Ensayo

El fracaso de un cristiano

El Otro Herrera Oria

En la contraportada del libro leemos: «He aquí un libro de filosofía política de la religión que estudia la tendencia intelectual dominante en la sociedad española…». Don Agapito Maestre, catedrático de Filosofía, se empeña en este ensayo en que Herrera Oria «sea aún actual». Con esta premisa se adentra en la sociedad española de hoy; antes de comenzar el desarrollo, se vale de dos citas; una del Nuevo Testamento (San Mateo, 23, 28-33): «Así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad»…; y la otra de Teresa de Jesús: ¿Para qué quieren que escriba? Escriban los letrados que han estudiado, que yo soy una tonta y no sabré lo que me digo….».

Doscientas cincuenta y siete páginas coronan su pensamiento, que divide en Introducción («Por qué escribo sobre Herrera Oria»), cinco capítulos ( «Por qué está mal visto un cristiano». «Herrera y sus coetáneos» «Herrera y dos cristianos». «Herrera, Laín y Ortega». «Fracasos cercanos»). Despedida.

En la Introducción se nos advierte de que estamos ante la primera parte («de una investigación más extensa sobre los avatares políticos e institucionales de Herrera en la España de la República y de Franco», pág. 19). Y en todo su desarrollo prima la idea herreriana de ser buenos ciudadanos en la que vida y obra deben constituir la base de un buen cristiano como enalteció el cardenal hasta su muerte en 1968. Para poder entender en todos sus términos el adjetivo «fracaso» que ya aparece en el título hay que leerse todo el ensayo y aun así siempre tendremos dudas porque el bien que debe subyacer en una persona cristiana debe florecer en todo momento y lugar, incluso entre las más grandes dificultades, y más cuando parte de la expresión que Herrera Oria fue «un hombre de acción dentro de la Iglesia católica», pág.18. Además, don Agapito, nos recuerda la divisa pro bono comuni » que figuró en el frontispicio editorial de su Escuela de Ciudadanía Cristiana». Bien es cierto que lo explica-lo de «fracaso»- con nitidez cuando saca a relucir la democracia cristiana en la política europea («Su fracaso en España dice mucho del fracaso de Herrera, pero, sobre todo, explica desde la Segunda República hasta nuestros días, uno de los fracasos más rotundos de la democracia», pág. 19).

Con la expresión «acción, no lamentos», el autor saca la daga para llamar la atención a los pasivos, a los que contemplan pero no actúan en la vida política actual : «o se participa en la política o se renuncia a ella» . Aquí el problema radica en la acción si renuncias; para el autor es nítida: «acción cristiana en el mundo»,pág.20. Fácil de entender, pero puede haber otros caminos que no estén en esa dualidad, y de hecho es así. El cristiano debe ser luz, más allá de esas conjeturas. Otra cosa es si es imposible comprender a Herrera «sin pasar por su concepción política del hombre cristiano», pág.22, como sostiene el Dr. Agapito. Es difícil, también, mantener que «la modernidad no podía entenderse sin el cristianismo». Sí parece consecuente situarlo «en los pliegues de la libertad cristiana, que es a un tiempo histórica y sobrenatural». Ahí sí se puede encuadrar la figura egregia de Herrera Oria. La introducción termina con un pensamiento de Ortega y Gasset que está en consonancia con lo que el autor del ensayo viene manteniendo.

El título con que encabeza el capítulo primero, me sorprende; ¿está seguro el autor que la expresión «Por qué está mal visto un cristiano? es orillado, o es que los que creemos o los que se aprovechan del adjetivo no lo son? He ahí el dilema. Muchos cristianos dan testimonio sin que lo digan, ni tampoco tienen miedo a ese señalamiento; es más, son luciérnagas en la noche oscura del sin sentido o de la maldad. Otra cosa es si el autor se refiere a los políticos por su falta de valentía a la hora de afrontar los problemas cotidianos con «esa desastrosa vagancia», pág. 35. Percibo que es lo que siente el autor, sobre todo al enfocar enseñanza-cristianismo con frases rotundas, algunas difíciles de comprender en el siglo XXI y que están lejos de la base de un cristiano. Con nitidez y fuerza estilística de nuevo repite que la vida y la obra de Herrera Oria (….) «ha sido un completo fracaso». No olvidemos que toda exageración es perniciosa, y si lo que se pretende es que el cristianismo se extienda, esas expresiones duras caerán en tierra pedregosa.

