Literatura

Cartas (1604-1633) de Lope de Vega

Félix Rebollo Sánchez

«Yo nací en dos extremos, que son amar y aborrecer. No he tenido medio jamás»(c.189, p. 445).

En enero de 2018 saltó la noticia de que la Biblioteca Nacional de España había adquirido 117 cartas-96 escritas por el puño y letra del Fénix de los ingenios-. Ya se conocían las que publicaron Agustí G.de Amezúa-reeditadas en facsímil por la Academia en 1989-, Nicolás Marín y Ángel Rosemblar. Incluso el hispanista norteameriacano Donal McGrady, recientemente, ha publicado ochocientas diecinueve. Tal vez nunca sabremos con exactitud las que ecribió.  Ahora, la editorial Cátedra-con buen criterio- publica las Cartas de Lope de Vega, gloria nacional; faltaban; solo resta leerlas y no recurrir a los chascarrillos que se cuentan del más grande dramaturgo-poeta en lengua castellana del que han bebido tantas generaciones de poetas y dramaturgos; claro, sus rivales-entonces y siempre- les mueve la envidia, y no quieren aceptarlo; pero, cuando se estrenaba una obra caían genuflexos ante la magnificencia artística; hoy ocurre igual; siempre los teatros llenos; es único ante las representaciones allá donde las hubiere. Creador de Arte nuevo de hacer comedias, toda una preceptiva, una simiente que crecerá con luz radiante.

Las Cartas que publica la editorial Cátedra para el duque de Sessa en las que apreciamos no solo lo literario sino también lo histórico y biográfico deben servirnos para un mayor conocimiento de Lope ; sin ellas, no podremos analizar un siglo tan emocionante y convulso, ante escritor tan prolífico.Todo se recoge: conventos, iglesias, amoríos, gastos, autos de fe, vestimenta, hijos-su Marcela:»serrana hermosa, que de nieve helada»-, esposas, mentideros, sacerdocio, citas evangélicas, celos, viajes, desavenencias, Góngora, sentimientos, Cervantes, Quijote, Marta de Nevares, fiestas, frailes, espiritualidad, amor, etc. Leámoslas para entender no solo su vida sino también su teatro y poesía.

A buen seguro, todo lector de Góngora buscará  alguna que se refiera al poeta cordobés. Efectivamente en la carta setenta y cinco-13 de septiembre de 1613- podemos ver una crítica a la Soledad primera («Un cuaderno de versos desiguales y consonantes erráticas se ha aparecido en esta Corte con nombre de Soledades, compuesta por vuestra merced, y Andrés de Medoza se ha señalado en esparcir copias»). En otra carta-la más extensa-, el 16 de enero de 1614-83 del ensayo- le da consejos: » Si vuesa merced, como lo dice, fuera observante de los preceptos de Horacio, dejara reposar sus obras, si no el tiempo que él aconseja el necesario por lo menos para que salieran libres de descuidos, que aunque es general en que en esta han introducido algunos poetas nuestros, deseosos más de gozar las flores y agudeza de ingenio que la madurez y  fruta del juicio, viciándose por no practicar lo más precioso de su Arte, vuestra merced no puede excusarse con los muchos siendo tan único en publicarse, tal en la observancia de él.» El atrevimiento de Lope con sagaz satírica lo observamos en el soneto que aparece en el epistolario-carta 310-; son nítidos los dos tercetos: «Mal afecto de mí con tedio y murrio/cáligas diré ya, que no griguiescos, /como en el tiempo del pastor Bandurrio. Mas que me enciendas turcos o tudescos: / tú letor Garybay, si eres Gongurrio, /aplaude los que son polifemescos». Se ha llegado a la conclusión de que detrás de Bandurrio se esconde el nombre de Góngora. La confusión del lenguaje de Góngora le lleva a pensar que solo un buen conocedor de ella la puede aplaudir, de ahí «Gongurrio». No hay duda que «polifinescos» se refiere al Polifemo, el gran poema gongorino.

