Con el título Que de tantos cuerpos vive repetido (Las voces líricas de Lope de Vega), la editorial Cátedra, de nuevo, publica a uno de los excelsos de la literatura española, por lo que nos debemos congratular y, sobre todo, leer; sin la lectura no llegaremos a percibir el néctar que destila el Fénix, grande entre los grandes, también de la literatura universal.

El ensayo consta de prólogo, introducción, cinco partes, y una extensa bibliografía, 69 páginas; todo en 532 apretadas páginas. Su lectura nos conforta al recordar con una prosa rica toda una vida dedicada a las letras. Una monografía gratificante por la belleza que destila al irnos detallando la vida y la obra de Lope de Vega. Antonio Carreño en el prólogo nos adelanta que «se ha ido cocinando a lo largo de una veintena de años», pág. 14. Pero, también, matiza que la mayoría de los capítulos vieron la luz en revistas académicas.
En la introducción con el título «La literatura de la vida o la vida en la literatura» nos detalla la obra y vida de Lope que se hallan en sus cartas, textos narrativos y líricos. Como una gran mayoría de los que han leído al dramaturgo y poeta, el ensayista comienza por los amores que le visitaron, no sin antes recurrir a un romance del conde Claros, «que los yerros por amores / dignos son de perdonar». La primera mujer a la que alude Antonio Carreño es Marfisa ,«uno de sus primores amores», sin que haya dejado huella en los estudios que se han realizado; como bien sabemos el primer nombre de mujer está reservado para Elena y el último Marta. En el centro está Micaela de Luján con la que tuvo cuatro hijos. sin olvidarnos de Isabel de Urbina y Juana de Guardo con las que se casó; también ocupó su corazón Antonia Trillo, descrita como la «hermosa viuda». Probablemente hubo más, quién sabe; pero eso no es lo importante, lo primordial es que no nos paremos ahí y leamos su ingente obra, aunque sí nos tenemos que detener en el año 1614, ya viudo por dos veces y tantos amores-«porque amar y hacer versos todo es uno»-, un 24 de mayo en el día que cantó misa en el convento de las Carmelitas Descalzas de Madrid. Dos años después conoció a Marta en una fiesta poética que presidía con la que tuvo una hija, Antonia Clara. Marta fue el resumen de todos sus amores en expresión de José Hierro a los que dedica una de las poesías más sentimentales de la literatura española del siglo veinte Lope. La Noche. Marta («He abierto la ventana…. Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar» ). El recuerdo del bachillerato donde me explicaron cómo Lope la atendió durante varios años al volverse loca y ciega sigue perenne, además de los versos con los que sintió su muerte, hasta esta lloró. Con esto sobra para enaltecer la esencia amorosa. Hasta la muerte sintió llamarla.
En la primera parte titulada «De Iuventute» aborda los temas «Por los caminos del romancero nuevo», «El hortelano de amores»:Belardo», «De potros y rucios», «Del Romancero nuevo a la comedia nueva»; páginas certeras para comprender los romances que tanto arraigo han tenido en la literatura; de ahí que ya desde las primeras líneas se sostenga que «Lo nuevo y lo viejo se cruzan como modalidades líricas mostrando una clara competencia», pág.39. Como la crítica ha sostenido y recoge el señor Carreño, el paso hacia el romance nuevo lo podemos observar en Flor de varios romances nuevos, y canciones que sale en Huesca en 1589. La recopilación realizada por Pedro de Moncayo incluye entre otros a Lope de Vega. Sesenta y tres notas a pie de página-solo para los caminos del romacero- marcan lo bien que está estudiado este tema; es más, es obligado leerlas para comprender de forma nítida el valor de los romances. Muy bien está documentado el primer éxito de Lope de Vega. Las notas aclaratorias 32 y 33 con las que el ensayista recurre a Menéndez Pelayo es bien elocuente cuando se refiere al romance Sale la estrella de Venus en el que se narra la historia de Gazul en pliegos sueltos y después en el Romancero General, que estaría en el ciclo morisco y pastoril.
En la introducción hay un hecho que no puede pasar, sin más, desapercibido. Su enterramiento no fue en el convento de las Trinitarias Descalzas («En él descansan los restos del padre», pág. 26). Fue enterrado en la iglesia de san Sebastián de Madrid («las calles estaban tan pobladas de gente que casi se embarazaba el paso al entierro»); , posteriormente sus restos pasaron a una fosa común cuando el duque de Sessa dejó de pagar; un sacrilegio en opinión de tantos; esto solo puede ocurrir en lo que denominamos España. Si hubiera sido en Inglaterra se le glorificaría y hoy habría colas para ver su sepultura. Así somos.
