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Ayer me llamaste

Ayer me llamaste.

Oí tu voz cercana,

a pesar de la lejanía.

Has recuperado

lo que nunca debiste perder.

Tu última expresión me

inundó de una alegría inmensa,

me estremecí, hacía tanto tiempo…,

ni en sueños la esperaba,

la guardaré en mi memoria.

Es mejor que sea silente

a modo de esperanza viviente

para que la palabra sea verdad.

Atrás quedó la mentira, la traición,

la desolación.

Ayer, la palabra ebria,

verdadera, en todo su esplendor,

 en su dicha, en algo más.

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Literatura y Medios de Comunicación Social

Hoy día, la relación entre Literatura y Periodismo es un hecho tan evidente que no se puede entender si no nos acercamos a los dos últimos siglos y al umbral del siglo XXI.

            La imbricación de ambos términos son necesarios en una Facultad que tiene como sustrato la Información, y ésta basada en la palabra, motor de la escritura y de la oralidad. No olvidemos que escribir es una forma de vivir en expresión flaubertiana. Y esto lo da la literatura. Podíamos, entonces, convenir, que el periodismo es la escritura perpetua.

            La relación ya no resulta novedosa; es, más, la crítica ha sancionado que, en su nacimiento, el periodismo fue el mundo de la literatura. Mas cuando el periodismo adquiere su razón de ser es en el siglo XIX; muchos críticos lo ligan como algo inherente. Un ejemplo lo tenemos en la poesía culta; la prensa se convierte en el principal canal de propagación.

            En los primeros años del siglo XX, la prensa ocupó un lugar destacado, y, hoy día, prosigue, quizá con tanto ímpetu como en esos años en los que se ventearon los movimientos literarios que surgieron a finales del siglo XIX, y, sobre todo, en el siglo XX.

            En el siglo XXI, lo literario es una necesidad. La objetividad se alcanza con la expresión justa; es difícil conseguirla sin la palabra exacta. El halo literario debe predominar, es la máxima en el arte de escribir. El Nobel de literatura Vargas Llosa propone  a la literatura como rango superior, y después el periodismo. Podemos colegir que el buen periodismo es siempre literatura.

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Sonrisa en sueños

Después de surcar

tantos mares, a veces,

con olas embravecidas

encontraste lo que nadie te había dicho.

Te quedaste sin aliento, sin entender,

el por qué de la dicha, así,

de sopetón. No diste crédito.

Es imposible. ¿Por qué?

Si aparentemente,

no destaco, ¿cuál es el motivo?

Claridad y nubarrones se bifurcan

ante lo incomprensible. Algo habrá.

Tal vez ha contemplado mis ojos

y ha observado el alma.

Estoy en un mar de dudas.

Pero no, no es posible.

Somos humanidad, pero,

polvo, ceniza,

aunque lleve espíritu,

o  sonrisa en sueños.

Novela

Algo más que una metáfora

Que sirva como ejemplo la frase que debe llegarnos al alma: “que aún lanzaron dos o tres quejidos de socorro antes de callarse para siempre”.

La frase entrecomillada la resalté en la presentación de la novela La golondrina, sin adelantar a qué se refería para que los lectores /as sintieran el dolor, la imagen llena de palabras, con que el escritor plasmó unos hechos que acontecieron; que hoy, ya sin miedo, reverdecen.

Después de unas vacaciones cortas en una isla hecha de trozos de cielo, como es Menorca para el que suscribe estas líneas, me encuentro con un correo en el que se me invita a proseguir la presentación de la novela, comenzando en el pueblo del escritor, situado en las estribaciones de los Montes de Toledo, puerta, también, para adentrarse en la Siberia extremeña.

El género humano no está preparado para la muerte de los inocentes; en este caso me refiero a los que todavía no han adquirido nombradía o no tienen uso de razón; más en concreto: lo que denominamos los cristianos, en el mundo occidental, «los santos inocentes».

En esta misma página «web» dediqué una poesía titulada «Aleluya» a una hermana que murió a los seis meses, que ya antes le había dedicado un libro. Su recuerdo es constante; no he podido entender su muerte, la llaman súbita. Las imágenes del sacerdote en la puerta de mi casa revestido con roquete blanco, bendiciendo el ataúd blanco lleno de rosas blancas y rojas, y cómo era transportado por verdaderos ángeles (niñas que no llegarían a los cinco años) es difícil olvidar.

Cuando leí en la novela el párrafo con que comienzo este escrito se me nublaron los ojos. Es la muerte de dos niños/as inocentes, acribillados en el seno materno sin que supiéramos el sexo, además de la madre. Que nadie se asuste del verbo; los hechos, al parecer fueron así. Es para que pensemos hasta dónde nos puede conducir, la barbarie, la sinrazón. Y eso sí, enterrados en lo que se denominaba fuera del «camposanto», al lado. Esto tiene un nombre, señores alfareros de la religión cristiana, : «anticristianismo». ¡Cuándo se va a rendir un homenaje a aquellos cristianos que fueron enterrados fuera del «camposanto» simplemente porque eran republicanos, o tenían otras ideas! No seamos hipócritas, esta idea que lanzo es más cristiana que muchos actos inanes que vemos en la jerarquía eclesiástica.

Para que no ocurran más recordamos esos actos criminales; la red es una palanca no solo para la información, sino también para el conocimiento. ¡Quién le iba a decir a esa madre que sus hijos en su vientre serían homenajeados como paradigmas de la sinrazón, de la violencia!

Si me decido a ventear la novela por esos pueblos limítrofes de mi tierra, ya lo tengo decidido, comenzaré con la frase entrecomillada y en rojo del encabezamiento.