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Un joven poeta que no escribe del amor humano
Félix Rebollo Sánchez
Me ha extrañado que un joven poeta-con vocación docente y lejos de todo convencionalismo- no se haya introducido por ese sentimentalismo que nos pertenece; las personas estamos hechas de hondura sentimental; si nos falta, la naturaleza es injusta porque la palabra poética esmaltada de algo que nos es inherente debe prevalecer, aunque solo sea como brizna.
Alberto Guirao está en la encrucijada, al menos para mí, de la savia a la que me refiero con el título. ¿Puedo adelantar que de dos libros que he leído-Cuatro años que le pasaron a otro y Ascensores– no derrocha vitalismo, y, sin embargo, construye una poesía muy rica, pero no solo como ejercicio de hospitalidad, va más allá, aunque no hallemos sentimientos de verdad vital? El poeta se pregunta: “¿En qué color el amor? ¿Por qué tanto hablar de lo mismo? ¿Acaso existen más preguntas?” (Cuatro años que le pasaron a otro pág.34). Sin más, claudica (es el verbo al que recurre).
La creación poética proyecta un yo que el lector recoge y hace suya, la amasa y la convierte en sabiduría; esto es lo que pretende A. Guirao: ahondar en la palabra para que al lector se le ilumine su conciencia de ser. Este es su logro.