Teatro

La boba para los otros y discreta para sí. Grande Lope de Vega, gloria nacional

Lope es como el mar. Otra obra que hizo delicias del público en su momento, y ahora la editorial Cátedra, fiel al conocimiento y a la expansión de una de las voces irrepetibles, juntamente con Cervantes y Galdós, nos invita a que nos deleitemos leyéndola con su sabor, y saber. Atrévete a leerla, no te arrepentirás.

La crítica ha enmarcado esta joya literaria en el llamado ciclo de «senectute» (1627-1635). En Lope de Vega, al ser inmenso y portento literario, poco importa la clasificación; lo primordial es lo que encierra su obra. Hay que leer a todo Lope, quedaremos como inquietos y oreados de su fragancia. Si en casi todas las obras pensamos ahí está Lope, en esta obra está detrás del personaje Fabio, «el alter ego del dramaturgo» ( pág.27) como apunta Ane Zapatero. Además es el que hace las paces al final de la Comedia y contribuye a que la justicia y el nombre de Diana quede en el frontispicio; eso sí, antes, fue el artífice («¡ Ea, que ya sale amor / por donde entraron los celos ! / ¿Para qué estáis mirando? / Qué sirve, si los deseos / están pidiendo los brazos, / poner los ojos al sesgo?»). En un alarde de sapiencia, la editora traza las líneas primordiales desde su inicio, bien documentado, tanto en los problemas textuales como en testimonios, transmisión, cotejo, amén de las colecciones y ediciones singulares modernas.

Con esta obra, Lope pretende dar a conocer la hipocresía, la codicia, la ambición, la mentira de la corte; hasta dónde se puede llegar por conquistar el poder. Al final, es precisamente Diana la que representa la destreza, el honor, la gallardía, la sutiliza, su inteligencia para conquistar lo que le pertenece por testamento o por ley natural; qué importa que naciera de una violación; para Lope no hay distingos, todos y todas son iguales ante el derecho, más allá de que haya nacido fuera de las normas establecidas por la sociedad; aquí la «la expresión hija natural» cobra todo su esplendor. Diana tuvo que luchar para reconocer que tiene sangre noble para ocupar el poder por nacimiento. Un hecho más del gran Lope para aupar a la mujer, como en casi todas sus obras,

En esta edición el apartado crítico es digno de alabanza por el trabajo arduo que ha debido suponer (págs. 225-247). Incluso la sinopsis de la versificación de los tres actos de que consta la comedia con el total de todas a las que recurre Lope, así como el tanto por ciento. La estrofa más usada es el romance (42,59%); la que menos seguidillas (0.28). El resto son redondillas, silva, octavas reales, romancillo, décimas y quintillas. Todo un acopio de perfección que solo un dramaturgo como Lope puede conseguirlo. Ante los diálogos nítidos y rápidos quedas absorto; te ensimismas con esos versos lúcidos, amorosos, ardientes, en continuo suspenso, pero con una lectura que se hace amena, y nos tiene en vilo hasta el final.

A Fabio le concede la despedida. » Aquí, sentado, se acaba / la boba para los otros / y discreta para sí; / y, pues sois discretos todos / perdonando nuestras faltas, / quedaremos animosos / para escribir, el poeta; para serviros, nosotros«.

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Ejemplar en la Biblioteca Nacional, 1635. Portada
Personales

Cosas que pasan en Madrid, 2

En el barrio de argüelles-moncloa han aparecido-como en otros lugares- cafés de lecturas, de escritura, de estudios. La alegría que me entra es enorme al ver a las personas de cualquier edad cómo se afanan con el pequeño ordenador, con libros, con apuntes en dar rienda suelta al pensamiento. Una tarde me apresté a tomar un café y a leer parte de Poesía reunida de Luisa Castro. En concreto, abrí por la página 320 en la que comenzaba el libro Amor mi señor que ya había leído y había puesto de lectura obligatoria a mis alumnos universitarios allá por 2005 que tanto encantó si me llevo por los debates que suscitó en clase entre los alumnos.

Cuando estaba en la lectura del poema «la desertora», se sientan en la mesa de al lado una señora y una joven. Proseguí con la lectura, pero era audible que hablaban de literatura, y en esto que oigo algo sobre los premios literarios. Te voy hacer una pregunta dijo la joven; a mí me enseñaron en el instituto que se dice Premio Nobel-con el acento tónico en la /é/-, y salvo en el programa «Saber y Ganar» de la 2, tanto en la televisión como en la radio escucho con el acento tónico en la /ó/. No sé, a veces, no sé cómo decirlo, aunque no tengo dudas, creo en la explicación del profesor.

-Vamos a ver, contestó la señora; se dice con el acento tónico en la /ó/ cuando se escribe con «b», y se pronuncia con el acento tónico en la /é/ cuando es con «v».

-¡Ah!, te refieres a la palabra novel; esta,claro, al no llevar acento gráfico en la /ó/, el tónico recae en la «é». Pero tampoco lleva acento gráfico «Nobel»; es decir, lo escribimos sin tilde, entonces no sé por qué oigo con el acento tónico en la /ó/.

