Poesía

Pedro Salinas. El poeta del amor

A los docentes, cuando pronunciamos el nombre de Pedro Salinas nos viene a la memoria «Generación del 27» y el poeta del amor; en un principio, olvidamos que también coronó su obra con teatro en el que lo poético sobresale-no olvidemos que para ser un gran dramaturgo se necesita ser poeta-. Lope de Vega y Shakespeare son ejemplos nítidos.

Pero, es evidente que el poeta del amor que así ha quedado para la posteridad le recordamos, sobremanera, con el título de La voz a ti debida; como sabemos, eligió este verso de la Égloga tercera de Garcilaso de la Vega. Fue poeta-como acostumbraba a decir- porque tuvo un amor vivo, luminoso.

Excelente que la editorial Cátedra eleve al poeta con su dramaturgia; otro venero imprescindible para extender un género que aunque no adormecido, quizá, no fuera todo lo conocido por la gran mayoría, aunque sí por la crítica. Precisamente, a eso responde la editora por lo que ayudará a contemplar desde otra almena la dramaturgia del poeta. Parte de un hecho, de una frase del propio autor, que  nos recuerda: «vivir es representarse, es verse a uno mismo (p. 11). Alegría que la profesora comience con el horaciano prodesse et delectare en este tiempo convulso de las humanidades.Hay que ser constante y exigir cultura, sapiencia, pensamiento; sin ellas no puede haber libertad. Y una forma es la lectura de este ensayo con delectación en el que Montserrat Escartín desgrana en nueve capítulos y  apéndice ( Doña Gramática. Consonancias peligrosas o el triunfo del hispanismo. Borradores y proyectos inacabados) una línea clara para cimentar cómo poesía y teatro se aúnan en Pedro Salinas. Reverdece el sentimiento del poeta ante las dificultades para que se representaran sus obras en España; entendía que si una obra no se representaba era un teatro imperfecto. Era necesaria, por tanto, esta publicación no solo para que Pedro Salinas prosiga en el candelero sino también para que lleguemos a entender su sentimiento dolorido ante lo que no llegaba a comprender con su teatro, «un marco donde proyectar sus conflictos de conciencia, que acabaron convirtiéndose en motivos repetidos de su obra literaria», pág.177

En el primer capítulo se nos informa de cómo Pedro Salinas era un fervoroso del teatro ya desde niño cuando iba al teatro de La Comedia de Madrid con su familia y cómo caló hondo las Misiones pedagógicas y La Barraca («La vocación… ha de verse dentro del resurgir del teatro en los años de la Segunda República«, p. 20). Precisamente, el resurgimiento del teatro en los años treinta hizo posible que Pedro Salinas lo viera como algo educativo; para eso, la renovación de las escena era primordial.

El capítulo segundo versa sobre las ediciones y montajes escénicos. Aspecto capital si queremos abarcar las diversas tesituras de sus obras-el balance final de las representaciones- y, sobremanera, las que se representaron en vida y después de su muerte, amén de todas las ediciones hasta la actualidad de su teatro completo. Y así, capítulo tras capítulo («Concepción del hecho teatral». «Géneros, formato, temas y recursos». «La escena c0mo proyección del autor». «La diáspora republicana en Estados Unidos: Middlebury College». » Docencia y tradición teatral en la Escuela Española». «El profesorado español y su pedagogía». «Producciones teatrales: Doña Gramática y consonancias peligrosas o El triunfo del Hispanismo».) se enhebra un ensayo capital para extender el otro yo del poeta-dramaturgo.

Pedro Salinas es consciente de que el problema  son las personas ante la realidad y ahí es donde profundiza con el diálogo y la acción, pero bien entendido que el amor es la línea que marca su teatro en la relación hombre-mujer con esa impronta idealizada de ambos, con expresiones metafísicas tan importante. Todo, nos conduce a la intelectualización y, por ende, a la lectura más que a la representación, al igual que le ocurre a Miguel de Unamuno en el que se vertebra también un teatro demasiado intelectual para ser representado, aunque en el vasco es todavía más difícil.

