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Con este ensayo me acerco a la importancia que tuvieron un puñado de jóvenes dramaturgos, en un período determinado, a los que se les acuñó el término “La generación realista”, aunque esta denominación, por extensión, se refiera más a un grupo de dramaturgos coetáneos con unas características propias, que van más allá del propio rótulo, aunque sólo me detendré en aquéllos.
El propósito es analizar la repercusión de las representaciones en la prensa escrita, cómo era el teatro que se hacía en ese período. Básicamente, me voy a referir a la crítica-comentario de estos autores y obras que se representaron. Planteo, pues, el estudio de un período determinado, todavía pendiente, y así proseguir el camino que empecé hace algunos años, el estudio de los géneros literarios, solo desde otro mirador: lo periodístico; es decir, relacionar la literatura con el periodismo. Sin obviar el contexto en que aparecen estos jóvenes, y, sobre todo, por la dualidad texto/representación, que, en no pocas ocasiones ha sido situado al margen de su importancia que como género literario le pertenece por hundir sus raíces occidentales en la Poética de Aristóteles junto con la épica y la poesía lírica.
El objetivo es, pues, analizar las estructuras periodísticas en que se dio a conocer un nuevo teatro lejos del que se representaba. Se comenzó a cimentar un teatro basado en la palabra, un teatro con cara y ojos que llevara al atribulado corazón de los hombres nueva confianza en su destino. Esta brecha se inició con Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre. Ambos fueron la antorcha de este nuevo grupo que iniciaba una labor con certeras raíces. Las nuevas estructuras del teatro que forjaron estos dos dramaturgos, calaron muy pronto en esta nueva generación.
Fueron los primeros que enarbolaron un teatro realista. A. Buero Vallejo y Alfonso Sastre son como el estandarte de esta llamada “generación realista”. José Monleón, mucho tiempo después, acuñó la expresión “la gran generación sacrificada”, pero que tuvo “a Antonio Buero como precedente y a Alfonso Sastre como uno de sus nombres emblemáticos”.
Estos dramaturgos quieren un teatro que nos lleve a pensar, que muestre y denuncie las miserias de la sociedad de la época. Un teatro en que lo popular, lo social y real estén en el mismo campo semántico. Esta ha sido una de las características fundamentales de nuestro teatro. Así lo observa Emilio Clocchiatti: “El carácter de testimonio, de denuncia y mensaje, propio de todo medio de comunicación social, es en el teatro español de siempre muy acentuado”. Pero, estaría cojitranco este estudio si no me refiriera al aire del tiempo, al polen de las ideas, más allá del lugar en que se representaron estas obras, de ahí que mire hacia otro puñado de jóvenes dramaturgos-angry young men- que sin conocerse se establecieron en la misma dinámica semántica.