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Se reanudan los «cross» universitarios. Hoy, U.N.E.D.

Una mañana muy fría pero soleada en los aledaños de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense. Hoy, se reanudaban los «cross» universitarios. El paraje es acogedor con esas pendientes y bajadas entre pinares que te invitaban también a volver y a la holganza. Me sorprendió la cantidad de corredores; si bien es cierto, las corredoras me pareció que fueron menos que el curso pasado. Como siempre, la organización se esforzó en informarnos de los pormenores y, además, este año la camiseta fue mejor; más artística, mejor diseñada, por lo que felicitaciones.

En realidad, en el cross universitario, existe solidaridad, alegría, respeto, espíritu abierto, que no se observa en otros lugares; el deporte, sin duda, ayuda. Mi agradecimiento a la expresión «ánimo profe», que me repitieron antes de la carrera y cuando el lugar era encrespado y te cuesta subir. Aquí es donde te sientes como copartícipe y das ese ímpetu necesario en un momento dificultoso. El próximo sábado corresponde a la Universidad Europea ya fuera de Madrid. Son ocho kilómetros pero los vas disfrutando según los dejas. Si no has participado, inténtalo y seguro que volverás.

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Otra vez en una carrera inolvidable: Behobia

Al hablar de Behobia  y ahora al escribir desde la Universidad Complutense-con la medalla puesta,conseguida siempre me viene a la memoria mi madre-que asaltó los cielos-, porque fue al terminar la carrera cuando me susurraron: «la abuela ha muerto»; corría noviembre de 2014. Por eso, en la salida, este 13 de noviembre de 2016, me acordé de ella y se la ofrecí, ahora que ya halló la felicidad eterna. No perdió su hermosura ni cuando dejó de existir, y aunque resuelta ya en ceniza, no dejará la belleza porque esta es verdad según la tradición poética o más en concreto la keatiana, o incluso hace unos días no lo recordaba Francisco.

Con voluntad férrea, partí con miles de atletas para entrar en Donosti con una sonrisa a flor de piel como manda la tradición y así la alegría se desborde entre las miles de personas que nos esperan para animarnos nombrándonos. Vale la pena, volver para participar y luego compartir nuestro entusiasmo con los demás.

Durante el trayecto, la animación fue continua y sincera; se vive como algo propio; si vienes una vez, te engancha y haces lo imposible por volver; pero, ante la imposibilidad siempre permanecerá el recuerdo gratificante de tanta gente  con ese ánimo que te llega al corazón y, a veces, cuando ya falta poco se te pone la piel de gallina, temblorosa. Es como un escalofrío emocionante y, sobre todo, cuando faltan unos metros para cruzar la meta; la felicidad compartida es plena. Y luego los masajes, y «cómo ha te ido», «qué tal» y otras frases en las que hallamos cercanía, fraternidad en el atletismo. San Sebastián el sábado y el domingo se vistió de hermosura-con lluvia- con gentes venidas de pueblos lejanos y de países remotos.

Hay que ser agradecidos; por eso «gracias mil» a los que me apoyaron ya desde el kilómetro uno; el primero fue un niño de corta edad el que me dijo: «ánimo Félix»; se lo agradecí y le rocé la mano que extendía al lado de una mujer guapísima-supongo que su madre-. Y ya en las primeras rampas fue continuo mi nombre; gracias ese grupo de universitarios que me reconocieron por la espalda y dijeron; «ánimo Rebollo nos vemos en el cross»; les respondí, en alta voz, nos vemos el sábado en el cross de la Universidad de Nebrija; y cómo no recordar a esas jóvenes por esos piropos que destilaron que iban más allá del ánimo; también en mi mente quedará para siempre otro niño que casi coronando el primer puerto sobre el kilómetro siete extendió su mano y me ofreció una botella de agua precintada; la emoción me embargó por un instante. La carrera de Behobia es así.

Para mí, la subida del kilómetro catorce al diecisiete este año fue durísima; parece que nunca terminaba; de ahí que ante tantos aplausos una vez coronada levantara los brazos con los puños cerrados hacia arriba y abajo al mismo tiempo varias veces fuera una señal de victoria; el entusiasmo del público con sus aplausos y «Félix, Félíx, que puedes, así a tu ritmo» me llegara al corazón que agradecí abriendo los brazos como un avión que llega y cerrándolos hacia el corazón en agradecimiento. A lo lejos, ya se veía Donosti; los últimos kilómetros fueron gozo; qué alegría me entró cuando torcí la última curva, a mano izquierda, para enfilar el último kilómetro y medio en esa recta única en la que un público enfervorizado, entregado, aplaudía  a rabiar y gritaba  el nombre del atleta y oías la música y al «speaker». La emoción es tan grande que hay que controlarla; sientes que las piernas  se han endurecido tanto que no sabes si al final conseguirás entrar en la meta para obtener la medalla que  tengo puesta, como agradecimiento a esta carrera donde de verdad sientes la humanidad de sus gentes. Atleta si no has ido, vete y participa, tu mentalidad será otra desde cualquier almena que te posiciones.

