Ensayo

Estética de la novela

En estos tiempos en que la superficialidad ha creado un sendero, no está de más que de vez en cuando se publiquen libros con enjundia y el pensamiento trabaje para llegar a otros ámbitos más cultos como es el caso de este ensayo Estética de la novela publicado por la editorial Cátedra.

El autor aborda el espinoso tema de la evolución de la novela en el que afirma: «son muchos los intentos y son muchos también los fracasos» con una base: la estética. Al final de la introducción nos deja nítido su pensamiento: «de la descripción de una filosofía de la novela habría que deducir una filosofía de la historia. Esa es la enseñanza primordial de la obra de Bajtín», pág.17 .

Con esta línea se sumerge para analizar «el marco teórico», » La novela cortesana «, La novela popular» y «La novela moderna». Un período arduo desde los primeros albores que el autor nos desgrana para una mejor comprensión, que sirva para generaciones posteriores sin que sea el único maná al recoger otras voces en el » Epílogo bibliográfico», así como los diez puntos sobre «Tesis sobre la novela», que se agradece.

En las primeras páginas de «El marco teórico» nos adelanta: «El gran momento de la novela ha llegado con la Modernidad», p. 32. Es otra concepción del arte narrativo que gira alrededor del diálogo. Su papel cosiste en establecer «un puente entre la cultura popular-oral- y la cultura escrita», pág. 25, sin que sea un menoscabo por el espíritu tanto de una como de otra; las dos se necesitaban y así se ha entrevisto tanto en oriente como occidente hasta conseguir la pluralidad estética.

En el capítulo segundo se aborda «La protonovela», como síntesis desde los orígenes, casos, viajes, testimonios y vidas, materias históricas, simbolismo y religión, Tobías protonovela, y la novela en oriente. Todo un compendio que nos sirve como llanura para entender las cuatro partes que conforman el ensayo.

La cuarta parte está dedicada a «La novela Moderna». El autor nos recuerda una idea de Dostoievski de Los hermanos Karamázov: «Aquí lucha el diablo contra Dios y el campo de batalla es el corazón del hombre». Se parte de que la novela es un producto de fusión, e inmediatamente nos recuerda su planteamiento: una teoría «basada en las ideas de Alexis de Tocqueville y Fiodor Dostoievski», pág. 167, para después adentrarse en simbolismo y Modernidad, simbolismo del pasado, la novela del pasado reciente y de la actualidad, el simbolismo del futuro, y la novela popular moderna.

Unidad cultural, unidad estética se retroalimentan. Oralidad, escritura y las fusiones de lo elevado y popular, de lo sublime y lo más bajo ( «Es la estética del individualismo, del mundo de la igualdad y de la libertad, que debe reunir todas las energías del imaginario de la humanidad para dar respuesta al gran reto», pág.172). El ensayista con esa fuerza que siente trae a colación a Dostoevski al observar » a propósito de la estética de La Leyenda del Gran Inquisidor de Iván Kazamázov: aquí lucha el diablo contra Dios y el escenario de la batalla es el corazón del hombre». La estética es capaz de adueñarse de todo, de lo pequeño y de lo grande; de bajar a lo más abyecto y de asaltar los cielos. Grande por poner como ejemplo a nuestro Galdós: «Incluso Galdós, que cautivó las mismas pautas simbólicas que el novelista ruso, nos legó un lema que bien podría ser el lema del simbolismo, aunque ha sido leído en clave realista: Ars, natura, veritas». La tríada presente, pasado y futuro, apunta el ensayista, nos conduce al simbolismo moderno. Sin ambages, es la necesidad creativa para mejor entender el existencialismo y todo lo que circunda. Aun teniendo en cuenta la diversidad de la novela, el individualismo fue el eje vertebrador de lo que podíamos considerar novela moderna de profundas raíces históricas. Recordemos la necesidad de la historia que como vemos se ha expresado, sobre todo, en la novela. De nuevo, el ensayista recurre a Galdós por su precisión en los hechos narrados en la novela Miau. «en enero del 78 el mismo día del casamiento de don Alfonso con la reina Mercedes». Con el añadido de los Episodios nacionales como novela histórica nacional. No se queda ahí al traer a colación Ivanhoe, Los tres mosqueteros, Guerra y paz, lo que el viento se llevó entre otras.

