Otra vez el novelista Juan Marsé en el columpio de la memoria como asidero, como salvavidas para no olvidar un pasado que le pertenece. ¿Qué más da que sea una novela corta, un cuento o simplemente prosa al viento para que llegue, para que nos perfume por si lo necesitamos? El recuerdo de Bergen Evans («quizá hemos acabado con el pasado, pero el pasado no ha acabado con nosotros») es como una avanzadilla de lo que el novelista desea contarnos.
El comienzo del capítulo primero nos apabulla, nos hace sentirnos inmersos en el inicio de algo que tal vez también nos pertenezca («Y nunca olvides que el amor verdadero que puedas merecer de una mujer no será el que estás buscando, sino el que no sabías que estabas buscando»). Claro, es un consejo; el que recibe Bruno de su padre tres días antes de cumplir los quince años. La respuesta casi inaudible con el adverbio «ya» le estremeció. Pasado un tiempo, recordaría-quién sabe si como una disculpa o adivinanza- «lo que uno siempre anda buscando en las mujeres y lo que anda encontrando»(pág. 21).
Alucinación o no, un día de un caluroso agosto se encontró frente a su casa invadido de pequeños aviones de papel, y uno que aterrizó en sus pies se podía leer: «Hoy,Chocolatada Infantil en el Parque de Güel». El misterioso mensaje pronto se resolvió; resulta que era una vecina que llevaba casi cincuenta años viviendo en Barcelona. El pasado como gorrión de la memoria, como «el puñetero aguijón de nuestra memoria» (pág. 62) siempre al acecho en la escritura de Marsé para recordarnos la miseria, el afán por la existencia, la dureza de la niñez-con pies descalzos y sucios, famélicos- pero también lo cálido de las relaciones humanas en este caso encarnado en un padre que anbadonó la casa y ahora vive a la intemperie a la busca de los desperdicios de otros en una ciudad hostil, que representaba, tal vez, a muchas.
La feliz idea de Pauli, al lanzar aviones de papel con buenas noticias, sirve de contrapunto ante el desamparo de personas faltas de lo más necesario; parece que fue ayer, pero el lector va más allá y piensa que es un pasado viviente.