Poesía

Una tarde de jueves de vinos y letras

En el centro cultural Sefarad de Madrid se presentó el libro Sin red de Izara Batres. Ante un centenar de personas se fue desgranando su poesía en la presentación y luego al leer algunos de sus poemas acompañados con guitarra. Quedé como absorto ante una realidad viva, hecha carne, y sobre todo cuando se leyó ese poema que te sobrecoge que yo conocía del libro Avenidas del tiempo, un canto a la alegría pero también al dolor: «Iré al sur, cuando no estés, para ver el amor como lo dejamos./Para que tengan aliento las calles y las almenas llanto. O el verso «Cada vez que tu nombre aleteó sobre mí/ fue el poema más hermoso».Los dos están en mi salutación para los lectores de este «blog» entre otros poetas. Sin duda me vino a la mente el libro que reseñé en esta página con el título «Un libro prendido de amor» en el que con verso encendido nos elevó al sentimiento amoroso,lo más grande que tenemos juntamente con la libertad.

El libro Sin red habrá que leerlo con detenimiento para ver si llega al alma, pero lo escuchado ayer, día 29 de noviembre a las 19 horas, presagia otra joya poética; las expresiones «vivir sin red», «vivir desnudo», «en la verdad no caben redes», «no quiero tu red», «no sufras hermana», «no temas», etc. denotan que estamos ante un libro hermoso, que es un fuego hacia la luz, que el amor no puede tener red, que debemos soñar hasta extasiarnos.

La fuerza poética de Izara es tal que quedas petrificado, pocos llegan a libar ese néctar que necesitamos para la existencia; ella se adentra y lo purifica;nos lo entrega para que seamos felices para que gritemos fuerte por si alguien quiere silenciarte, para que esa realidad no la silencies, la eleves si es posible «a la nube» para que permanezca y la bajemos en esos momentos concretos que seguro aparecerán para enaltecerla, para que sirva de canto salvífico.

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Ensayo

Pedro Salinas, una vida de novela

Hay autores, sobre todo si son poetas, que tienen un pedestal para que volvamos a leerlos, y uno de ellos es Pedro Salinas, que supo aunar libertad y sentimientos, vida-literatura, ficción-realidad. Precisamente este ensayo nos advierte de la importancia, otra vez, del poeta del amor.

Lo que pretende la profesora y más que entusiasta de Pedro Salinas en este ensayo es reverdecer su vida, «acercarse a la interioridad del hombre para entender mejor su producción literaria» (pág. 17). Precisamente, la ensayista se basa en que si bien los estudios de Pedro Salinas han versado sobre la obra múltiple del escritor, no se ha ahondado lo suficiente «en el hombre con encontrados registros, escindido, en lucha, víctima de su falta de seguridad y de un profundo sentimiento de culpa» (pág. 13). Es como un acercamiento «al hombre desconocido, acallado». Al terminar el largo planteamiento, 461 págs., quedas exhausto , cierras el libro, miras a la lejanía y te dices: ha merecido el tiempo dedicado a su lectura, y te viene a la mente era necesario el ensayo, Pedro Salinas está dentro, vivo ; defendamos su obra y si puedes propálala con ese mensaje nítido: que vida y literatura son lo mismo y recojamos la sabia pregunta: » ¿a quién sino a ti voy a decir mis verdades?», ese es Pedro Salinas.

Estructuralmente, el libro consta de diez apartados. Sinceramente me han sorprendido los dos primeros en los que se rememora su niñez y adolescencia ( «Salinas entre lo anecdótico y lo profundo». «Más allá de una vida conocida»). La dualidad que percibía, a pesar de que estaba seguro de su realidad física, de sus apellidos, de sus años, etc. «Pero y la otra, la íntima, la profunda realidad ? ¿Soy yo el que soy?» (pág, 101), se pregunta.

