Ensayo

Encuentro con Eduardo Mendoza. Premio Cervantes 2016

El discurso de aceptación del Premio Cervantes 2016 terminó con la expresión «Seguiré siendo Eduardo Mendoza: de profesión, sus labores». Es decir, la escritura. El sábado, día 22 de abril en el Paraninfo de la Universidad Complutense, de nuevo el novelista se ha explayado sobre el arte de escribir, dentro de la VII Semana Complutense de las Letras. Ha sido como una ventana abierta a lo humanístico, a lo que nos ennoblece; nos hace más pletóricos, aunque no tengamos noticias de «Gurb» que tantas vueltas hemos dado los lectores/as; aún siendo  consciente de que a algunas personas les ha parecido más allá de lo irreconocible por usar un adjetivo lenitivo; pero como los lectores son los dueños a la hora de interpretar las obras e incluso,  a veces, se va más lejos de lo que en un principio quiso el hacedor, habrá que tenerlo en cuenta aunque raye alturas descollantes y difíciles de comprender; me refiero solo a este libro y no es mi opinión porque en el resto de su obra la claridad viene del cielo, así como el humorismo que desprenden desde ya su novela más famosa: La verdad sobre el caso Savolta que marcó una línea en el arte de novelar según la crítica más exigente y aquí no hay excepciones que se sepan, pero como nos recordó el novelista al principio fue rechazada por varias editoriales. Con el éxito, fue bautizado para entrar en la Jerusalem literaria.

Con puntualidad comenzó el acto en el Paraningo de la Universidad Complutense, sito en la calle San Bernardo de Madrid, antes fue noviciado de los padres jesuítas. Como aspecto chocante-al menos para mí- asistió un público que había cumplido años. Predominaba el género femenino, y en cuanto a la vestimenta sobresalían los colores claros, signo primaveral, salvo en los hombres que hemos evolucionado poco en el vestir con tonos grises en general. Digámoslo más nítido: el Paraninfo no se revistió de hermosura tal y como sucede en las investiduras de doctores donde los que acuden se ponen las mejores ropas, no solo el doctorando o los doctores que acompañan.

Me llamó la atención que a una pregunta de cómo se encuentra la novela, respondiera: «viva, muy viva». Es una nueva generación que busca «una nueva forma de contar la realidad»; y a renglón seguido «hay un público lector numeroso que permite que los escritores vivan de la literatura».

Resaltó a Juan Benet, que junto a otros «modernizaron y pusieron al día un castellano que se resentía del peso del XIX, a la sombra de Pérez Galdós». Se renovó el lenguaje de forma radical y fueron otras herramientas las que propusieron otra forma de narrar; por estos oteros surgió su obra, pero siempre como sustento a Tolstoy, Dickens, Balzac y La Biblia.

Personales

Pétalo al columnismo

Félix Rebollo Sánchez

Dentro de unos días se  celebrará un Congreso en Madrid sobre el «columnismo». Me adelanto a verter estas ideas, aunque ya he contribuido con otras en capítulos de libros, artículos y en este mismo «blog» con el título de «La columna literaria». De nuevo,  este es mi canto a un género tan desarrollado y viviente en otro tiempo y no tanto ahora, a pesar del esfuerzo mediático con se acoge y los ejecutores se afanan. Una columna bien hecha siempre pervivirá. Manido es ya el dicho de que » la columna es el soneto del periodismo», aunque hoy se desdibuje. Los lectores del diario El País, los lunes, leíamos con primor la que realizaba Vázquez Montalban; a pesar del tiempo transcurrido aún permanece en nuestra mente, con respeto a quien hoy ocupa su lugar, pero no hay color. Aprovecho estas líneas para lanzar un mensaje: no entiendo por qué Eduardo Mendoza se cayó de esa peana del lunes cuando lo estaba haciendo muy bien; claro que preguntar a una empresa peridíodística y menos por un humilde lector que no ha faltado a la cita desde su creación, es buscar solo, y nunca encontrar. Sigue leyendo «Pétalo al columnismo»

Novela

La novela desde 1939 a los años setenta

La guerra trajo desolación, hambre, separación, tristeza. La cultura se vio cercenada. Este corte brusco repercutió de manera capital en los géneros literarios.

 Los inicios de la novela de los años posteriores a la guerra están marcados por el ambiente miserable y de opresión como consecuencia de los hechos acontecidos en 1936-39.  Aunque se intenta renovarla, sin embargo, algunos  continúan con lo que se ha denominado “estilo barojiano”; pero hay una serie de novelas que sobresalen por encima de todas que son: La familia de Pascual Duarte (1942)de C. J. Cela, La fiel infantería  de García Serrano, Golpe de Estado de Guadalupe Limón (1946), Javier Mariño(1943) de Torrente Ballester, Nada (1945) de Carmen Laforet, Mariona Rebull de I. Agustí, La sombra del ciprés es  alargada (1948) de Miguel Delibes, La quiebra (1947) de Juan Antonio Zunzunegui, este más con la necesidad de imprimir una regeneración de  ideas con esa escritura a borbotones, pero precisa.

Sigue leyendo «La novela desde 1939 a los años setenta»