En el apéndice se pueden leer dos producciones (Doña Gramática-Juego cómico en ocho escenas y un proscenio para estudiantes de español- y Consonancias peligrosas o el triunfo del Hispanismo.). La lectura de la primera es un verdadero deleite el diálogo de los personajes simbólicos ( Poeta, Indicativo, Subjuntivo, Cláusula, Imperfecto, Pretérito, Poe y Para, Las Dos, Modisma, Sinónimo, Esta, Ser, Diccionario, Excepción, Explicación, Varias). El final es esclarecedor de la Gramática y el poeta: «Aunque el verbo tiene espinas / también tiene muchas flores / se lo digo yo a las freshmen / las juniors, sophomores… El subjuntivo es gentil, / nada su encanto resiste, y que nadie diga ya / que la Gramática es triste», pág. 232. Es otra forma de enseñar para motivar a los alumnos.

Las últimas páginas están dedicadas a proyectos inacabados, págs.264-301, en los que se percibe ese estilo literario tan propio de Pedro Salinas.

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Escartín Gual, M., Pedro Salinas tras el telón. Madrid, Cátedra, 2018, 301 págs.

Teatro

El teatro anterior a 1939

Es difícil toda clasificación en el género dramático porque más allá de las obras, tendencias, autores, tiene que predominar un teatro basado en la palabra; teatro con cara y ojos, con personajes, que nos inculquen nuevas esperanzas, confianza  en este camino existencial en el que nos desenvolvemos; esto es lo que hicieron los grandes dramaturgos de todas las épocas.

La crítica lo ha entrevisto, en este período, como de alta comedia, costumbrista, poético, costumbrista con la vitola cómica, humorístico, de compromiso, histórico, incluso como innovador; y aún así hallaríamos aquella obra singular que no encajaría en estas divisiones. Pero, hay cuatro dramaturgos que se levantan por encima de todos: Benavente, Valle-Inclán, García Lorca y Pérez Galdós. Cada uno de ellos destaca por alguna faceta dramática.

Si nos detenemos en el Premio Nobel de Literatura, Benavente, no hay término medio en cuanto a la crítica. La mitificación y la censura forman parte de su estandarte,  y eso que escribió 172 obras, desde El nido ajeno (1894) hasta Por salvar su amor (1954). Intentó acercarse a la sociedad, y además estaba orgulloso de haber llegado a los entresijos de la misma. Sin embargo, el crítico José Monleón escribió que “ su inteligencia le hacía ver la mezquindad de la sociedad a la que servía, sin atreverse a afrontarla en los puntos fundamentales”.

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Ensayo

Modernismo y 98

Modernismo y 98

Para una persona, como es el que suscribe estas líneas, que no considera primordial las denominaciones de los movimientos literarios y cree más, a pie juntillas, en qué aporta la obra literaria en cada momento o siempre, no entra en si el término “La Generación del 98” fue una invención de Azorín cuando escribió un artículo en el periódico ABC en 1913 o si Juan Ramón Jiménez la niega. Estas ideas deben estar superadas; lo mismo que los requisitos que el crítico alemán J. Petersen estableció para dicho rótulo.
Si nos referimos al Modernismo, quien mejor lo definió fue Juan Ramón Jiménez al catalogarlo como “movimiento de entusiasmo y de libertad hacia la belleza”. Pedro Salinas lo bautizó como “una literatura de los sentidos, trémula de atractivos sensuales, deslumbradora de cromatismo”. Estamos, por tanto, ante la consideración de la belleza y  la forma como valores máximos estéticos, y, por consiguiente, como el arte de ruptura con el realismo, en el que observamos una profunda renovación del lenguaje poético, en este sobresale el adjetivo ornamental. Sin olvidarnos de lo sensorial, imágenes visuales, auditivas, táctiles.

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