Capital son también las novelas de aprendizaje: El Doctor Zhivago . O mezcla de aprendizaje histórico con la parodia de aprendizaje individual (La Fontana de Orto, La desheredada. Dentro del pasado reciente y de la actualidad estarían las de educación (Grandes esperanzas, El amigo Manso, El árbol de la Ciencia, La montaña mágica, Juegos de la edad tardía). Sin olvidarnos de las novelas del «gran realismo» de autores como Flaubert, Galdós, Balzac, Sthendhal. Y así se va desgranando la novela provinciana, la biográfico-familiar, familia costumbrismo, el caso especial de Ana Karénina; el simbolismo del futuro (la novela de viajes, la infantil, la aventura moderna, la hermética, la de crisis, la satírica, cómica cultural, etc.). Me han llamado la atención las páginas 313-314 al encajar en el apartado-cómica cultural- a dos novelas que han trascendido época y lugar como son Fortunata y Jacinta y Tiempo de silencio . Por mucho que lea esas dos páginas, me es difícil asimilar ese furgón en que se las sitúa, aunque se valga del ensayo La palabra en la novela de Bajtín.

El último capítulo versa sobre «La novela popular moderna», hermética, sentimental, erótica, otros géneros-algunos géneros propios de la novela literaria tienen también su cultivo popular-. Dos ideas sobresalen, una: » la novela popular tiende a ser un fenómeno internacional sin renunciar a lo local típico». La otra: » la novela popular cultiva géneros con una estructura precisa, como fueron en las `pocas premodernas los géneros cortesanos», pág. 320 . Todo un compendio de por qué la novela ha significado tanto, incluso cuando lo nebuloso se apoderaba del existencialismo. La lectura de este ensayo nos recuerda un pasado que se hace presente con miras al progreso humano.

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Beltrán, L., Estética de la novela. Madrid, Cátedra, 2021

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Pérez Galdós

Miau: la libertad en una sociedad convencional

Si hay una palabra que nos asombra en la obra galdosiana, en su conjunto, esa es libertad. Clave, sin duda, también en Miau, espejo de la sociedad madrileña del último tercio del siglo XIX en la que se describe con tino la burocracia española, el cesante,un aldabonazo viviente. La dualidad individuo-Estado y la faceta familiar del personaje; en esta novela Ramón Villaamil. O en plano más abarcador las «villas mil», en muchos lugares en que puede acaecer lo que se nos describe, que detrás existen muchos personajes como don Ramón. Los problemas en sí y como se intentan resolver se pueden dar en muchas familias, como el mundo de la infancia, la burocracia, los sueños, el afán por poseer aunque aplaste a otros, etc. La codicia como abanderada del enriquecimiento. Planteamiento que nos lleva al más allá de nuestra conciencia para exigir justicia.

Cuando la lucha es agónica, ¿cuál es la respuesta? En este caso la huida hacia el descanso eterno; es cuando uno ha perdido el uso de razón e intentar recuperarla es caer en el abismo. Cada lector/a puede elegir el camino que le suponga salir del atolladero; el elegido por el protagonista quizá no esté acorde con la gran mayoría de las personas, aun entendiendo esa realidad atosigante que rodea a Ramón Villamil; ante esa situación se encontró inerme, a pesar de que su nieto pide al Creador que coloquen a su abuelo; esta exigencia no se da, de ahí el desenlace fatal; ¿estamos ante el destino, o es que debemos luchar aún más para no perder el hecho humano? La desesperación de Villamil la comprendemos, pero no hasta el extremo final en que se envuelve porque la vida le parece absurda. Le faltó ese hilo de esperanza, esa luz que puede aparecer en un momento. La muerte como salida no puede darse aunque adquiera conciencia que así no se puede vivir y revolotee por la imaginación; ni siquiera como halo de misterio o de paraíso para siempre.

