Teatro

Els Joglars en el teatro María Guerrero

Ya es un aire purificado constante en la dramaturgia cuando el grupo Els Joglars visita Madrid con esas representaciones vivientes con un público entregado sea cual sea el tema. Raudo cuando me enteré de que de nuevo el grupo venía a representar Señor Ruiseñor compré entrada con anticipación, para el día 23. Fui con la alegría que siente una persona cuando sabe de antemano que no me iba a defraudar; sería algo impropio del grupo que tanto bien ha hecho a la escena desde los años sesenta. Gloria, pues, a quienes supieron acercarse al público y este siempre les correspondió. Ahora no iba a ser menos.

El espíritu catalán que anida en el grupo, de nuevo, se dejó sentir en el recuerdo de Santiago Rusiñol, una persona abierta al mundo que huía de la política, impregnado de cultura, de respeto, de tolerancia; en definitiva, la concepción de lo artístico como arraigo universal; esto es lo que realmente le importaba. Ese recuerdo se contradice con la Cataluña que observan hoy, y la mordaz crítica-por otra parte, un signo de identidad de la dramaturgia del grupo- con que parece que quieren comparar. La imagen de Rusiñol como «destructor de fanáticos» según Pla revolotea por la obra con tesón artístico.

La contraposición de la figura del artista catalán Santiago Ruiseñol es más que evidente, que fue ejemplo de una persona cívica, cosmopolita que nada tiene que ver con un nacionalismo dogmático, muy lejos de esa solidaridad en identidades poliédricas, propio de las personas; quizá por eso, el grupo se entretenga más en tiempos revueltos y confusos. No sé si la sátira con que se envuelve todo es exagerada, pero en esa grandielocuencia es cuando el público selecciona y se queda con lo primordial, como es que la simiente desde hace tiempo germinaría demasiado torcida, probablemente lejos del primer sembrador al recordarse en las escenas finales en las que se evocó al Honorable Pujol de manera prístina: la caracterización fue perfecta. La reflexión está al final. Eso sí con un alarde identitario de los personajes en su labor rayando la perfección como nos tienen acostumbrados. Es una necesidad ver la obra, ahí se percibe la Cataluña que fue y la que han querido imponer.

Todo, en una mezcla de belleza, verdad, sarcasmo, ironía, humor, arte, virtud, hicieron que al salir de la función nuestro pensamiento brotara, que la cultura nos lleva a la libertad, sin ella no es posible generar algo inherente entre  las personas. La representación fue ¡admirable!, ¡admirable!, ¡admirable!, así lo corroboró el público asistente con atronadores aplausos que exigió que salieran hasta siete veces al escenario a agradecerlos. El entusiasmo prendió en la sala-abarrotada, se colgó el cartel «no hay localidades para hoy»- en la que el arte se citó en el escenario del teatro María Guerrero de Madrid.

Si eres peregrino de la belleza, no dudes en ver la obra. Acércate al teatro y quedarás petrificado ante tanta magnificencia. En la conjunción de música, gestos, movimientos y palabra  no cabe más perfección.

Teatro

Una tarde en el teatro

Poco antes del inicio de la obra, 15 de octubre de 2017 en el teatro de la «Comedia»

En realidad, mi idea fue, en principio, ir a ver la representación Una habitación propia de Virginia Woolf; al no haber entradas, me encaminé al teatro de la Comedia a un paso del  teatro Español. Sabía que representaban La dama duende, pero como iba a estar todo octubre lo fui dejando.

El teatro clásico es de todos los tiempos. De estudiante no entendí por qué la critica bautizaba esta obra de capa y espada cuando el humanismo era la base. Lo de enredo e incluso intriga sí lo entendí.

Con público variopinto, pero bien es cierto que abundaban más las mujeres que los hombres; en cuanto a la vestimenta-como decían en mi pueblo-se iba de domingo; observo, también, en el murmullo inicial rostros primaverales; buena señal que los más jóvenes se acerquen a la savia del decir y representar y si es teatro clásico miel sobre hojuelas. Lleno en las butacas; en el segundo piso aparecen desperdigados cinco o seis personas y no precisamente jóvenes. En el escenario-con letras mayúsculas-azules y fondo negro La Dama Duende- nos invita a una representación grandiosa.

