Lectura a lo lejos y reflexión tardía para que quede esmaltada en la memoria. Estas ideas fueron escritas en su momento que ahora recupero. Después de un día aciago, lunes, ya desde primera hora, no mucho después, una compañera me dice que lea Nada de Janne Teller para que me refugiara en su lectura como antídoto-mucho mejor,dijo, que una placentera conversación- para que luego la cena sea enriquecedora sin que supiera el motivo, pero que sí se reflejaba en el rostro.
El libro comienza con la frase «Nada importa», todo un testamento viviente. ¿Entonces por qué nos preocupamos tanto de los desencuentros si no conducen nada más que a cáscara amarga? He ahí el dilema. El decir que después el reencuentro nos hace más comprensibles y se agiganta la amistad es una simpleza, aunque revista certeza; pero, sí nos despoja de todo y nos creemos que todo pasó, que son florecillas del camino que se marchitan. La pregunta es inquietante, pero, las personas ¿ necesitamos esas vivencias que nos sobrecogen?