Félix Rebollo Sánchez
Dentro de unos días se celebrará un Congreso en Madrid sobre el «columnismo». Me adelanto a verter estas ideas, aunque ya he contribuido con otras en capítulos de libros, artículos y en este mismo «blog» con el título de «La columna literaria». De nuevo, este es mi canto a un género tan desarrollado y viviente en otro tiempo y no tanto ahora, a pesar del esfuerzo mediático con se acoge y los ejecutores se afanan. Una columna bien hecha siempre pervivirá. Manido es ya el dicho de que » la columna es el soneto del periodismo», aunque hoy se desdibuje. Los lectores del diario El País, los lunes, leíamos con primor la que realizaba Vázquez Montalban; a pesar del tiempo transcurrido aún permanece en nuestra mente, con respeto a quien hoy ocupa su lugar, pero no hay color. Aprovecho estas líneas para lanzar un mensaje: no entiendo por qué Eduardo Mendoza se cayó de esa peana del lunes cuando lo estaba haciendo muy bien; claro que preguntar a una empresa peridíodística y menos por un humilde lector que no ha faltado a la cita desde su creación, es buscar solo, y nunca encontrar.
Si espigamos, para no herir la sensibilidad de nadie, aunque hay estandartes espléndídos como los Manuel Vicent, Manuel Rivas, Juan José Millás, Antonio Gala, Manuel Alcántara, Jesús Nieto Jurado-en la estela umbraliana, y magistral columnista- nos pueden servir de referente Eugenio d´Ors,César González Ruano, J. Pla y Francisco Umbral por nombrar solo cuatro y el ya referido Vázquez Montalbán. De González Ruano, F. Umbral escribió en Los cuadernos de Luis Vives: «cuyas crónicas en el Arriba o ABC me perfumaban todo un día». O la exaltación que realiza en La escritura perpetua: «C.G.R. es un caso aparte de escritura perpetua, por cuanto fue pasando casi toda su vida». Por favor, que se abstengan y no aburran los que digan que eso no es columnismo. ¿Por qué un buen artículo no puede ser columna, porque es más extenso? No me cuente cuentos, no neguemos la creatividad. C.G.R. se sentía escritor en periódicos no de periódicos como le gustaba matizar. Y, sin embargo, no ha llegado a prender en los estudios literarios y menos en la docencia.
Francisco Umbral se empapó de González Ruano en sus primeros años de aprendizaje, como ha reconocido en sus famosos Cuadernos de Luis Vives. Buscó la literatura, a los que sabían escribir. Hoy, ¿qué buscamos?
Umbral, desmitificador, testimonial, es un ejemplo, y solo se le asemeja Jesús Nieto Jurado; sí, así de nítido;venteadlo, hermanos; es la orfebrería hecha carne. Tomen nota los que no aportan nada, los tullidos, los que creen que a los lectores nos da igual la forma, y se valen de las ideas de otros, y encima se creen dioses. Son humo que ahogan.
Eugenio d´Ors fue el que con su «Glosari» en el periódico La veu de Catalunya mejor construyó el orden, la medida, la precisión y la claridad, que no es otra forma que preconizar la vuelta a los valores del clasicismo en la literatura.
Como ya escribí, la columna periodística cambia de adjetivo, lo vivifica, lo convierte en ciencia, ciencia de la información. La columna de los nombrados es literatura, es género literario, es esencia, intuición, alarde. Los columnistas son como los esclavos de las palabras. Lenguaje y conocimiento son inseparables, conocimiento y expresión son una misma cosa. Ese es el secreto del columnismo. Un territorio literario en el que la estética gira en torno al cuidado, al mimo de la palabra. La clave reside en el estilo. Es devolver, en expresión mallarmiana, “el prestigio a las palabras de la tribu”. Es la distinción, la fascinación, el ungüento. Los lectores/as son los depositarios, ya les pertenece el texto. Son los encargados de desempolvar la estructura formal, de que lo denotativo halle resonancias en lo connotativo, en la estructura profunda significativa.
La idea clásica de Fiador Dostoivski de que la forma es el elemento primordial de la obra artística debe ser el marco referencial de la columna. O la idea de Antonio Machado en el periódico La voz de Soria: “Rehabilitemos la palabra en su valor integral. Con la palabra se hace música, pintura y mil cosas; pero, sobre todo, se habla”. El columnista debe sentirse escritor en periódicos, no puede perder esta idea, sin olvidar que la columna es como el oxígeno del periódico, de ahí su vigilia constante.