Ayer me llamaste.
Oí tu voz cercana,
a pesar de la lejanía.
Has recuperado
lo que nunca debiste perder.
Tu última expresión me
inundó de una alegría inmensa,
me estremecí, hacía tanto tiempo…,
ni en sueños la esperaba,
la guardaré en mi memoria.
Es mejor que sea silente
a modo de esperanza viviente
para que la palabra sea verdad.
Atrás quedó la mentira, la traición,
la desolación.
Ayer, la palabra ebria,
verdadera, en todo su esplendor,
en su dicha, en algo más.