La literatura y las artes siempre se han posicionado ante la dura realidad que nos envuelve; han sido los verdaderos críticos; hay que llevar los libros a la vida, así la convertiremos en arte. La triple vertiente política, histórica y social se amasan. Bien lo supo plasmar Galdós en su magna obra.

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Teatro

Els Joglars en el teatro María Guerrero

Ya es un aire purificado constante en la dramaturgia cuando el grupo Els Joglars visita Madrid con esas representaciones vivientes con un público entregado sea cual sea el tema. Raudo cuando me enteré de que de nuevo el grupo venía a representar Señor Ruiseñor compré entrada con anticipación, para el día 23. Fui con la alegría que siente una persona cuando sabe de antemano que no me iba a defraudar; sería algo impropio del grupo que tanto bien ha hecho a la escena desde los años sesenta. Gloria, pues, a quienes supieron acercarse al público y este siempre les correspondió. Ahora no iba a ser menos.

El espíritu catalán que anida en el grupo, de nuevo, se dejó sentir en el recuerdo de Santiago Rusiñol, una persona abierta al mundo que huía de la política, impregnado de cultura, de respeto, de tolerancia; en definitiva, la concepción de lo artístico como arraigo universal; esto es lo que realmente le importaba. Ese recuerdo se contradice con la Cataluña que observan hoy, y la mordaz crítica-por otra parte, un signo de identidad de la dramaturgia del grupo- con que parece que quieren comparar. La imagen de Rusiñol como «destructor de fanáticos» según Pla revolotea por la obra con tesón artístico.

La contraposición de la figura del artista catalán Santiago Ruiseñol es más que evidente, que fue ejemplo de una persona cívica, cosmopolita que nada tiene que ver con un nacionalismo dogmático, muy lejos de esa solidaridad en identidades poliédricas, propio de las personas; quizá por eso, el grupo se entretenga más en tiempos revueltos y confusos. No sé si la sátira con que se envuelve todo es exagerada, pero en esa grandielocuencia es cuando el público selecciona y se queda con lo primordial, como es que la simiente desde hace tiempo germinaría demasiado torcida, probablemente lejos del primer sembrador al recordarse en las escenas finales en las que se evocó al Honorable Pujol de manera prístina: la caracterización fue perfecta. La reflexión está al final. Eso sí con un alarde identitario de los personajes en su labor rayando la perfección como nos tienen acostumbrados. Es una necesidad ver la obra, ahí se percibe la Cataluña que fue y la que han querido imponer.

Todo, en una mezcla de belleza, verdad, sarcasmo, ironía, humor, arte, virtud, hicieron que al salir de la función nuestro pensamiento brotara, que la cultura nos lleva a la libertad, sin ella no es posible generar algo inherente entre  las personas. La representación fue ¡admirable!, ¡admirable!, ¡admirable!, así lo corroboró el público asistente con atronadores aplausos que exigió que salieran hasta siete veces al escenario a agradecerlos. El entusiasmo prendió en la sala-abarrotada, se colgó el cartel «no hay localidades para hoy»- en la que el arte se citó en el escenario del teatro María Guerrero de Madrid.

Si eres peregrino de la belleza, no dudes en ver la obra. Acércate al teatro y quedarás petrificado ante tanta magnificencia. En la conjunción de música, gestos, movimientos y palabra  no cabe más perfección.

