caben todos.¡ Es Navidad! Alégrate.

Es Navidad

Navidad es amor, entrega, compromiso, solidaridad, agradecimiento

Pero la Navidad también me trae recuerdos para los que no tienen «Navidad», para los desheredados de ese amor, de esa solidaridad, de esa entrega; para los que sufren; para los que trabajan para que otros sean felices estos días. El artículo de Azorín publicado en el diario El País, el 24 de diciembre de 1896, titulado «La nochebuena del obrero» siempre ha sido un aldabonazo en mi interior. Este reverdecer me inunda el pensamiento cada Navidad. Transcribo algunas líneas: «En tanto que por allá fuera se celebraba con escándalos el Nacimiento de Cristo, él, junto a la máquina, oyendo su runrún cariñoso, pensaba en otro Cristo. Pensaba en un Cristo terrible y feroz; un Cristo que demoliese todas las viejas y bárbaras instituciones, que hiciese un montón de ruinas de todas leyes, de todos los dogmas, de todas la mentiras que impiden el libre desarrollo de la actividad humana..


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