No te preocupes, tú piensa en la regla que yo te he dado y acertarás. Y ahora dime, qué tal el libro que has comenzado a leer, ese que me dices que te maravilla La hora violeta………

Levanté la vista, respiro y dudo; no tuve la valentía de intervenir; me quedé perplejo; jamás había escuchado semejante disparate; eso de la «b» y la «v». Era evidente que la joven dio una lección a la señora. Proseguí con la poesía y recordé aquellas clases tan salvíficas, ardientes de poesía. ¿Hay algo más grande en la literatura?

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Pérez Galdós

Pérez Galdós » a la par de Cervantes»

Aclaro que «a la par de Cervantes» no es expresión mía sino de Andrés Trapiello, pero que asumo. De estudiante escuché tanto en la Enseñanza Media como en la Universidad «después de Cervantes: Galdós». La he mantenido cuando era necesario en la docencia. No olvidemos que hasta que llega Galdós nadie se preocupó de Cervantes, salvo los ingleses. No se puede dudar que fue un maestro en el mirar la sociedad, en la belleza y en la penuria, y, sobre todo, en haber sabido escuchar las variedades del habla.

La semana pasada publicó en El País semanal Javier Cercas un artículo con el título «Galdós», que leí con atención. Al terminarlo pensé inmediatamente: ¿cómo es posible que un profesor universitario intente despreciar a una gloria nacional valiéndose, ¡qué cosas! de otro artículo de una galdosiana como Almudena Grandes, que vate el récord de lecturas hoy. Por cierto, el otro día estuvo en el Ateneo de Madrid impartiendo una conferencia sobre Galdós y se salió (¡inmensa, impresionante!). A esto hay que añadir que se «apellida socia» en expresión esproncediana.

El profesor comienza su artículo: «Buscaba yo la forma de razonar en esta columna por qué me gusta menos Benito Pérez Galdós…..». Nada que objetar al gusto. Ahora bien, cuando escribe «Galdós, en efecto, se halla en las antípodas de eso». Paré la lectura para coger aire; lo primero, yo prefiero «los antípodas»-lo aprendí en la E.G.B.-. Ya sé que la Academia lo da por aceptable, pero nos insta a que empleemos el masculino. que es la forma correcta. Sr. Cercas, lo de «pensar o no pensar» no siempre ocurre, pero al final es el lector/a el que se decanta por lo que lee, aunque observe la línea del autor. Usted mismo lo hace, en concreto en Anatomía de un instante y en Soldados de Salamina.

Lo que me sacó de quicio: «pueden asimismo aprenderse leyendo libros de historia ( a veces, incluso, un buen manual)». Recapacité y me pregunté, pero ¿este señor habrá leído a Galdós? ¿Qué habrá leído de su inmensa obra (artículos periodísticos, ensayos, cuentos, novelas, cartas, teatro, episodios nacionales)? Incluso estuvo al lado y apoyó revistas modernistas como Electra y Alma española. Su final no se sostiene, casi es un insulto a los millones de lectores de Galdós. La expresión huera, manida «llevados por el celo patriotero» es impropia de un intelectual y menos de un profesor universitario. Ahí estuvo Galdós y estamos sus lectores. Para mí es un insulto ese adjetivo. Por cierto, por lo de «manual» mandé esta carta a El País, que no se publicó: Lo que sí es manualesco: «Fortunata y Jacinta es, tal vez, junto a La Regenta la mejor novela española del siglo XX». Percibo que ha leído poco a Galdós. Como Fortunata tiene por lo menos diez más. Prosiga leyendo y luego escriba.

La contestación ante tanto despropósito vino en el Babelia último con el título «Novelas y doctrinas» del novelista y académico Muñoz Molina, que raudo lo tuitué «urbi et orbi», claro y añadí mi felicitación. Sus ideas conforman el estandarte galdosiano.

No contento el sr. Cercas con el varapalo a una de las tres glorias nacionales (Cervantes, Lope de Vega, Galdós), de inmediato, escribe carta a la directora que pudimos leer «on line» y a la mañana siguiente en papel. Su contestación lo estropea más; yo no veo que lo razone como apunta la carta y menos con «desde Valle-Inclán o Baroja hasta Juan Benet-por mencionar solo escritores españoles-» Me sorprende que usted escriba esto. Valle-Inclán y Baroja aceptaron el magisterio de Galdós. Vamos por parte. Lo de Valle-Inclán. Usted no aporta datos, aunque puede que tenga en mente-como tantos- «don Benito el garbancero» de Luces de Bohemia. A esta expresión recurren siempre los que no leen a Galdós. Valle- Inclán admiraba a Galdós- lo repito: ¡lo admiraba! Aceptó su magisterio- como han escrito quienes le conocieron y críticos como Bermejo Marcos, Fernández Almagro, Iglesias Feijoo, etc. Pero es que la expresión «don Benito el garbancero» es de Darío Gadex, no de Valle-Inlán; eso sí cuatro años después de la muerte de Galdós. De todas formas, no se debe tomar de forma literal el exabrupto (intelligenti pauca).