Con «Herrera y sus coetáneos» (Herrera y Azaña. Herrera y Luca de Tena. Herrera y Gil Robles), el autor se lanza vertiginosamente a ideas que pueden herir la sensibilidad de algunas personas-quizá historiadores-. que lo observan con otra amplitud de miras, no solo por expresiones «del tosco socialismo español y del catolicismo integrista monárquico», pág. 56. Sus palabras, como «sectario y dueño material de la Segunda República», «inteligencia arrogante de Azaña», «soberbia totalitaria», «arrogante, despreciativo, cínico», se repiten en las doce páginas hasta la saciedad; son demasiado atrevidas para poder entender unos años convulsos, y más sin que se aluda a su oratoria, a sus ensayos literarios o El jardín de los frailes por poner un ejemplo. Sin que tampoco se aluda a «paz, perdón, piedad».

Lo de Luca de Tena también raya lo insólito al describirlo como propagandista: «siempre, en todos los momentos y ocasiones de su fecunda vida», pág. 82. El buen hacer de Herrera, sin embargo, se percibe; dice a Luca de Tena que es una necesidad «de que acate el nuevo régimen», pág.83. En cuanto a Gil Robles y su relación con Herrera «constituye todo un apartado de la historiografía contemporánea». Dos personas frente a frente; uno, defendiendo a ultranza «el tradicionalismo monárquico»; el otro «el cristianismo» por encima de todo como base de una formación íntegra más allá de los avatares políticos. No podía faltar en el libro la exaltación y defensa de Ortega y Gasset con ahínco, arremetiendo contra todos los que le criticaron en un momento dado; don Agapito saca, de nuevo, el palo intelectual y los aparta de lo que no sea exaltación. Tampoco sale bien parado Bergamín al recordarle » una incapacidad resentida para circunstanciar la vida de un hombre en un acontecer histórico y político». Se refiere a un artículo de Bergamín en contra de Herrera, » por ser una mal cristiano y un peor ciudadano». Herrera por encima del bien y del mal, y los obstáculos son debidos a la falta de «vigor intelectual en los seguidores de Herrera». Más confusión, si cabe, es la relación Herrera- Zubiri. El ensayista lo plantea así: ¿»por qué fue menos que imposible un entendimiento entre Herrera y Zubiri, o mejor, entre la democracia cristiana de Herrera y el liberalismo de Zubiri?». Muchas conjeturas se podían plantear sin que al final distingamos la verdadera luz. Aun así, el Dr. Agapito, da un salto y recoge del camino a Laín Entralgo, humanista y el todopoderoso cultural de una época determinada, » un pozo sin fondo para saber quién es de verdad Herrera» pág. 143. Y remacha con la autocrítica de Laín, «para hacerse cargo de la incomprensión, al fin, el fracaso que el discurso y la acción de Herrera tuvieron entre los intelectuales». En esta situación no podía faltar el ensayo España como problema con esa tríada: «la tradicional, la revolucionaria y la sufrida» . Los nombres de Aranguren, Valverde, Ortega, Calvo Serer, Tovar, Ruiz Jiménez, Araquistáin pueblan unas páginas que hay que leer con sosiego porque se agolpan muchos rincones oscuros detrás de los nombrados. La dualidad Herrera/Ortega se presenta como distante. La síntesis de ambos pensamientos chocó, y a estas alturas del siglo XXI dudo que se puedan plasmar por el antagonismo que subyace.

Al final del ensayo no podía faltar, otra vez, el adjetivo fracaso; todo gira alrededor; además de «totalitario», quizá demasiadas veces, y todos con un sesgo que desdice de la impronta cristiana que al fin y al cabo es lo que intenta hacernos ver. Y termina con el fracaso periodístico de Herrera : «El día en que la Editorial Católica vendió el diario YA se rubricó el principal fracaso de Herrera Oria en la democracia española», pág. 245. Otra forma de periodismo porque ya no vendía: distintas y difíciles serían las causas. En su «Despedida» vuelve a recordarnos el adjetivo fracaso por si lo hubiéramos olvidado. Fuera de lugar o demasiado bélico que nos apabulla con expresiones como «que convierte las virtudes cristianas en algo indecente», o que «excluye al cristiano de la vida pública», de ahí que «Herrera Oria sea aún actual». Parece como si al autor quisiera mostrarnos su enfado por demasiadas cosas que observa. y finalmente recurre al dístico poético de Rilke que puede entenderse de diversas maneras:

¿Quién habla de victorias?

Sobreponerse es todo».