En «El hortelano de amores: Belardo» se recoge la estancia de Lope de Vega en Valencia con su mujer Isabel de Urbina. Corría el año 1589 («Hortelano era Belardo / de las huertas de Valencia»). En los dos años que estuvo se dedicó a escribir comedias y romances. En este transcurrir lopiano se apodera de un nuevo resurgir en «Del Romancero nuevo a la comedia nueva»; se detiene de modo generalizado, tanto en el romancero morisco y pastoril como en la comedia, «en el retrato lo mismo los lamentos por la ausencia del amante o de la amada», pág.112. Lope sabe entretejerse en las avenidas del romancero nuevo. Su evolución va «a la par con los pasos que recorre la comedia nueva, interpolando temas, personajes, motivos y hasta acciones», pág. 108)
En la segunda parte con el título «De mediocritas: Rimas a lo humano» al igual que la primera tiene cuatro partes («Amor regalado / amor ofendido». «Los mitos del yo lírico». «Un canto disfrazado en velo: las Angélicas». Los mitos de la historia: Jerusalén conquistada»). Se inicia con la emoción que siente por Lucinda con esos ojos que penetraron en el corazón del poeta («y me abrasó como si fuera rayo»). Es el Lope de siempre en sus Rimas que contienen doscientos sonetos, una égloga, dos epístolas y varios poemas; en su gran mayoría los sonetos dirigidos a Lucinda. Es su yo emocionado, latente en todo momento, eso sí con la mirada estelar siempre («miránrome unos ojos y mirelos»), también con la dualidad vida/muerte ( «pues si las estrellas daño influyen, / y con los de tus ojos nací y muero»). Es la mitificaión de ojos y mirada que tanto abunda en la poesía hecha de trozos de cielo.
En la tercera parte se recoge «El arrepentimiento:Rimas a lo divino» también con cuatro capítulos: «Las trampas de la carne». «Las trampas de la fe». «Yo soy sacerdote y rey». «Dualidades pronominales: el Romancero espiritual». Las Rimas sacras son la espiritualización, es la reflexión a lo divino, «un proceso de espitualización religiosa», pág.209. Es el Lope inclinado al sacerdocio («importaba / el ordenarme a la desorden mía»); ahora es el Lope a lo divino. Como sabemos, canta misa en la iglesia del convento de las Carmelitas Descalzas. Pero Lope no pudo resistir en el nuevo sacramento («cegome una mujer, aficioneme») ante los ojos verdes esmeraldas de Marta de Nevares. Colgó los hábitos y se entregó en cuerpo y alma. Las Rimas sacras simbolizan el contrapunto en su vida personal.
Con el título De senectute el ensayista aborda la cuarta parte con la misma estructura dividida en cuatro partes ( «Las tragedias de la historia: Corona trágica». «A la sombra de palacio: el Laurel de Apolo». Poeta de repente: Tomé de Burguillos». «Rompa ya el silencio el dolor mío» . Es la nueva imagen que Lope quiere ofrecernos como afamado escritor, pero también admirador de todos con la humildad a sus pies.
Quinta parte. Yo conmigo mismo. En esta última está compuesta por dos apartados: «Que en tantos cuerpos vive repetido». «Leyendo a Quevedo: Lope». Es la mitificación del poeta excelso al que han imitado tantos asomándose a su huerta poética. El modelo poético prosigue.
También Lope estaba al día de lo que escribía Quevedo; los comentarios fueron continuos bien con cartas a otros o de viva voz. En el Laurel de Apolo (» espíritu agudísimo y suave, / dulce en las burlas y en las veras grave; /príncipe de los líricos, que él solo /pudiera serlo, si faltara Apolo», pág. 460). Quevedo también lo admiraba («el grande nombre de su autor las acredita y sus estudios las aseguran de palabra indecente o mal sonante a las buenas costumbres o la verdad de nuestra sagrada Religión», pág.444). Las Rimas para Quevedo están escritas con inteligencia, son entretenidas y carecen de palabras viles.
El ensayo de Antonio Carreño era necesario para reverdecer una gloria nacional para que no se agoste y alumbre a la literatura de siempre; el verso «Que en tantos cuerpos vive repetido» de don Diego de Mójica González lo corrobora.Todavía no se ha superado su dramaturgia y poesía; su venero es salvífico.¡ Grande, Lope!
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