Teatro

Aquilana-primera obra romántica del teatro español- de Bartolomé Torres Naharro

Ya era hora de que se estrenara una obra del gran dramaturgo y poeta pacense, considerado como el primer preceptista teatral en lengua romance en Europa; censurado-¡cómo no por la inquisición!-.Enhorabuena, por tanto, a Ana Zamora que ha sabido traernos a escena  una de las voces capitales de nuestro mejor teatro.

No sé si soy osado al recordar lo que nos enseñaban en el bachillerato cuando nos hablaban del poeta-dramaturgo y el profesor  escribía en la pizarra la dualidad comedias «a noticia» y comedias «a fantasía»-eso sí, sin dictar-; percibíamos que se preparaba la clase y el silencio enaltecía sus palabras precisas y sonoras con un «introito y argumento», exactamente con las dos partes en que dividía sus comedias el poeta-dramaturgo. La tríada Lucas Fernández, Torres Naharro y Gil Vicente fue tema de debate en la clase. Es el teatro prelopista-con ese aire de libertad-, el umbral para coronar al «monstruo de la naturaleza»: Lope de Vega; el más grande entre los grandes, y solo se le asemeja Shakespeare. Ahora con la distancia, rememoro aquellas clases gratificantes; la literatura como vida, como ensoñación. Eso es exactamente lo que he pretendido en la docencia mucho tiempo después.

Ayer en el teatro la Comedia de Madrid viví unos momentos estelares con la representación de Aquilana (1527)-era la primera vez que la vi representada-, sobre todo en el movimiento, la música-extraordinaria- y la dicción de los actores. Una vez que termina la obra, quedas como en suspenso; después del tiempo transcurrido piensas que en las relaciones humanas hemos avanzado poco; el público salía como circunspecto, meditativo.Lo enamoradizo que somos, pero en el que el deseo es la puerta principal más allá del linaje o clase social. Idea clave en el dramaturgo, así como que la presunción nos conduce al rechazo que arrastra al mal de amores.

Para los que desconozcan este tipo de teatro de Torres Naharro, no duden en acercarse para observar una puesta en escena brillante como bien supo trazar la directora Ana Zamora, distinta y enriquecedora. El público lo agradeció con esos aplausos, al final, que a buen seguro emocionaron a la directora que se encontraba en un palco.

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Teatro

Una tarde en el teatro

Poco antes del inicio de la obra, 15 de octubre de 2017 en el teatro de la «Comedia»

En realidad, mi idea fue, en principio, ir a ver la representación Una habitación propia de Virginia Woolf; al no haber entradas, me encaminé al teatro de la Comedia a un paso del  teatro Español. Sabía que representaban La dama duende, pero como iba a estar todo octubre lo fui dejando.

El teatro clásico es de todos los tiempos. De estudiante no entendí por qué la critica bautizaba esta obra de capa y espada cuando el humanismo era la base. Lo de enredo e incluso intriga sí lo entendí.

Con público variopinto, pero bien es cierto que abundaban más las mujeres que los hombres; en cuanto a la vestimenta-como decían en mi pueblo-se iba de domingo; observo, también, en el murmullo inicial rostros primaverales; buena señal que los más jóvenes se acerquen a la savia del decir y representar y si es teatro clásico miel sobre hojuelas. Lleno en las butacas; en el segundo piso aparecen desperdigados cinco o seis personas y no precisamente jóvenes. En el escenario-con letras mayúsculas-azules y fondo negro La Dama Duende- nos invita a una representación grandiosa.

Sublime, altivez, prudencia, sentimiento, libertad-esta condicionada-. Entre estas palabras se circunscribe quien fue una gloria nacional del teatro: Calderón de la Barca. No sé si se puede hablar de negativo cuando este dramaturgo no le interesaba en demasía profundizar en la mujer; muy al contrario del gran Lope-artífice máximo de nuestro teatro-. La altura intelectual de Calderón le impedía bajar a lo cotidiano como es la obra  La dama duende, que no es libre ni dueña de su destino. Su existencia está rodeada de la frase «para cada susto tengo un hermano».

¿Qué pretende, en realidad, Calderón, resaltar el pundonor? El problema radica en que eleva al hombre por encima de la mujer. A todas luces, impropio. No vale decir que era otra época. Esto lo pueden decir los que aletean de autoritarismo, sin más. Si el teatro es didáctico no puede defender la supremacía de un ser humano sobre otro. Una viuda no puede estar sometida, ni recatada y menos obediente.

En cuanto a los personajes se esforzaron en el decir y el movimiento, aunque a principio hubo precipitación; en este aspecto nada que objetar; pero sí me llamó la atención que el personaje don Juan-gran actor- diera por tres veces la espalda al público al darse la vuelta y una vez la «viuda»-que estuvo magistral-. ¿A qué viene esta idea? A mí en el bachillerato cuando actuaba en representación de obras se me inculcó que nunca se puede dar la espalda al público cuando un personaje se da la vuelta en el escenario. Y otro aspecto que me llamó la atención fue que se fumara, y el acabose fue cuando uno de los personajes tira el cigarrillo al suelo y lo pisa con el pie. Para mí, esto fue negativo. Pero más negativo fue que el público de vez en cuando se riera en alta voz o   a carcajadas porque los actores seguían hablando y no nos enterábamos de las palabras; son los de siempre los que creen que solo ellos entienden la obra. Y, por favor, cuando uno tose de continuo, se sale del teatro al pasillo, o lleva agua o un caramelo y si no lo dejas para otro día. Esto se llama «educación para la ciudadanía», que antes se enseñaba en los centros pero ahora ha desaparecido. La educación lo primero y la tolerancia y el respeto unidos.

De todas formas, la representación rayó la perfección salvo lo indicado arriba.