Paz y buena tarde. Después de estar en suspenso con la lectura es el mejor sosiego.


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Personales

De Palma de Mallorca a Cuenca, «flor de senderos».

Aunque había estado en Palma de Mallorca, de vacaciones, cuatro veces, nunca había participado en la fiesta del atletismo, como es los/as que con sol, lluvia, nieve o frío, se lanzan a correr por las calles a festejar los lugares más importantes de las ciudades. Este año no se me podía escapar porque me coincidía con puente y la llamada «fiesta de la Hispanidad». Cuatro días eran ideales. Jamás pensé que con los que participábamos me hiciera recordar lo que se aprendía ya de pequeño con la expresión «Torre de Babel». Y efectivamente, allí nos dimos cita-me refiero a la carrera Zafiro-Palma- alemanes, ingleses,, franceses, finlandeses, portugueses, suecos, etc., y la algarabía de los italianos, sobre todo italianas, casi en grupos, que se dejaban notar por hablar en alta voz. Los que más, sin duda, los alemanes. Las lenguas proliferaron no solo en la carrera, también por las calles, en las compras, en los hoteles. Sinceramente en castellano poco; pero, sí la lengua gallega, valenciana, catalana, mallorquín, y probablemente otras.

Y cómo no, a mi vuelta de Palma, no podía perderme la carrera de Cuenca el domingo 23 de octubre. Esta ciudad artística, desde donde la mires, te hace volver, con esos dos ríos emblemáticos, el Huécar y Júcar; en otoño. se corre la media maratón y los diez kilómetros por esos senderos de una belleza paradisíaca y, sobre todo, con el río Júcar que te acompaña hasta la ciudad; la frondosidad de todo el recorrido y la mayor parte mirando al río con caudal lento y lleno-de color verdoso-, sientes ese espíritu de tranquilidad, de sosiego en un día nuboso, pero a ratos con viento huracanado el día de la carrera.

Entrada en lo que fue iglesia de San Pablo. Escrito de la «Fundación Tórner».

El sábado, sin embargo, la ciudad recibía a sus habitantes con un sol espléndido y los turistas se agolpaban por la catedral, las casas colgadas, el puente san Pablo y la que fue iglesia San Pablo, en la «Hoz del Huécar», donde los dominicos al lado construyeron un convento en el siglo XVI que en los siglos venideros regentaron los PP. Paúles, y ahora un Parador en que es muy difícil-sobre todo fines de semana y fiestas de guardar- reservar habitación. En esta iglesia de San Pablo vi dirigir a la orquesta de RTVE por el director ruso Ígor Markévich , solo su presencia y el movimiento de brazos y cuerpo parecía como si entrases en el reino de los cielos con unas voces que parecían habían venido de otro mundo angelical. Fue la perfección suma. Ahora, la iglesia de San Pablo, se ha convertido en un centro cultural, en esta ocasión, llamado «espacio Torner» que merece la pena visitar por su presencia evocadora en el que te hace reflexionar y pararte a meditar ante lo existencial.

Personales

Guadalupe en el corazón, en el Día de la Hispanidad

Ya terminó el año santo «guadalupense» en la primera quincena de septiembre. Mi madre nació en este enclave paradisíaco (ya asaltó los cielos por derecho) que con tanta devoción nos hablaba-o me hablaba- de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura y reina de la Hispanidad o reina de las Españas, emperadora de los cielos como la describió Cervantes. Son muchos los peregrinos que venidos-allende los mares- se postran ante ella, de rostro moreno.

Las peregrinaciones reales se dieron cita en Guadalupe; se dice que fue Alfonso XI, quien tras la batalla de Salado, viene a Guadalupe el 25 de diciembre de 1340 para dar gracias a la Virgen. Y a partir de aquí, las peregrinaciones reales son una constante.

También Miguel de Cervantes quiso ser agradecido en el año 1580. Se cuenta que vino a rendirse a los pies de la Virgen y ofrecerla sus cadenas después de su cautiverio en Orán, y así inmortalizó de alguna forma al pueblo. En Los trabajos de Persiles y Segismunda : «Apenas hubieron puesto los pies los devotos peregrinos en una de las dos entradas que guían el valle, que forman y cierran las altísimas sierras de Guadalupe, cuando, con cada paso que daban, nacían en sus corazones nuevas ocasiones de admirarse; pero allí llegó la admiración a su punto cuando vieron el grande y suntuoso monasterio, cuyas murallas encierran la santísima imagen…, que es libertad de cautivos, lima de sus hierros y alivio de sus pasiones…», etc., podemos percatarnos del hecho. Añadamos otros nombres en nuestra historia que visitaron el Monasterio y la Basílica, Patrimonio de la Humanidad: Lope de Vega, Góngora, Rafael Alberti, José María Pemán, Hernán Cortés, Santa Teresa, Juan de Ávila, San Francisco de Borja, etc.

