Vover a Cuenca siempre constituye una alegría y más en esta época en que se reviste de primavera. El verso del poeta conquense «Aventura de cielos despeñados» siempre está presente. La hoz del Huécar atrae; es como si alcanzaras el paraíso cuando vas coronando cotas y ver alrededor atletas que se afanan por mudarse a la izquierda o derecha para cobijarse en la sombra ante un día de solanera. Es la cuarta vez que participo y esta ha sido la que más calor ha hecho; es dura, pero, año tras año, nos damos cita-hoy, casi 1.500- cada vez más personas, y eso que los hoteles se aprovechan-suben hasta un 50%-; sinceramente incalificable, cuando deberían estar agradecidos que miles de atletas invadan las calles, den vida, coman, cenen, desayunen y los regalos típicos que se compran; otros dirán: como todas las ciudades provincianas; pero es tanta la felicidad que se siente cuando entras en la meta que no nos arrecian los precios. Para los que no pudieron terminar la carrera ánimo, el próximo año seguro que lo conseguirán. Es una de las carreras más duras y luego el calor la hizo más dura si cabe.
Tampoco el A.V.E. propicia estos encuentros; cada vez me parece más caro. En el tren, en esta ocasión, además de El País, me llevé el ensayo Desde mi ventana de Martín Gaite, un canto, un homenaje a las mujeres que escriben. Vaya, por delante, para los que todavía no han leído a la novelista, que escribe como los ángeles, pura literatura.
Los que me siguen el «blog» saben que cuando visito los lugares tomo el pulso en si las bibliotecas están abiertas los sábados y domingos; además de visitar los templos como nos enseñaron de pequeño. Lo primero, es pedir peras al olmo: ¡qué diferencia con Gotenburgo! Allí hasta los domingos abren. ¿Cómo se puede ser libre sin cultura? A veces me pregunto: ¿a qué se dedicarán los concejales de cultura de los ayuntamientos en esta nación de naciones, o si queréis en esta país? ¿A ninguno se le ocurre que las bibliotecas tienen que estar abiertas para que podamos elegir dónde ir? ¿Para qué amontonamos esos libros?
En cuanto a los templos, merece contar el éxito que tuve con el joven que me exigió que sacara un tique para entrar en la catedral.
-Tiene que pagar para entrar
-Soy cristiano y vengo a meditar, o hacer oración como se decía antes; solo estaré cinco minutos. Supongo que habrá en la catedral un oratorio donde esté el Santísimo porque observo que esto parece un mercado con tanto trasiego y aparato puesto en la oreja.
-Lo siento, pero tiene que pagar; son órdenes; además, tampoco puede ir al oratorio porque mi compañera se ha ido a comer; estoy solo y no lo puedo acompañar. ¿No será usted periodista?
-Lo de periodista o no, poco importa, pero sí le puedo enseñar el carné de periodista y el carné de profesor universitario; pero este no es el motivo de querer visitar al Santísimo; es un derecho que tenemos los cristianos. Proseguimos con la conversación y le recordé que hoy era «Pentecostés»-cincuenta días después de Pascua-, que hoy había que dedicarlo al culto, a la oración, al pensamiento, que el templo es un lugar sagrado y no esta feria mercantil que observaba en la catedral, y, finalmente, espetó:
– ¿Y su compañera es también cristiana?
– Contestó : No
-Pues pase usted solo. Vaya por la nave derecha y a la mitad encontrará la capilla del Santísimo. El rótulo, además de castellano, estaba escrito en inglés:Chapter of the Blesses Sacramento. Praying reserved area Praying. Eché de menos el catalán, valenciano, gallego y vasco.
Le di las gracias y me dirigí al lugar. Allí estuve cinco minutos sentado; al final, hice tres peticiones-pedid y recibiréis-, y me encaminé a la puerta; cuando pasé por la entrada le di las gracias, de nuevo, al joven. Como podrá observar no me he pasado del tiempo. Sonrió. Le dije que lo contaría en mi página para ver si se extiende el ejemplo. Recuerdo que en las catedrales de Ávila y Segovia me fue imposible entrar a pesar de mi insistencia del motivo; en ambos caso eran dos mujeres entradas en años, pelo plateado y con sobrepeso. Me quedé petrificado cuando les dije lo de la meditación, que mi estancia sería breve. La contestación. «eso era antes; aquí si usted quiere orar tiene que pagar». Simplemente, ¡asombroso!, pero esta es la España que tenemos.
