Poesía

En una tarde luminosa como Adiós al frío de Elvira Sastre

Me dirigía en coche a casa, hace meses, en 2020, cuando escuché en el programa «La ventana» de la SER unos versos que leía otro poeta de un nuevo libro de Elvira Sastre. Para mí, el libro que me impregnó fue La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida del que di cuenta en este blog en su momento. Sencillamente me impresionó. He leído, también, Baluarte , Aquella orilla nuestra y la novela Días sin ti . Tal vez porque fuera lo primero que leí de Elvira Sastre y me encantó, me quedé encasillado, pensativo, y en mi memoria pervive La soledad de de un cuerpo acostumbrado a la herida. Ni siquiera este que acabo de leer-Adiós al frío- con ser magnífico lo supera.

Hace un par de días terminé de leer la antología poética-89 poemas- en la editorial cátedra de W. B. Yeats. Su labor poética es completamente distinta a la de Elvira, pero me pregunté: por qué no leer ahora ese libro también de poesía que lo tenía como aparcado pero en mi mente. A fe que lo he leído de un tirón; parece como si todos los poemas estuvieran hilvanados y no podía dejarlo para otro día. Y así ha sido, en una tarde luminosa -como el libro-en el ámbito de la ciudad universitaria de Madrid. El paisaje y el aire límpido me acompañó en la lectura de este libro hermoso, amoroso, como todo lo que se desprende de la poeta. Cualquier poema que leía, parecía como si el tiempo se detuviera; estaban llenos de vida, del cuidado de alguien que quiere transmitirnos belleza que es amor («que este no era el plan que trazamos /, que una vida sin ti es un mundo»). Quedas petrificado, atrapado ante («Tu nombre fue la salida de mi casa, / tu nombre es la entrada a mi hogar»). Sus huellas amorosas son como palimpsestos para la eternidad. La melancolía no puede ser obstáculo para la pérdida, para la ensoñación; «aquella que fue el beso en el portal»,/ mi miedo esperando respuesta»…, «quisiera decirte que no hay hueco para ti en / ella./ Quizá tú solo seas, por fin, / la palabra que pone el fin al poema».

Hay días en que el recuerdo se despereza, en que es poseída ante «los días que huelen a ti, / que aparecen como golpes secos / en esta memoria apagada». Ese instante no puede ser olvido y menos lamento. ¿Hay algo más hermoso que lo vivido ante una entrega total sin obstáculo?: no puede perecer en ningún caso, y así se purifica, «comprendo que eres la única / que cabe en todos mis poemas». Siempre como luz, como cirio perenne. Sin duda, la primera parte de las tres que jalonan el libro te envuelve de tal manera que deseas volver a empezar.

La segunda parte consta de nueve poemas. Son distintos, pero en ellos enardece esa voz lírica que asombra ya con el primero, titulado «Incansable». Adjetivo que llena, palabra tras palabra, ese tiempo que nos devora: «Es solo eso, mi vida, /este tiempo incansable, / y tus huellas que lo siguen». Hasta en el poema «La lista de la compra» se orea ese tiempo asesino, huidizo, silente («todo va gastándose, golpe a golpe, / como la propia vida»). Para terminar con esa tristeza que es amor: «no quiero volver a empezar / una vida interminable / sin ti.

Los último diez poemas conforman la tercera parte. Es el ensimismamiento en unos, en otros el recuerdo agradecido y la exaltación; pero en todos esa pizca amorosa que los alumbra. El primero «Todo está en calma» nos conduce al sosiego aunque nos arrastre «con el mismo vértigo de siempre /aunque a veces las preguntas se asomen…». No podía faltar el poema como canto a «Somos mujeres» en estos tiempos convulsos. Hasta seis veces repite el imperativo «Miradnos» en los sesenta y tres versos atronadores, a cual mejor. Ahí va la tríada: «Miradnos, / y nunca olvidéis que el universo y la luz / salen de nuestras piernas». O el de más esplendor: «Somos música, /inabarcables, invencibles, incontenibles, inhabitables,,,,,/ porque la belleza siempre cegó los ojos / de aquel que no sabía mirar».

Bienvenida sea esta luz eternal en los que los versos se apoderan de las huellas de la vida, pero no para lamentarnos aunque nos revolotee el verso «Cuánto duele lo que no se merece». Eso sí, tenemos que propalarlo para que nos sirva de refugio, de guía, de casa de misericordia ante las incertidumbres que nos pueden visitar en este camino incierto. La poesía siempre te engrandecerá.


Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License

Poesía

89 poemas. (Antología poética 1883-1939) de W.B. Yeats

Con acierto, de nuevo, la editorial Cátedra publica otra antología capital de la poesía de la primera mitad del siglo XX por la importancia que tuvo en un momento dado y que hoy, otra vez, reverdece. En realidad, con la poesía siempre debemos estar atentos porque sirve para todos los tiempos; es como un maná excelso. No dudes en acercarte a esta poética, poco a poco, en edición bilingüe de un poeta y dramaturgo irlandés, que siempre fue motivo de celebración, tanto en la poesía como en el drama; no olvidemos que fue el creador de un teatro nacional irlandés- Iris Literary Theatre, 1897- y además recibió el Premio Nobel, 1923. En el fondo lo que deseó fue ensalzar la cultura irlandesa y su historia. La crítica más exigente así lo ha entrevisto. Pero, no podemos olvidar que la obra lirica de Yeats tiene «algo más de quinientos poemas», pág. 71. Estos que se publican son una atinada selección.

Si bien en la mente de los lectores se ha tenido que la poesía del poeta irlandés subyacía solo su tierra, Luis Cernuda pensaba que «en parte, puede parecerlo; pero, aunque se tenga esa creencia no conviene desatender a cuanto debe esa poesía al mundo de la cultura europea», págs. 67-68. Su pensamiento quería trasmitirlo con palabras llanas, lo más natural posible, que llegara y llenara a los lectores; palabras repletas de lo simbólico, una forma más nítida para la comprensión. Pero es evidente que dada su formación en él anidaba un espíritu nacionalista irlandés.

El espíritu del paso del tiempo revolotea constantemente; su recuerdo permanece asido. Lo siente como algo natural. En Crossways, en concreto en su poema «The sad shepherad» evoca su historia: «I will my heavy story tell / till own words, re- echoing, shall send / their sadness through a hollow, pearly heart; / and my own tale again for me shall sing….», pág. 90. El paso del tiempo en The Rose. La rosa como sinónimo de fragancia, de juventud, de primavera, de belleza ha sido una constante en la poesía de siempre. Recordemos a nuestro Juan Ramón: «¡No le toques ya más,/ que así es la rosa!; es decir, el poema excelso no hay que tocarlo. Pero, también, la rosa fenece. Yeats la recuerda como «the rood of time (sad Rose of all my days), como of the world, rose of all the World (he made the world to be a grassy road / before her wandering feet), como of peace ( a peace of Heaven with Hell, como of the batle» (and wage God´s batles in the long grey ships). En The Tower se observa cómo el pasado ha cincelado su cuerpo y, por ende, también su poesía; pero eso sí, matice que es más joven, que está más enraizada en lo que siempre ha querido expresar («Never had I more /excited, passionate, fantastical, / imagination, nor an ear an eye /that more expected the impossible»). El final de este largo poema sobrecoge; como si estuviera genuflexo ante lo que le espera ( «Now shal I make my soul /, / compelling it to study / in a learning school / till the wreck of body……»)

A full moon in march (1935) recoge dos poemas. En «A prayer for old age» rememora ya al final de su vida, su humildad ante Dios, instándole a que le libre «from those thoughts men think / in the mind alone. Al mismo tiempo se pregunta qué será de él ( «What am I that I should not seem /for the song´s sake a fool?) . En el poema » The four ages of man» nos recuerda las cuatro edades de las personas. La primera representa la lucha con la tierra-en este caso las entrañas- y vence («it walks upright»). Después luchó con el corazón («Then he struggled with the heart») y posteriormente con la mente para postrarse ante la divinidad que triunfará («God shall win»).

En la nota a pie de página, el editor nos aclara la sencillez del poema realizado por el poeta: «La Tierra-cualquier civilización dominada por la naturaleza-; el Agua-una edad sexual, armada, la caballería las crónicas de Froissart; el aire -del Renacimiento a final del siglo XIX; el fuego , -la purga de la civilización por nuestro odio (cfr. A. Norman Jefferes, op. cit., págs. 451-452), pág.323.

Last poems ( 1938-1939), el editor nos muestra nueve poemas. En esta antología también, al final, podemos leer Poems not included in the definitive edition (1886-1907). En uno de ellos «Where my books go» se preocupa del mensaje de sus libros, pero sobre todo de que lleguen a lectores y les impregne de acierto, de sabiduría, de compañía; las palabras como «wings untiring and never rest in their flight» para esa ayuda que a veces necesitamos; ese canto debe ir lo más lejano, «beyond where the watters are moving». Las palabras que escriben deben tener sentido.

Para poder entender en toda su extensión la poética de Yeats conviene leer las aclaratorias y brillantes notas a pie de página de cada poema.

———————

Yeats, W. B., 89 poemas. (Antología poética 1883-1939). Madrid, Cátedra, 2021, 385 págs.


Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License