Ensayo

María Teresa León, todo un símbolo literario

Me enfrasco en la lectura de Palabras contra el olvido.Vida y obra de María Teresa León (1903-1988), ensayo de José Luis Ferris. Que vaya por delante, que de olvido nada, al menos por mi parte, puesto que en mi docencia siempre estuvo presente en el ensayo y en el periodismo-escribó mucho mejor que algunos/as que se creen, hoy, que lo hacen bien-y sobre todo, en el arte de enhebrar la palabra exacta, y menos la mujer de Alberti-eso lo suelen decir los que no leen, cuentan chascarrillos o se contentan con lo que dicen otros-. Evidentemente, que más de cincuenta años con el poeta gaditano están ahí, pero se beneficiaron ambos, por lo que eso de las mujeres del 27 y otras majaderías que a continuo oímos sobran. Incluso me atreveré a escribir, cuando al autor de este ensayo manifiesta que «aún siga siendo una gran desconocida» (pág. 16), que María Teresa León tiene nombre propio en la literatura y así hay que contemplarla y leerla; o mucho más joven, Monteserrat Roig, también ya muerta, y, sin duda, otras muchas. Hay que leerlas pero no por ser mujeres sino porque son extraordinarias y ocupan un lugar preferente en la literatura del siglo XX y en el periodismo. Los latiguillos sobran, ¿qué mas da que sea hombre o mujer? La humildad de María Teresa al definirse como «la cola del cometa» la hace más grande ( su hija fue nítida: «Ella y mi padre fueron dos cometas con luces paralelas…». Recordemos que María Teresa ya era escritora antes de conocer a Alberti y había publicado, también, en revistas y periódicos.

La biografía se lee con delectación; es un saber contar que se aprecia, y algunos hechos te alegran; por ejemplo me ha sorprendido que tan jovencita leyera a A. Dumas, V. Hugo y Galdós («A quien iba a echar de menos la pequeña era a don Benito Pérez Galdós. Había descubierto al gran novelista con apenas once años, en las lecturas secretas de la casona de Barbastro, al lado del tío viejo, solitario y loco, leyendo a Trafalgar. Tras el descubrimiento que le produjo aquella novela, escuchó de alguien que el escritor acostumbraba a tomar el sol en el Parque del Oeste madrileño. Y allá que fue María Teresa, de la mano de su madre, un día propicio para el encuentro: ´Nos acercamos a saludarle siempre. Sí estaba medio ciego. Nos acariciaba la cara. ¿Y esta niña? ¿Quién es? Es la hija del teniente coronel, ya te lo hemos dicho, le explicaba el sobrino que se llamaba Hurtado de Mendoza. ¡Ah, sí!, decía don Benito, volviendo a su silencio. El sobrino miraba a las chiquillas. Las chiquillas se dispersaban jugando y él tenía que quedarse junto a su tío ilustre, ya tallado como si fuera de piedra´, págs. 44-45).

Y cómo no, otro hecho que me ha alegrado es que cuando Alberti conoce a María Teresa, Ferris haga mención al Premio Nacional de Poesía de 1924 que fue otorgado a Alberti (el jurado: Antonio Machado, Gabriel Miró, José Moreno Villa, Carlos Arniches y Ramón Menéndez Pidal, pág.86). Y sin embargo, todavía, en libros de textos, en ensayos, en universidades, en colegios, en institutos, en oposiciones,  algunos/as docentes digan que fue «ex aequo». Me he cansado de propalarlo en las clases y en los escritos e incluso en este «blog»; pero todavía se mantiene no solo en lo escrito anteriormente sino, cómo no, en la radio y en la televisión como tantos errores.

Me viene a la memoria cómo el propio Alberti en el homenaje que se tributó a Antonio Machado en Baeza en 1983 aludíó al premio y al jurado, y evocó al poeta sevillano cuando se lo encontró en la calle General Arrando y se apresuró a saludarlo y darle las gracias; » no me tiene que agradecer nada, era el mejor»- le respondió Machado-;bien conocía Alberti este hecho porque Machado había olvidado su escrito en el libro: «Mar y Tierra. Rafael Alberti. Es a mi juicio, el mejor libro de poesía presentado al concurso». Ferris alude a que una vez juntos, «Alberti tuvo el detalle de regalar a María Teresa un objeto de gran valor personal. Se trataba de un ejemplar de su libro Marinero en tierra, ilustrado con sus manos, y que guardaba la sorpresa, entre la páginas de una nota olvidada de Antonio Machado en la que razonaba limpia y brevemente su voto para el Premio Nacional de Poesía de 1924. (…)». ´A veces, paso los dedos sobre la escritura de Machado desvaneciéndose, quisiera  detenerla. Rafael me hizo con este libro su primer regalo», pág.94). Cuando estuve en la Fundación Rafael Alberti en el Puerto de Santa María, hace tiempo, no me percaté de buscarlo por si estaba allí.

