Personales

Más notas encontradas en aquel quinto curso de Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid 4

Toda una institución santanderina quedó en nuestro pensamiento por su relación con Galdós: Pereda. El entrecomillado «la situación del lenguaje literario español y su difícil adaptabilidad a la novela, en particular el diálogo», resaltó Galdós en el prólogo que realizó a la novela perediana El sabor de la tierruca. Es evidente que ya la relación Galdós/Pereda no se nos olvidaría.

Sin que sirva de indiferencia para el escritor, si se mantiene su nombre es a Galdós; digamos lo que queramos. Es un hecho. No sé si por su acendrado lado ideológico, o que no llega a los lectores/as. Tampoco la crítica ayudó, quizá por su conservadurismo o quién sabe. No está en la primera línea de la novela del siglo XIX. Por el contrario, las obras de Pérez Galdós y de Clarín has suscitado una inmensa bibliografía y ambos han sido admirados con simposios, conferencias, tesis, ediciones. La palabra culto es la más certera para valorarlos.

El provincianismo de Pereda ya se percibió en su primera novela Pedro Sánchez. Galdós fue el crítico que más aplaudió, incluso se atrevió a lanzar que fue precursor de la observación natural de la novela. Un adelantado del realismo. Se le achaca que no diera algún pensamiento sobre la revolución del 68. Sí llamó la atención De tal palo tal astilla-intransigente en materia de fe- en la que arremetió contra la excelsa novela galdosiana Gloria. Galdós defendió tolerancia entre las religiones. El amor por encima de las religiones, mientras Pereda exigía la religión por encima del amor. El fanatismo religioso de las ideas vertidas a través del amor que propuso Galdós no decayó en ningún momento; le esperaban las penas del infierno-sobre todo de Pereda-, y más tarde fueron los mismos los que hicieron fuerza para que no se le concediera el Premio Nobel de literatura, aparte de los envidiosos e incapaces. Para sus lectores/as que son millones en el mundo si hay un escritor en lengua castellana merecedor del premio es Galdós.

Quedaron en el aire del aula El sabor de la tierruca. La puchera, Peñas arriba, El buey suelto, Escenas montañosas.

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Personales

La Prensa literaria

Ya no resulta novedoso la relación entre Periodismo y Literatura; es más, la crítica, en general, ha sancionado que, en su nacimiento, el periodismo fue el mundo de la literatura; los juglares, los trovadores, los pliegos sueltos forman parte del campo semántico de las noticias y estas revestidas de la perfección lingüística, bien oral o escrita. El embrión de la prensa literaria podemos cifrarla en esos pliegos sueltos-cuadernillos de dos, tres o cuatro hojas- que servían para informar; dichos pliegos fueron impresos en Barcelona, Valencia y Sevilla; después fueron pregonados por mendigos y truhanes en las ferias y mercados de Castilla, Extremadura, Aragón, Andalucía.

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Novela

Realismo y naturalismo en la novela española del siglo XIX Félix Rebollo Sánchez

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Durante la segunda mitad el siglo XIX se produce uno de los hechos más significativos en el arte de narrar. El florecimiento de la novela es tan deslumbrante que bien puede considerarse como áurea, no solo en España, sino también en el resto de Europa. El apogeo es de tal calibre que no se puede entender sin nombrar la palabra burguesía; esta es quien protagoniza la novela realista, y, al mismo tiempo, la destinataria. Pérez Galdós escribió que «la grande aspiración del arte literario en nuestro tiempo es dar forma a todo esto». El rechazo a lo romántico es algo emblemático, se sustituye por el término realismo. Los novelistas emplean «técnicas y formas narrativas» que servirán como estandarte. Así se inmiscuyen en reflejar la realidad social de manera exacta; lo subjetivo debe quedar al margen, es lo que se ha denominado  objetividad o «narración objetiva», casi siempre en tercera persona.  Esto no quiere decir que vaya en contra del punto de vista omnisciente cuando el autor anticipa lo que va a ocurrir, opina, juzga a los personajes. Además utilizan un lenguaje sencillo para que el lector no encuentre dificultades y se refleje el habla de los diferentes grupos sociales. Las técnicas narrativas naturalistas son semejantes, pero llevadas al extremo y con el máximo rigor. La idea stendhaliana que concebía la novela como un espejo que se pasea a lo largo del camino es el signo característico del llamado realismo.  Clarín elige a Balzac como «el más a propósito para reproducir impresión de realidad en la novela».

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Literatura y Medios de Comunicación

En la «Docta Casa»

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Ayer se presentó mi libro  Literatura y Periodismo en el siglo XXI en la «Docta Casa» (para Galdós «Templo espiritual«) . El acto fue presidido por Miguel Pastrana, representante de la Junta de Gobierno del Ateneo de Madrid;  duró dos horas.

Sala de conferencias de la presentación  del libro

            Aparte de los agradecimientos, brevemente, desgrané algunas ideas; entre otras manifesté cómo la literatura me sirve de refugio, como huella, como meditación, como casa de misericordia, para sacar jugo de la existencia, para que las sombras se conviertan en primavera, única forma de ser feliz, de apostar por la vida. El jardín que día a día cultivamos debe tener como asidero la ensoñación, la utopía. He intentado que el arroyo literario pueda con todas las malezas que, a veces, quieren dificultar la limpidez del agua.

            La mayor parte de mi investigación está dedicada  a la dicotomía Literatura-Periodismo; he puesto todo el empeño para demostrar que en su nacimiento, el periodismo fue el mundo de la literatura. Primero, oral con los juglares que fueron los que pregonaron las noticias con su voz, memoria y donaire. Queramos o no, el embrión de la prensa literaria podemos cifrarla en los pliegos sueltos-cuadernillos de dos, tres o cuatro hojas- que servían para informar, aunque un siglo antes aparecieron “hojas volanderas”. En esta andadura Lemmard Davies ha escrito que la novela inglesa de los siglos XVI y XVII se asemejan a lo que consideramos los orígenes del periodismo. Sin olvidarnos de Andrés de Almansa cuando relata el viaje que hace Felipe IV por Andalucía; se puede considerar como prensa revestida de lo literario, aunque elija la forma epistolar. Quevedo sin saberlo estaba haciendo periodismo con un estilo conciso, improvisado. Era, como Umbral lo definió “periodismo de mano en mano”.

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