Personales

La Hoz del Huécar enamora; siempre en mi memoria

Cuando llega junio ya estoy pensando en volver a Cuenca donde se celebra una de las carreras en las que más disfruto a pesar de su dureza. Da la sensación de que vas a asaltar los cielos donde se dirime la proeza de las piernas y la madurez valiente de la fuerza mental. No se trata en mi caso de hacer tiempo sino de terminarlo en el tiempo oficial, y eso sí recoger el galardón- en este caso medalla y camiseta- y guardarla como recuerdo pleno de felicidad.

Con espíritu alegre y confiado ayer día 16 de junio y persuadido de que un año más recibiría los aplausos que saben a gloria iniciamos la subida de la «Hoz»-¡ Oh, aventura de cielos despeñados! escribió el poeta F. Muelas-, una vez dado una vuelta por la Ciudad para ser testigos ante un público no demasiado bullanguero pero que se agradece. Cuenca es así. Incluso los turistas miran, miran , miran y parecen petrificados, ni una señal de alegría o aplauso a los que con esfuerzo año tras año se enorgullecen de recorrer la «Hoz del Huécar». El hormigueo, los aplausos en la plaza de España, al terminar, radian felicidad. Son los familiares, amigos y los que llegaron primeros; nadie se queda sin el merecido aplauso.

Para los que me preguntan les digo lo mismo. Esta carrera y la «Behobia» de Donosti imprimen carácter. No las olvidarás. Haz la prueba, si aún no te has atrevido.

Con el «run, run», el borboteo del agua empezamos a subir la Hoz

Es un deleite ir subiendo y ver las límpidas aguas del río y el fru-fru-fru continuo de la arboleda; son hechos que el oído no perderá cuando vas percibiendo el ruido armonioso de las aguas y las hojas de los álamos y siempre el Sol-que no se apiadó- como testigo. Si no sufres entre los kilómetros 7 y 12 es que no has hecho una buena carrera y no te has divertido; aquí es donde sientes lo enamorizo que es la «Hoz», flor de senderos.

Me cumple hacer constar las gracias a esa familia que me aplaudió en la curva para enfilar el kilómetro siete, donde la pendiente es pronunciada; y, sobre todo, al público cuando coroné la subida y me disponía a bajar por el «Castillo» camino de la catedral, y luego sin duda en la recta final y curva para adentrarte en meta en donde el público se agolpaba y me aplaudió con rabia. Por vez primera, en las siete veces que he participado en la carrera, no escuché «ánimo profesor» o venga «rebollo que ya lo has conseguido». Muchas anécdotas podía contar de la carrera, pero me sorprendió una pareja-sobre el kilómetro cuatro- que iba muy cerca de mí cuando él dijo: «a grosso modo….», y ella respondió se dice «grosso modo»; y él respondió: » tú siempre tan culta». Y cómo no, también casi llegando al kilómetro cinco observé a una esbelta joven primaveral que se retiraba. Que no se preocupe, nos puede pasar a todos; las lesiones se producen cuando menos lo esperas. A todos los que no pudieron terminarla, bien por lesión, por falta de voluntad o porque entraron fuera del tiempo oficial muchos ánimos; merece la pena intentarlo el próximo año. Son hechos que no se olvidan; también en el atletismo se aprende.

En esta carrera, también, se dan a conocer los productos capitales de la provincia, lo cual siempre es un conocimiento que de otra forma, quizá, no lo percibas con esa clarividencia. Pero no olvides que lo primordial es el deporte muy extendido en la provincia de Cuenca.

Uno de los parajes del Huécar por el que atravesamos

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