Tenemos que ser agradecidos con  José Luis Ferris por habernos recordado mucho, pero también por otros avatares que quizá desconocíamos-al menos, yo-. Las últimas líneas-la lucidez es tanta- que los ojos se vuelven acuosos. Su pluma eléctrica nos ha hecho ver con limpidez y altura la grandeza de María Teresa León- en la que inteligencia, talento, y estilo se aúnan-, que se necesitaba. Al final queda uno como en vilo, pensante, con la idea si alguna vez veremos publicado Amor en vilo, pero esto no mengua a María Teresa que tiene un cajón hermoso en la literatura.

Cuando escribo Amor en vilo me refiero al libro amoroso que escribió Alberti que no se ha publicado-aunque sí poemas sueltos-. No sé si esto sucederá alguna vez. ¿No sería lógico que a quien van dedicados estos poemas fuera la verdadera dueña del libro más allá de herencias, hechos judiciales o testamento si lo hubiere?

En realidad, el título Amor en vilo apareció por vez primera en las revista Los Cuatro Vientos para designar un puñado de poemas de Pedro Salinas. ¿Fue consciente el poeta gaditano de tal hecho? Esta pregunta no me la puedo contestar. Con el paso del tiempo, P. Gimferrer nos sorprendió con el mismo título Amor en vilo, en 2006. ¿Otra historia de amor? No olvidemos que después-o al uníseno- de la palabra libertad es lo más grande que tenemos los humanos.

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Pérez Galdós

Pérez Galdós en el Ateneo de Madrid

Ayer se representó en el salón de la «Docta Casa» la obra Santa Juana de Castilla de Pérez Galdós por el grupo La Cacharrería (.grupo de teatro de la sociedad ateneísta de aire libre). Antes de su representación pudimos ver en vídeo, además de los personajes históricos la primera edición y la última, por cierto, que hice yo-adjunto la portada-.La obra se representó, la primera vez, en el Teatro de la Princesa de Madrid el 8 de mayo de 1918.

En tiempos convulsos, el teatro es como una ventana abierta que ilumina, que nos hace vivientes, que nos une, que nos salva de tanto atropello inane. Esta obra vivificadora se alza como un oasis de otras teorías históricas que no pueden sostenerse por mucho que nos lo repitan, una y otra vez. El inmenso vacío con que se ha tratado al personaje histórico revive en lo literario. La necesaria ósmosis entre drama y realidad cobra todo su valor si entendemos el teatro como vida, como pensamiento que se alza en las tablas. Con estas palabras, Galdós nos lo recordó: «No hay drama más intenso que el lento agonizar de aquella infeliz viuda, cuya psicología es un profundo y tentador enigma». Con su teatro quiso poner de relieve sobre las tablas el fanatismo, la intolerancia, la incompetencia, el poder corrupto, el enfrentamiento.

El concepto religioso con que es tratada tal vez sea cómo pensaba el autor. Juana no acude a las ceremonias de la Iglesia, pero en su corazón anida una fuerza evangélica que para Galdós ha merecido el título de santa.La religión la llevaba en su alma e intenta transportarla a los demás y estar con los más humildes, con los necesitados. Juana está mucho más cerca del cristianismo que muchos otros que se basan en lo externo. Pérez Galdós se percató de este hecho y la eleva a los altares.

La importancia del personaje tuvo más repercusión en la dramaturgia. Así Martínez Mediero la ensalza como paradigma del amor verdadero( Juana del amor hermoso,1982). Martín Recuerda nos traza una imagen pletórica, de ansia de libertad, de justicia, del lado de los desposeídos, de los engaños de una sociedad en que los «cuerdos son ladrones» (El engañao). Los tres dramaturgos sintetizan la tríada en la que las personas debemos crecer y ser espejo: libertad, amor y santidad.