
Así comienza el poema «Remenbrance» de Emily Jane Brontë. La cuarta estrofa la iniciará, también, con la misma expresión: «Cold in the earth-and fifteen wild Decembers. /From those brown hills, have melted into spring: /Faithful, indeed, is the spirit that remembers / After such years of change and suffering!».
Hablar de la poesía de Emily quizá no se lleve porque nombrarla es recordar su gran novela Wuthering Heights. Aquí narró un amor tan apasionado como quizá no recordemos en lo que se denomina la Inglaterra victoriana, amasado de vivas descripciones de la naturaleza. Si hacemos caso a una de sus hermanas la crítica fue injusta; no entendió su mensaje; ¿cómo se puede denominar inmoral al amor?; ¿quién traza la línea, quién se puede oponer a lo más grande del ser humano? Pero, hoy, es uno de los relatos más leídos y más conocidos de esa época; es más, son muchas personas las que visitan esas «Heights», o lo que ya se denomina «Brontë Country».
Yo también, en una ocasión, no hace mucho, me escapé, de donde me encontraba, con un grupo de estudiantes italianos y dos profesoras que venían de Italia, y allí tuve la oportunidad de vivir su poesía, su amor a la naturaleza y esa libertad que anidaba en la escritora. Recordé cómo una persona enamorada de la vida, no encontró esa savia amorosa que la hiciera crecer. El verso «Sweet Love of youth, forgive, if forget thee /while the world´s tide is bearing me along», siempre me hizo pensar en que algún día le llegaría la plena realización amorosa; tal vez se truncó o ni siquiera apareció. No sé el motivo por el que cuando releo a Emily me viene siempre a la mente Nela, el personaje galdosiano de la novela Marianela. Probablemente no haya semejanzas, pero pienso que a las dos se les hurtó lo más grande que tenemos después de la libertad: el enamorarnos. Pero no sólo el amor humano, que es el primordial, sino también de la vida que llevamos, es el estar contentos, es hacer el bien. ¿Puede una persona ser feliz sin hacerlo? Con estos dos personajes la naturaleza fue injusta; por un lado, devolvió la vista a Pablo, pero no la belleza a Nela. Y a Emily no se le concedió lo que tanto deseaba, y encima la muerte llegó muy temprana, solo tenía treinta años. «Cold in the earth», un 19 de diciembre de 1848, ni siquiera el brezo que tanto amaba pudo sacarla de esa melancolía que traía sabor a final. Para ella, el brezo era sinónimo de libertad, de fundirse con la naturaleza, de romper con las convenciones sociales que impiden el pleno desarrollo de la persona. ¿Cómo es posible que solo la muerte traerá la liberación para dos personas que añoran el ser uno, más allá de todas las normas que lo impiden?, dejará entrever en Wuthering Heights. ¿Se puede dar la traición con estos pensamientos? He ahí otro dilema que subyace también en la novela.
La rectoría de Haworth enclavada en una naturaleza salvaje le servirá de trampolín para escribir, para sacar su mejor yo, esa vida interior, apasionada, que llevaba. El lugar era su refugio, los páramos serán testigos de su alegría, de su tristeza. Esto es precisamente lo que sentí cuando visité esas cumbres, parece como si su poema «Come, walk with me, / There´s only thee/ To bless my spirit now» te invitara a sentir con ella. Encontré the true spirit de Emily, plenty of hope, beauty, joy. Es difícil no entregarse a su poesía una vez que alguien ha hollado ese paisaje hecho de trozos de cielo.