Hoy, día de la Hispanidad (palabra evocadora de hermandad, de cultura, de entendimiento, de sabiduría, de lenguas que sirven para propalar todas las culturas), el pueblo se viste de hermosura, y es la naturaleza la que alegra a los peregrinos que se dan cita en este 12 de octubre de 2022. Todos forman una coral y proclaman: ¡Ave María Purísima! No olvidemos que hoy se festeja, también, a la Virgen que fue coronada el 28 de agosto die 1928 por el papa Pío XI como «reina de la Hispanidad». Hoy, como sabemos, Monasterio y Basílica son Patrimonio de la Humanidad que se construyó en 1377.

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Poesía

Fin del mundo del fin

Mas allá de la esencialidad de la poesía de Izara Batres, hallamos un «no sé qué» lleno de luz que impregna el territorio que ha elegido, pero siempre como una voz en la que cobra todo su vigor el hecho existencial. Un espacio, llamado poesía, en el que expresa lo que anida en sus pensamientos con lucidez que nos aplasta.

En este nuevo libro, más denso, ajustado al intelecto, se nos muestra con el viento de las palabras, como rompeolas, más pensativa, si cabe, como si la metáfora se deslizara íntimamente y la posesión, otra vez, se adueñara de su ser. Absorta en el devenir nos recuerda que «el fin no es más que una derrota del tiempo», pág.108; y, sin embargo, es el tiempo el que nos aprisiona, que es limitado, el que nos llama, el que nos va cercenando la fuerza mental, lo fisiológico, el instinto de perpetuación, el que nos derrite, el que nos deja inquietos/as, nos advierte.

El libro se puede leer de un tirón porque su poesía nace del corazón, de la generosidad, de la verdad que alberga en su ser. Es su latido que le atrapa, le persigue y necesita ventearlo. Así, en este caso, ha recurrido a cuatro secciones. La primera, la más extensa, consta de veintiséis poemas con el título «Fragmentación. El fin de los tiempos»; se sumerge, paso a paso, en el silencio cuando el ser humano observa una realidad que no se atiene al humanismo. Sí es el fin; todo se ha acabado: ahora solo cabe preguntar con el silencio, sabiendo que no puede haber respuesta ante «el odioso espectáculo de este abril del dolor»; todo está derruido, quedan «las lápidas que devoran la hierba». Tal vez un torbellino nos devuelva, aunque sea huracanado, a otra existencia y arranque el espíritu de la «muerte florida» en la que estábamos. ¿De qué forma, entonces, podemos propalarlo? No podemos quedarnos pasivos ante el grito, ante la sinrazón; «en el silencio del silencio». El final del segundo poema es elocuente: «seremos poesía. / Renaceremos». Es la esperanza hecha carne viviente.

En estas edades rotas no podía faltar la relación entre el «tú y el yo» en el poema «Desde aquí» como necesidad, con tanto tiempo transcurrido entre el Carnaval hasta el final del otoño en el poema. A la espera para celebrar la vida, el encuentro, el susurro -completamente tú- que ya leímos en Avenidas del tiempo con la destellante expresión «fabrícame con tus ojos la existencia». Incluso en la segunda sección en «Desmesura» exige la profundidad con la expresión «Ámame salvaje», «desde el agua desbocada y el fuego», «quiéreme descomunal»; pero, eso sí, sin perder un ápice de su libertad.

En el cuarto poema «Viaje» de esta primera sección se entrega a la ensoñación. al invento de ese viaje que le rodea con el recuerdo de un tiempo en que «mi amor y tu amor era el mismo hilo del tiempo», aun percibiendo que ya no; hasta las fotos aparecen «ennegrecidas»; la desnudez total aunque quiera volver mentalmente a lo que fue. Los dos últimos poemas de esta sección -«Entrevisión y Oh, make me a mask»- son como el arrullo que se cierne entre el dolor de ser y la exigente petición de no ser, o, al menos, que «una máscara» sirva de protector ante tanta ingratitud y dolor «en la otra orilla del tiempo», ya trascendido, que, de nuevo en el poema «París, sus nostalgias» se nos recordará «La entrevisión, dulcemente amarga, / en su fugacidad inexorable».