Sublime, altivez, prudencia, sentimiento, libertad-esta condicionada-. Entre estas palabras se circunscribe quien fue una gloria nacional del teatro: Calderón de la Barca. No sé si se puede hablar de negativo cuando este dramaturgo no le interesaba en demasía profundizar en la mujer; muy al contrario del gran Lope-artífice máximo de nuestro teatro-. La altura intelectual de Calderón le impedía bajar a lo cotidiano como es la obra  La dama duende, que no es libre ni dueña de su destino. Su existencia está rodeada de la frase «para cada susto tengo un hermano».

¿Qué pretende, en realidad, Calderón, resaltar el pundonor? El problema radica en que eleva al hombre por encima de la mujer. A todas luces, impropio. No vale decir que era otra época. Esto lo pueden decir los que aletean de autoritarismo, sin más. Si el teatro es didáctico no puede defender la supremacía de un ser humano sobre otro. Una viuda no puede estar sometida, ni recatada y menos obediente.

En cuanto a los personajes se esforzaron en el decir y el movimiento, aunque a principio hubo precipitación; en este aspecto nada que objetar; pero sí me llamó la atención que el personaje don Juan-gran actor- diera por tres veces la espalda al público al darse la vuelta y una vez la «viuda»-que estuvo magistral-. ¿A qué viene esta idea? A mí en el bachillerato cuando actuaba en representación de obras se me inculcó que nunca se puede dar la espalda al público cuando un personaje se da la vuelta en el escenario. Y otro aspecto que me llamó la atención fue que se fumara, y el acabose fue cuando uno de los personajes tira el cigarrillo al suelo y lo pisa con el pie. Para mí, esto fue negativo. Pero más negativo fue que el público de vez en cuando se riera en alta voz o   a carcajadas porque los actores seguían hablando y no nos enterábamos de las palabras; son los de siempre los que creen que solo ellos entienden la obra. Y, por favor, cuando uno tose de continuo, se sale del teatro al pasillo, o lleva agua o un caramelo y si no lo dejas para otro día. Esto se llama «educación para la ciudadanía», que antes se enseñaba en los centros pero ahora ha desaparecido. La educación lo primero y la tolerancia y el respeto unidos.

De todas formas, la representación rayó la perfección salvo lo indicado arriba.

 

Novela

Relectura veraniega de Cumbres borrascosas

No sé, realmente , si la obra de Emily Brontë en España se lee, incluido el ámbito universitario. Por favor, aparquen lo cinéfilo y vayamos a lo nutriente, al conocimiento, a las relaciones humanas, al amor apasionado-¿es que existe otro?- Si nos desamoramos es que no lo estuvimos. Evidentemente, las complejidades nos avasallan y no existe solo una entrada. Desechemos lo de sentimiento irracional. ¿Cómo se puede tildar irracional algo que es una cualidad del ser humano, una virtud? ¿Cabe más intolerancia? Por cierto, una de las ideas clave es la toleranccia, el respeto que nos debemos.

Si Emily es tan grande, es porque deja al lector/a  que se decante, que haga suya la obra, sea su artífice. La tríada texto literario-autor-lector se aúnan, se ensartan; de otra forma, no se permite ni siquiera otear la grandeza de la obra literaria. El cuento-¿de qué va?- no se sostiene, esto es propio de los tullidos. La prosa con que Emily B. reviste lo narrativo recuerda su poesía, un tanto olvidada pero que es la savia de su novela.

Aunque el tema emerge en el Romanticismo, sin embargo, Emily quiere llevarlo a lo existencial, a lo individual. Es decir, el amor concebido como más fuerte que la muerte, o el amor más allá de la muerte, reservado a unos pocos, que los alicortos no pueden ver porque tienen un sentimiento limitado. La crítica, por tanto, a este aserto, es porque la naturaleza ha sido pródiga con algunos, y otros aleteamos de aquí para allá sin que recibamos ese néctar. En el capítulo XI hay una pregunta sobrecogedora cuando Edgar le dice: «¿Vas a prescindir de Heathcliff en adelante, o vas a prescindir de mí? Es imposible para ti ser al mismo tiempo su amiga y mi amiga, tengo que saber necesariamente a quién escoges».

He ahí un pensamiento nítido que tal vez algunos por interés ocultan y no quieren verlo. La disyuntiva es prístina: el matrimonio o la amistad con Heathcliff. Es la convivencia existencial que nos hace humanos.