Más de 7.000 personas nos dimos cita el día 24 de noviembre, domingo, para participar en la Maratón, M. Maratón y 10 hms. El día anterior, sábado, estuvo lloviendo con fuerza, aunque lo peor fue el viento huracanado que nos empujaba a guarecernos donde se podía; con paraguas, era imposible, se rompían; las olas del mar chocaban con las paredes y el agua llegaba al paseo, claro no había playa; agua como protagonista; lo ocupaba todo. Nunca había visto cosa igual, aunque sí recuerdo una de las «Behobias» que corrí con viento, ventisca, etc., pero jamás con «viento huracanado», quería soltarnos todo el mal humor o quién sabe. Por la noche no dejó de llover; ya por la mañana proseguía, incluso a las 7.30 horas cuando esperábamos a los autobuses desde lugares distintos que nos conducirían al entorno de «Anoeta», arrecía la lluvia; no observé tristeza , todo lo contrario, un buen ambiente, comentarios, alegres, y ataviados con «anoraks» o prendas ligeras para protegernos de la lluvia.

Como siempre, puntualidad en la salida (a las nueve horas). Antes nos iban entreteniendo con música e informaciones, como los más de 7.000 personas que participábamos, venidos de todas las Comunidades autónomas, la Comunidad Foral de Navarra, Francia, Gran Bretaña, Noruega, Suecia, Finlandia, Estados Unidos, etc. Francia fue la nación extranjera con más participaciones, el 22%. Percibí en el ambiente los muchos llegados de Cataluña, no solo en la carrera sino también en las calles, en la estación de ferrocarril-largas colas para coger el tren a Barcelona-. En realidad, las carreras en El País Vasco son una fiesta; si en el atletismo, ya de por sí lo son, en estas tierras, bien en Vitoria, Bilbao y, sobre todo, en San Sebastián se visten de hermosura atlética. Se afanan tanto en la organización…, en sus gentes que salen a las calles para aplaudirte, a darte ánimo para que no desfallezcas y llegues a la meta con una sonrisa. Cuando terminas, piensas en volver. Esto no sucede en otras carreras, algo tendrán. La que se lleva la palma es la «Behobia», es única, un torrente de felicidad cuando llegas a la meta con tanta gente deletreando tu nombre con sonoros aplausos.
Me cabe hacer constar la emoción que sentí nada más oír el chasquido de salida. Se la ofrecí a mi madre que goza de lo eterno; me duró casi un kilómetro; me vino a la mente cómo esperó para morir-ella sabía que participaba en la Behobia aquel año-; murió al día siguiente ya rayado el alba; no quiso levantarse ni desayunar y sobre las 7.45 expiró, fue trasunta a los cielos aunque el cuerpo quedase en tierra. Cuando llegué a Extremadura la vi que no había perdido la belleza que siempre tuvo. Durmió para siempre, qué guapa estaba. Ya he dejado constancia en varias ocasiones en este «blog»no solo de su belleza sino también de su buen hacer. El recuerdo revolotea mi mente en muchas ocasiones.

Durante la carrera, si bien salimos con lluvia y prosiguió los primeros cuatro o cinco kms., después salió un rato el sol, seguro para felicitarnos. Alegres y confiados iba observando las hileras de participantes, despojándose de la ropa-no se esperaba más lluvia, y a ambos lados de las calles gentes aplaudiéndote. Por mi parte, gracias a los/as que me nombraron con esos «aupa Félix», «ánimo Félix», «venga Félix, así a tu ritmo», «así, así Félix que los veteranos también corremos», «ánimo, que se puede Félix»; también salieron de varias personas durante el recorrido palabras de felicitación-supongo que en vascuence- y que terminaban en Félix. Y cómo no, mil gracias al primero que me animó, allá por el kilómetro tres, que fue un niño-quizá tendría unos siete años- con ese «aupa, Félix» aplaudiéndome. Se te pone la carne de gallina; anécdotas de estas tengo muchas en más de diez carreras en en las que participé en El País Vasco».
El recuerdo, también, para los /as que no pudieron terminarla, bien por lesiones, o por falta de voluntad; hasta aquí, ya; supongo que dirán, no puedo más Se necesita ese ánimo y, sobre todo, voluntad de hierro. Inténtalo otra vez, que a buen seguro lo conseguirás y tendrás para siempre esa medalla que se otorga a los que llegan a meta en el tiempo oficial establecido. Agur.
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