La segunda sección «Incendio» (La Búsqueda», Catábasis, Revelación), Se inicia con el poema «Alarido», «que invade la muerte desde la vida». Es el continuo no saber de la existencia sin una preparación que nos aclare los porqués que nos abaten. Ni siquiera «un sol de lluvia ni la noche esmeralda» nos pueden ayudar ante el alarido que nos oprime. El sentido de la palabra desvanece. No quiere más «vórtice» que la creación límpida, sin cortapisas. En «Desmesura» es la querencia suma en la que ni por asombro aparezcan sombras, ni cirios que se apagan, y menos el dicho «quiéreme, aunque sea mentira»: solo cabe fulgor, fuego eternal. Ante «un laberinto» en el que no se sabe salir y el incendio aprieta, hay que apremiar para ver una salida, para, al fin, conseguir «la puerta». El último poema «La caricia del sentido», de nuevo, el incendio existencial que ahoga aunque aparezca como «espejismo» repentino «y cruel». Al intento de atraparlo se esfuma «como el lujo evanescente del perfil más exacto del placer» y no comprendes, no sabes qué camino elegir.

La tercena sección, «Transfiguración. Viaje al químico» consta de tres apartados (Viaje al químico, Anábasis, Pasaje). Comienza con un poema armonioso en el que evoca otra mirada, otra creatividad en la que la muerte no sea, representada en «El buque» que trae savia nueva, niños por encima del misterio y lejos de la temeridad que no conocen esa oscuridad y no morirán porque es otro espacio sin amargura y llanto; ya no cumplirán años, inmersos en una época luminosa, en un espacio paradisíaco.

La cuarta sección, «La Puerta» como finitud con cinco poemas. La laguna Estigia tantas veces evocada en la poesía, también aquí reverdece como final sagrado, después haber pasado aquellas aguas negras, neblinosas, cerradas en un estado de conciencia de no saber, como esclavos. Da igual que hayas ido ascendiendo o pasando en la barca de Caronte. Desde ese lugar, como «ladera atemporal», abandonamos el oprobio; somos, ahora, luciérnagas estáticas.

No podía faltar la entrega a Cronopia («Para llegar a Cronopia»), a su Cortázar-de hecho el título lo recoge de un relato-; es el poema sin rimas, sin márgenes en que apoyarse en esos atardeceres sanguíneos «desde el alba al anochecer», pág.112. Es el fin de la muerte, es el espanto que desaparece y arrastra «al fin del mundo fin». El hecho de que el título del libro nos lleve hasta Cortázar es como un homenaje, más que un recuerdo, para advertirnos de que está inmersa en el poderío de Cronopia. Evidentemente, el libro es mucho más, es el deseo de permanecer más allá de regiones ignotas, es una celebración.

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Batres, Izara, Fin del mundo del fin. Madrid, Valparaíso, 2022


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Poesía

París. Un poema. Paris a poem. (Hope Mirrlees)

Ya era hora de que se publicara a una de las autoras más sobresalientes de lo que se puede considerar como el modernismo anglosajón. Así de nítido; cuando se publicó allá por el año 1919 contribuyó a ensalzar el movimiento vanguardista. Tal vez se exagere, o no, cuando se la sube a la peana del Ulysses y de The Waste Land.

La lectura de la poesía siempre entraña dificultades por el contexto en que se produce y cómo no por la fecha de composición. Por eso, quizá, sea mejor la lectura de los comentarios con que María Isabel Porcel se adentra en más de las cincuenta abigarradas páginas porque ayudan a despejar dudas y desconocimientos. Para mí han sido necesarias.

Al leer el libro tenemos que transportarnos, aunque solo sea mentalmente, a París como lugar de encuentros de culturas diferentes, debido a los pueblos que arribaron desde hace siglos a la capital francesa-no olvidemos que la capital francesa fue punto de coincidencias de intelectuales ingleses, sin echar en saco roto a nuestro Picasso- hasta los primeros años de la primera mitad del siglo XX en el que las vanguardias se aposentaron y fueron eslabón para su desarrollo en el resto del mundo.