Más conocido, sin duda, es el apartado tercero: «Un hombre entre dos amores». La expresión que siempre nos aflora: «Se fijó en mí en aquella primera clase y eso fue todo; un flechazo». Así nos lo ha recordado Katherine cuando asistió a un curso que impartía Pedro Salinas sobre «La Generación del 98». Corría el verano de 1932; Katherine vino a España para estudiar el tema de su tesis doctoral. Salinas, también, lo recordaría: «No puedo creer que nuestro primer encuentro, que nuestro primer cruce de miradas fue en un aula de la Residencia, una tarde de agosto» (pág. 123). Lo demás, lo que ocurrió ya lo sabemos. Lo primordial es que nos ha dejado sus impresionantes La voz a ti debida, Razón de amor, Largo lamento más allá de lo que algunos críticos han dicho. Me quedo con la opinión de la protagonista aunque, quizá, se la exalte en demasía («Sonreí cuando leí sus reseñas, pero, creo que tenían razón en parte» (pág. 31). Lo que debemos hacer es leer la obra- los tres libros de lírica que ella inspiró-; el resto son aspectos íntimos, son luchas, son celos y tantas cosas más que acarrearon dolor, sufrimiento, pero el amor conlleva, a veces, sinsabores. En el ensayo están recogidos. La mitificación ha quedado para la historia; en realidad, tampoco sabemos cómo sería exactamente porque tal vez la idealizara, algo normal cuando el amor aparece ( «Mi corazón tú lo conoces: eres tú. Tú eres lo que me está pasando siempre»). Sabemos que la ruptura no la entendió el poeta («Otra mujer, en tu lugar, se habría considerado muy afortunada»; la respuesta es nítida : «yo no soy más que lo que soy», pág. 138). Quizá estemos ante más ficción que realidad, eso no quiere decir que no se añorasen siempre. El amor es así.

Otro aspecto capital en el poeta era la necesidad de un interlocutor, la necesidad de diálogo para no sentir el vacío, bien apoyado por la ensayista a lo largo de cuarenta páginas; podemos incluso pensar que fue sobrecogedor; seguramente el aislamiento le ahogaba, de ahí la necesidad de comunicación aunque fuera con el género epistolar (Ese es mi método curativo el ejercicio epistolar, en sus dos direcciones, de ida y vuelta», pág,164.). Es el diálogo entre el tú y el yo («yo soy tu Pedro Salinas», «el que tú suscitaste») que el poeta supo descifrar con limpidez para mostrar qué sentía, verdadero motivo existencial, en este caso quizá obsesivo como se deja desprender en el ensayo. El apartado «Una isla de amor hecha palabras»-el quinto- es un torbellino de querencias arrebatadoras epistolares, lleno de recuerdos, lugares que hablan de amor; el mundo creado de dos personas. «la isla» enhebrada de pétalos rojos que se acarician, que van más allá del color o el perfume para adentrarse en el interior, en los faros del alma.

La mención al exilio, la añoranza de sentirse español, el querer ser, el haber perdido todo, el recuerdo de las costumbres, las calles que recorrió, su entusiasmo por Galdós (¡»Hay que ver lo que sabía aquel hombre»!) exclama al leer Fortunata y Jacinta, Los episodios nacionales, la fuerza de la lengua castellana como motor a pesar de la lejanía, su cosmolitismo, conforman el capítulo dedicado a «¿Quietismo o acción?» No podía faltar en el ensayo la defensa del idioma como escribe la editora «Maestro del idioma», que sin duda fue un dechado, recordemos El defensor en el que hallamos la fuerza del castellano en «Defensa del lenguaje», toda una delicia su lectura en la que tantos hemos bebido para aclimatar el pensamiento, no solo lingüístico.

Su humanismo docente, su vocación poética, lo biográfico trasmutado en poesía, narrativa y dramaturgia, la poesía inédita, los proyectos narrativos y teatrales inacabados conforman otra forma de entender a quien lo fue todo en el arte ser diferente impregnado de sabiduría, acercamiento y sentimiento. Supo elevar la literatura a nuestras vivencias. El acertado título «una vida de novela» nos lo revela. Es «la vida literaturizada».