También el recuerdo para los que no pudieron terminarla en el tiempo que se exigía, bien porque se lesionaron, bien por falta de voluntad; mi deseo es que no decaigan y lo intenten otra vez y retengan en su mente el «sí se puede»; ante la dureza de esta prueba la voluntad es primordial.

Finalmente, mis felicitaciones más sinceras para los 23.973 atletas que la terminaron con la esperanza de que en 2017 nos veamos coronando esas curvas de ballesta y nos demos ánimos, esto será buena señal.

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FROM GÖTEBORG and Madrid

Mis felicitaciones más entusiastas a los/as organizadores de la M. Maratón de  GÖTEBORG. Como profesor, aunque no especialista en estas lides, Matrícula de Honor. Sin duda, ha sido la mejor; con respeto, sin duda, para la BEHOBIA-DONOSTI donde cada año se esfuerzan para que nos vayamos contentos y regresemos; así lo haré-noviembre, 2014-; ya tengo la reserva.

Volvamos a GÖTEBORG. Nunca había visto tanta gente en una carrera (64.000); tampoco tantos en todo el recorrido, y música cada dos kilómetros y agua en abundancia-de esto tienen que aprender en Espana, sobre todo San Lorenzo de El Escorial, en su carrera «rompecorazones»-. Me impresionó que en todo el recorrido salieran a recibirnos; eso sí con tímidos aplausos, pero muchísima gente en esos parques esmaltados de hierba y árboles.

Descansando en el bosque, terminada la carrera
Descansando en el bosque, terminada la carrera

MIles de atletas no pudieron recibir la medalla o porque no pudieron terminarla o no entraron en el tiempo establecido; para ellos/as, mis también felicitaciones; fue una carrera dura aunque fuera amenizada con música durante todo el recorrido. Algo tendrá GÖTEBORG cuando al poco de abrirse para el año siguiente  puedes leer : «is closed».

Haciendo estiramientos, termianda la carrera
Haciendo estiramientos, termianda la carrera

El sábado y el domingo paseé mi medalla conseguida que guardaré con primor. Las gentes sonreían, algunos/as preguntaban, otros miraban en silencio. Quedé maravillado de la ciudad, aunque ya la conocía, por lo bien que funciona todo. Y cómo no resaltar a la gran biblioteca que está en Gotaplasent, lo bien distribuida y lo atento del personal. Y ¡asómbrense! abierta los sábados y domingos (aprenda, alcaldesa de Madrid); esto se llama servicio público; esto es cultura, educación para la ciudadanía, y bien invertido el dinero. He ahí lo que falta en España, que se abran bibliotecas todos los días, se modernicen; así las personas podrán elegir. En Göteborg qudé absorto por su buen funcionamiento.

. Gotemburgo. Detrás la biblioteca de Gotaplasent
Göteborg. Detrás, la biblioteca de Gotaplasent
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Con destino a Göteborg

Son las 12.44. Estamos para partir en un ambiente alegre por la algarabía de jóvenes futbolistas del Atlético de Madrid que van a participar en un torneo a Bruselas. Sonrientes, contentos, les deseo lo mejor. Ya en el aeropuerto estaban convencidos de que ganarán los mayores la liga y la «Champions» de Europa. Les dije que esta, seguro; en cuanto a la liga tenía mis dudas; era más difícil; soy del Barca; pero, mis felicitaciones por adelantado si se cumplen lo que deseaban. Sonrieron. ¡Qué bien, respetuosos, educados!

Comienza el vuelo; la subida es lo que más me preocupa, y más si se hace a trompicones, como es el caso; no fue la mejor, pero tampoco la sentí en demasía. Volamos en «Brussels Airlines».

Después de un silencio, de nuevo, cual gorriones, la muchahada del atlético, hablan, hablan y hablan; piden chicles a los entrenadores, hojean revistas, etc. Ya comienzan las azafatas a ir de aquí para allá, preparando  el refrigerio (en el billete se nos informa de «No free meal and drink»).

Me enfrasco en la lectura, que para esta ocasión he traído: La abadía de Tintern de William Wordsworth, edición primera-bilingüe, febrero, 2012, de la editorial Lumen. Bien sabemos que junto a Coleridge ideó una poesía que todavía pervive y es la base de poetas actuales.

Se nos anuncia de que vamos descendiendo; no me gustó, parecía que dábamos tumbos tras tumbos, que de vez en cuando, hacían exclamar a los jóvones atléticos. No recuerdo otra peor.

A la hora prevista, salimos de Bruselas a GÖTEBORG. Mi más sincera felicitación al piloto, tanto la subida como la bajada rayó la perfección; solo recuerdo otra igual y fue en Iberia tanto la ida como el regreso en el verano de 2004 a Palma de Mallorca. En este segundo vuelo terminé de leer El País, sobre todo las páginas culturales.

GÖTEBORG nos recibió con una tarde espléndida, veraniega. ¡Qué alegría sentí al pisar, otra vez, esta ciudad hecha de trozos de cielo! Son las 10.22 minutos. From GÖTEBORG.