El poema nos insta a que nos adentremos en la totalidad y diferentes conceptos, de ahí el primer verso («I want a holophrase»). Es toda un idea en una palabra clave. Como explica la editora, el primer verso trata de confundirnos al analizar la raíz «holo / hollow» con la palabra «holofrase». No sé, si como mantiene, es una contradicción, o tal vez nos lleve a pensar más en el choque que puede suponer la oscuridad con la totalidad de la sociedad que observa; de todas formas, lo primordial es que refleja mucho más que una ciudad en la que no se detiene solo en lo artístico. No creo que nos podamos quedar con el lenguaje enrevesado y publicitario; a buen seguro que en la mente de la poeta anidaba algo más, pero, sin duda, hay que aplaudir el arduo trabajo de la editora que ha realizado con las «notas críticas» y que nos sirven para poder entender mejor la poesía de un momento tan irradiador en las artes con otra mirada que tanto se ha estudiado como referente.

Hope se acercó al modernismo literario e intentó ventearlo con esta exaltación poética-tal vez con la misma técnica de fragmentación- para, al menos, llamar la atención y verse inmersa en un espacio artístico. Los versos finales del poema-tal vez sean simbólicos- van más allá del espacio o del significado; denotan esa luz y el paso del tiempo de las dos torres que se yerguen de Notre-Dame con la salida del sol; pero, también, la alusión del mercado «Halles» que empezaba su actividad al rayar el día y la coda en la que se alza en francés un saludo mayestático con la expresión: «Je vous salue Paris Plein de Grace». La advertencia que hace María Isabel Porcel con The sun is rising al evocar una intertextualidad referida al día más grande de los cristianos: la Pascua de Resurrección, desde luego es atrevida, aunque lo explica; y por otra parte, el paganismo como misterio: «la apoteosis era contemplar la salida del sol a medianoche», según el misterio «eleusino».

Da igual si es ironía o no: la poeta juega con la salutación a la ciudad como a la Virgen María; o, al menos, le viene la jaculatoria mariana del «Ave María» para exaltar a París ( The sun es rising / Soon les Halles will open, / The sky is saffron behind the two towers of Notre-Dam /Je vous salue Paris Plein de Grace). La editora deja caer que detrás del verso: «El cielo se ha puesto de color azafrán detrás de las dos torre de Notre-Dam tenga una referencia a «Hope Mirrlees y a Harrison como pareja». En este amanecer de los versos finales también nos recuerda «La hora de la cama de Verlaine…», no sé si para advertirnos de la relación amorosa que tuvo con el poeta Rimbaud al que hirió al dispararle con dos tiros.

Hope Mirrlees resalta la gran labor en París y después en el resto del mundo de las Hijas de la Caridad-la más numerosa en el siglo XX- («Sociedad apostólica femenina fundada en 1633 por san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac»). Vicente de Paúl también fundó la Congregación de la Misión con el lema «Evangelizare pauperibus misit me». Los pobres, los necesitados, los huérfanos eran a los que asistían y tenían en mente como algo propio («The Virgin sits in her garden; she wears the blue habit and the vingent linen head-dress of nuns of Saint Vincent de Paul»). En este ámbito religioso-espiritual no podía faltar la Cuaresma ( In the Cherchess during Lent Christ and the Saints / are shrouded in mauve veils»); e inmediatamente el lirio del Valle (» obra maestra del orfebre»). esta flor se regala en el primero de mayo para la buena suerte; el detalle de la poeta asombra.

No podía faltar el mes de mayo, mes de las flores: otra vez la Virgen como portadora de limpidez, de pureza: la referencia a las niñas que van hacer la primera comunión ya expuestas en maniquíes en los escaparates, galerías («All this time the Virgen has not been idle….») es clarividente.

La poeta se detiene a observar y a descifrar los significados, los símbolos con el paso del tiempo de los Campos Elíseos, la torre Eiffel, Place du Carrousel, Sena-con su afluente el Marne-, Louvre, el primero de mayo, Concorde, Gambetta, Pasteur, Arco del Triunfo, etc. que choca cómo define la capital en las primeras seis páginas: «is a huge homr-sick peasant, /he carries a thounsand villages in his heart».

Hope Mirrlees ha fotografiado su París viviente, visual, como arroyo que emana de su conciencia, teniendo en cuenta su pasado, de ahí que los espacios descritos tengan una simbología después de tantos siglos transcurridos; ella también quería adentrarse en ese París histórico que tantas veces ha sido descrito y profundizado-con esa estela multirracial-, escarbando en la antigüedad y en la actualidad. Bienvenido sea; era una necesidad y más cuando aflora como poesía.

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Hope, Mirrlees, París. Un poema. Paris a poem. Madrid, Cátedra, 2022


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