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Personales

Maratón y M. Maratón en Donosti

Más de 7.000 personas nos dimos cita el día 24 de noviembre, domingo, para participar en la Maratón, M. Maratón y 10 hms. El día anterior, sábado, estuvo lloviendo con fuerza, aunque lo peor fue el viento huracanado que nos empujaba a guarecernos donde se podía; con paraguas, era imposible, se rompían; las olas del mar chocaban con las paredes y el agua llegaba al paseo, claro no había playa; agua como protagonista; lo ocupaba todo. Nunca había visto cosa igual, aunque sí recuerdo una de las «Behobias» que corrí con viento, ventisca, etc., pero jamás con «viento huracanado», quería soltarnos todo el mal humor o quién sabe. Por la noche no dejó de llover; ya por la mañana proseguía, incluso a las 7.30 horas cuando esperábamos a los autobuses desde lugares distintos que nos conducirían al entorno de «Anoeta», arrecía la lluvia; no observé tristeza , todo lo contrario, un buen ambiente, comentarios, alegres, y ataviados con «anoraks» o prendas ligeras para protegernos de la lluvia.

Como siempre, puntualidad en la salida (a las nueve horas). Antes nos iban entreteniendo con música e informaciones, como los más de 7.000 personas que participábamos, venidos de todas las Comunidades autónomas, la Comunidad Foral de Navarra, Francia, Gran Bretaña, Noruega, Suecia, Finlandia, Estados Unidos, etc. Francia fue la nación extranjera con más participaciones, el 22%. Percibí en el ambiente los muchos llegados de Cataluña, no solo en la carrera sino también en las calles, en la estación de ferrocarril-largas colas para coger el tren a Barcelona-. En realidad, las carreras en El País Vasco son una fiesta; si en el atletismo, ya de por sí lo son, en estas tierras, bien en Vitoria, Bilbao y, sobre todo, en San Sebastián se visten de hermosura atlética. Se afanan tanto en la organización…, en sus gentes que salen a las calles para aplaudirte, a darte ánimo para que no desfallezcas y llegues a la meta con una sonrisa. Cuando terminas, piensas en volver. Esto no sucede en otras carreras, algo tendrán. La que se lleva la palma es la «Behobia», es única, un torrente de felicidad cuando llegas a la meta con tanta gente deletreando tu nombre con sonoros aplausos.

Me cabe hacer constar la emoción que sentí nada más oír el chasquido de salida. Se la ofrecí a mi madre que goza de lo eterno; me duró casi un kilómetro; me vino a la mente cómo esperó para morir-ella sabía que participaba en la Behobia aquel año-; murió al día siguiente ya rayado el alba; no quiso levantarse ni desayunar y sobre las 7.45 expiró, fue trasunta a los cielos aunque el cuerpo quedase en tierra. Cuando llegué a Extremadura la vi que no había perdido la belleza que siempre tuvo. Durmió para siempre, qué guapa estaba. Ya he dejado constancia en varias ocasiones en este «blog»no solo de su belleza sino también de su buen hacer. El recuerdo revolotea mi mente en muchas ocasiones.

Durante la carrera, si bien salimos con lluvia y prosiguió los primeros cuatro o cinco kms., después salió un rato el sol, seguro para felicitarnos. Alegres y confiados iba observando las hileras de participantes, despojándose de la ropa-no se esperaba más lluvia, y a ambos lados de las calles gentes aplaudiéndote. Por mi parte, gracias a los/as que me nombraron con esos «aupa Félix», «ánimo Félix», «venga Félix, así a tu ritmo», «así, así Félix que los veteranos también corremos», «ánimo, que se puede Félix»; también salieron de varias personas durante el recorrido palabras de felicitación-supongo que en vascuence- y que terminaban en Félix. Y cómo no, mil gracias al primero que me animó, allá por el kilómetro tres, que fue un niño-quizá tendría unos siete años- con ese «aupa, Félix» aplaudiéndome. Se te pone la carne de gallina; anécdotas de estas tengo muchas en más de diez carreras en en las que participé en El País Vasco».

El recuerdo, también, para los /as que no pudieron terminarla, bien por lesiones, o por falta de voluntad; hasta aquí, ya; supongo que dirán, no puedo más Se necesita ese ánimo y, sobre todo, voluntad de hierro. Inténtalo otra vez, que a buen seguro lo conseguirás y tendrás para siempre esa medalla que se otorga a los que llegan a meta en el tiempo oficial establecido. Agur.

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