Como todos los días, a primera hora, desafiando a la lluvia que arreciaba y a la llovizna después, la ciudad universitaria de Madrid, que estalla como un vergel, acogió a los atletas en este tiempo de confinamiento. Bien es cierto que éramos menos que los días pasados, pero ahí estábamos entrenando sin que la lluvia importara. Muchas carreras, sobre todo en El País Vasco, se revisten de fuerte viento, lluvia a mares y nieve. En mi mente pervive una Behobia «a cara de perro» y más cuando tuvimos que esperar con viento huracanado y lluvia torrencial; y además sin tener sitio donde guarecerte; en mi caso más de cuarenta y cinco minutos y no fue la última oleada; pero el ambiente, la música, ese caldo caliente que repartieron ante un temporal inesperado por su fuerza, el compañerismo y más de treinta y cinco mil personas se adueñan de un espíritu que supera todo, de ahí que esta mañana salí altivo, seguro que iba a disfrutar; la temperatura era ideal para correr: 10 grados. Eso sí, pertechado con un anorak para evitar al menos parte de la lluvia.
Como coda a estas líneas, hoy , 14 de mayo, se cumplen 200 años del nacimiento del Ateneo de Madrid («Ateneo Español, Sociedad Patriótica y Literaria»). Nació con ese espíritu que anida en las personas libres: sin cultura no hay libertad («sin ilustración pública no hay verdadera libertad»). Los de siempre cortaron de raíz esa simiente. La llamada «década ominosa» cercenó, ahogó todo lo que estuviera bajo el paraguas de cultura, de libertad al mando de » un aborto de la historia»-así lo denomina Pérez Galdós en la novela La Fontana de Oro-. Me niego a escribir el nombre de ese rey calamitoso, además de traidor.
Venga, residas en Madrid o en cualquier rincón del mundo hazte socio. Tu apellido quedará para siempre en las mentes lúcidas y testimoniales. Haz tuyo el pensamiento de Espronceda:
