Teatro

La vuelta de Nora en el Bellas Artes de Madrid

Anoche estuve en el teatro Bellas Artes de Madrid para ver la obra a las 19 horas. Fui con la idea de que había sido, según la crítica más exigente, «The best play of the Broadway Season». Y el recuerdo, sin duda, de los debates y lectura que propuse como obligatoria en la Facultad de Casa de Muñecas (1879) de H. Ibsen durante varios años dentro de la Historia del Teatro y de la Representación escénica. Los debates fueron apasionantes que aún permanecen en mi memoria; si bien,  la salida de Nora por abrumadora mayoría lo contemplaron como acertada, no lo fue tanto en el abandono de los hijos. Las discrepancias se palparon en el ambiente. La pregunta más general fue ¿por qué Ibsen no dio otra salida en la que los hijos no quedaran solos sin el cariño maternal?; aunque bien es cierto que otros lo vieron como correcto el planteamiento del escritor noruego. El hecho de que fuera a finales del siglo XIX no vale. Una persona lo es desde que nace más allá del sexo; esa igualdad que pregonamos debe existir desde el mismo momento de la concepción; no podemos columpiarnos y mantener que fue otra época y sociedad distinta. Lo que está mal es en todo tiempo y lugar, por eso  tuvo tanto éxito la obra teatral. Nora rompió con los prejuicios porque no entendía los entresijos del mundo cerrado en que se encontraba; fue valiente y por eso, hoy día aún se la recuerda. Ya no podía creer «en los prodigios». Cuando su marido pide la transformación de los dos…., «hasta el extremo de….». La respuesta de Nora es cristalina: «hasta el extremo de que nuestra unión fuera un verdadero matrimonio.¡Adiós!».

Ahora nos hallamos ante otra cuestión, como es la vuelta de Nora . Solo me valgo de la representación ya que la obra no la he podido encontrar y por tanto leer. Ante un público en su gran mayoría entrado en años y con mayoría de mujeres, llena la sala teatral. Con un escenario casi desnudo, no muy acogedor, pero suficiente-eso ya es muy positivo- comenzó casi puntual; lo cual me sorprendió ya que por los motivos que sean la puntualidad en las salas madrileñas no lo son, al menos en las obras literarias que son las que visito de vez en cuando para ver representaciones teatrales.

Nada que objetar en cuanto a la dicción, movimientos-aunque, dos en concreto al dar la vuelta me llamaron la atención al ser dos actrices consagradas; tal vez una nimiedad para algunos y para otros pasara desapercibido, pero en el bachillerato yo participaba como actor en las obras que se representaban en el centro en Navidad y al final de curso, y el director teatral nos decía que en el escenario al darse la vuelta para un movimiento nunca se debe dar la espalda al público, por cierto lo hacen muy bien tanto la mujer como el hombre cuando explican el tiempo en TVE1 de las 22 horas-, sonido, voz, luces, etc., se rayó la perfección; son aspectos capitales cuando hablamos del teatro basado en la palabra.

Todo el diálogo que escuché de la obra de L. Hnacth tiene un común denominador: Casa de Muñecas de H. Ibsen. Me hizo recordar la obra del dramaturgo noruego. Ahora, sin embargo, vuelve Nora no para hablar qué ha sido de sus hijos sino para pedir la firma de su marido para divorciarse. Ella después de muchas penalidades se ha convertido en una escritora con nombre propio, con habitación propia, después de quince años. Los diálogos de los cuatro personajes están muy bien conseguidos y representados hasta tal punto que llegas a emocionarte con lo que ocurre en la escena en varias ocasiones. A mí me pasó. Esas vivencias no todos los actores y actrices son capaces de hacerlas florecer.

Aunque Nora no venía a dar más explicaciones de su portazo, sin embargo, al enterarse su hija más pequeña-ahora ya mujer- es testigo de los diálogos entre la criada y su madre y su padre-madre sin que esta se entere. A la mitad de la representación es la hija la que se presenta a la madre y le cuenta con crudeza, desparpajo, clarividencia y arrojo todo lo que se ha dicho y ella ha sentido. Es una de las escenas mejor conseguidas. La emoción llega a la máxima cota.

Al final un público entregado-diez o doce de pie- aplaudieron con emoción la excelente representación que el actor y las tres actrices agradecieron saliendo tres veces.

A mi parecer, el tema quedó inconcluso. Necesitamos que la libertad sea capital en las relaciones humanas, así como la igualdad más allá del género; hecho que ya se ha pregonado en la literatura; esa tolerancia, respeto debe primar. La educación como factor para inculcar que nadie es más que nadie. Somos personas en el mismo plano de igualdad. Es posible una tercera obra en la que se superen muchas de las trabas que todavía permanecen en el umbral del siglo XXI. No hemos avanzado tanto.

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