A pesar de que Valle-Inclán no fue atendido por Galdós en dos ocasiones; la primera, cuando le pide entrar en el teatro como actor: le escribió una carta para que le recomiende a Carmen Cobeña y Emilio Thuiller para que lo incorpore a la compañía. Pero fue Benavente, al enterarse, el que añadió un personaje Teófilo Everit, ejemplo de poeta modernista, a la obra que estaba componiendo La comida de las fieras y actuó. La segunda, lo más conocido: El embrujado. Valle-Inclán le pide a Galdós que haga lo posible para que se estrene su obra después de que las compañías privadas le cerraron las puertas, estamos en 1912. Galdós era el director artístico de El Español. Las compañías tenían entonces un poder enorme; tanto la compañía como Galdós no tuvieron a bien estrenarla por falta de calidad («por su juicio crítico»). Parece que no le faltó razón ya que la obra no tenía la calidad que su autor le suponía. El tiempo le dio la razón. Interesante fueron las conferencias que se desarrollaron en el Ateneo de Madrid acerca de este episodio; pero, en ningún momento, habló mal de Galdós. Antes de escribir (allá va) hay que leer y documentarse.Por si había alguna duda: Valle-Inclán en Cenizas toma como modelo a Galdós, Ibsen y Dumas.

Lo de Baroja es otro cantar. Seamos serios, hasta mi entender, solo se refirió a Galdós en un prólogo a La nave de los héroes, en 1925. Es decir, cinco años después de la muerte de Galdós. en el que atacaba al personaje el «Empecinado» de uno de sus Episodios. De Benet sí-pero no de forma desaforada-, en alguna ocasión, su no simpatía con Galdós, pero en periódicos o tertulias y que conste que he leído a Benet y también escribí en la revista Ínsula acerca de su obra de forma laudatoria y siempre lo expliqué en mis programas docentes cuando no era tan fácil; no sé si todos pueden escribir lo mismo. Aunque sea en los periódicos hay que tener cuidado con lo que se escribe porque detrás hay un mundo que, quizá, se sonroja por tanta frivolidad como creo que el sr. Cercas ha escrito esta semana. Sin duda, tiene todo el derecho a opinar e incluso escribir que no le gusta pero no con argumentos que no se sostienen y menos descalificando a sus lectores.

Coda.La nómina galdosiana es inmensa ( es un poco fuerte, pero el desconocimiento de la obra de Galdós del señor Cercas es sublime, raya lo insólito, al menos por el artículo de El País semanal , y si no es así «perdones mil», quizá tuvo un mal día); pero voy a citar algunos que leyeron y apoyaron con ahínco: Torrente Ballester,Clarín, Max Aub, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Gregorio Marañón, Antonio Machado, García Lorca, Cernuda, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Américo Castro («no ha habido y no lo hay todavía un novelista español tan grande, tan rico como él, con excepción de Cervantes». Hasta Rafael Aberti en su Arboleda perdida escribe del «grande y popular novelista Benito Pérez Galdós, (…), la del inmenso novelista dejó también en mí sus escondidos hoyos». .

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Personales

Cosas que pasan en Madrid

En un Estadio de Atletismo: en la entrada leí sobre el cristal de la puerta en papel «Tirar» y en el reverso «Empujar». Acto seguido me dirigí a la ventanilla y le dije a la encargada si se podía corregir la información ya que esas formas eran incorrectas. Y en tono airado y de viva voz me respondió: «Oiga, usted a mí no me va a dar lecciones de nada y menos de gramática». Le respondí que al tratarse de un centro público y siendo abonado me gustaría que estuviera bien escrito. Insistió malhumorada: «Esos infinitivos están bien escritos porque se refieren a la pluralidad». Le respondí que nunca había oído semejante barbaridad. Debería mandarla a la Real Academia de la Lengua para que la incluya en la próxima gramática porque la que yo estudié en la E.G.B. y ahora en la E.S.O. esas formas son incorrectas. En ese instante, se interrumpe la conversación al presentarse una mujer más joven-su rostro me pareció juvenil- que salió de las dependencias y me preguntó qué ocurría. Nos dirigimos a la puerta y le manifesté que esas formas no eran correctas. Se podía escribir: «Tirad». «Tira». «Tiren», pero nunca «Tirar». Lo mismo ocurría con «Empujar», otra incorrección; las expresiones correctas; «Empujad». «Empuja». «Empujen». Cualquiera de las tres son correctas. Me dio las gracias y me fui a practicar deporte.· ¿Qué pretendo? Primero, que los comunicados estén bien escritos. Y segundo, un poco de respeto.

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Poesía

La huella manriqueña en Panero, Hierro y Bousoño

La constante temática del tiempo la hallamos, en todo momento, en la poesía como algo inherente a la existencia; es el signo más característico de lo humano, de ahí que nos sumerjamos de vez en cuanto para encontrar «un no sé qué» que aflora en nuestro espíritu.

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