Las anotaciones a cada una de las cartas-311- nos ayudan a comprender algunos aspectos primordiales de la época para un mayor conocimiento; el trabajo del editor es encomiable. Además añadió la amplia bibliografía que tenemos de Lope: manuscritos, impresos, ediciones, estudios. Sin duda, era necesaria esta nueva edición; aporta aspectos desconocidos y clarividentes.  Se percibe un cierto empeño en dar aconocer la importancia que tiene el poeta-dramaturgo, por tanto gloria para el editor.

Lope de Vega, Cartas (1604-1633). Madrid, Cátedra, 2018, 684 págs.

Teatro

Una tarde en el teatro

Poco antes del inicio de la obra, 15 de octubre de 2017 en el teatro de la «Comedia»

En realidad, mi idea fue, en principio, ir a ver la representación Una habitación propia de Virginia Woolf; al no haber entradas, me encaminé al teatro de la Comedia a un paso del  teatro Español. Sabía que representaban La dama duende, pero como iba a estar todo octubre lo fui dejando.

El teatro clásico es de todos los tiempos. De estudiante no entendí por qué la critica bautizaba esta obra de capa y espada cuando el humanismo era la base. Lo de enredo e incluso intriga sí lo entendí.

Con público variopinto, pero bien es cierto que abundaban más las mujeres que los hombres; en cuanto a la vestimenta-como decían en mi pueblo-se iba de domingo; observo, también, en el murmullo inicial rostros primaverales; buena señal que los más jóvenes se acerquen a la savia del decir y representar y si es teatro clásico miel sobre hojuelas. Lleno en las butacas; en el segundo piso aparecen desperdigados cinco o seis personas y no precisamente jóvenes. En el escenario-con letras mayúsculas-azules y fondo negro La Dama Duende- nos invita a una representación grandiosa.

Sublime, altivez, prudencia, sentimiento, libertad-esta condicionada-. Entre estas palabras se circunscribe quien fue una gloria nacional del teatro: Calderón de la Barca. No sé si se puede hablar de negativo cuando este dramaturgo no le interesaba en demasía profundizar en la mujer; muy al contrario del gran Lope-artífice máximo de nuestro teatro-. La altura intelectual de Calderón le impedía bajar a lo cotidiano como es la obra  La dama duende, que no es libre ni dueña de su destino. Su existencia está rodeada de la frase «para cada susto tengo un hermano».

¿Qué pretende, en realidad, Calderón, resaltar el pundonor? El problema radica en que eleva al hombre por encima de la mujer. A todas luces, impropio. No vale decir que era otra época. Esto lo pueden decir los que aletean de autoritarismo, sin más. Si el teatro es didáctico no puede defender la supremacía de un ser humano sobre otro. Una viuda no puede estar sometida, ni recatada y menos obediente.

En cuanto a los personajes se esforzaron en el decir y el movimiento, aunque a principio hubo precipitación; en este aspecto nada que objetar; pero sí me llamó la atención que el personaje don Juan-gran actor- diera por tres veces la espalda al público al darse la vuelta y una vez la «viuda»-que estuvo magistral-. ¿A qué viene esta idea? A mí en el bachillerato cuando actuaba en representación de obras se me inculcó que nunca se puede dar la espalda al público cuando un personaje se da la vuelta en el escenario. Y otro aspecto que me llamó la atención fue que se fumara, y el acabose fue cuando uno de los personajes tira el cigarrillo al suelo y lo pisa con el pie. Para mí, esto fue negativo. Pero más negativo fue que el público de vez en cuando se riera en alta voz o   a carcajadas porque los actores seguían hablando y no nos enterábamos de las palabras; son los de siempre los que creen que solo ellos entienden la obra. Y, por favor, cuando uno tose de continuo, se sale del teatro al pasillo, o lleva agua o un caramelo y si no lo dejas para otro día. Esto se llama «educación para la ciudadanía», que antes se enseñaba en los centros pero ahora ha desaparecido. La educación lo primero y la tolerancia y el respeto unidos.

De todas formas, la representación rayó la perfección salvo lo indicado arriba.