Un año más nos hallamos ante jóvenes pletóricos de sapiencia que quieren demostrar en estos días una más que suficiente preparación para entrar en la Universidad. La dificultad no estriba en el ingreso universitario, sino en conseguir una calificación que les conduzca a los estudios que añoran. He ahí el dilema.
Tal vez, lo triste consiste en que se formen y después no encuentren trabajo y tengan que emigrar. La sociedad ha gastado muchísimos euros y exigen que con el trabajo sean devueltos; pero, asistimos a que estos estudaintes tienen que marcharse a otros países, que no hicieron nada por formarles y ahora se convierten en mano de obra barata. Algo habría que hacer; lo primordial es que se vayan los que nos han metido en esta situación. No es de recibo que estemos genuflexos ante unas personas que se creen dioses y los demás tenemos que perder lo humano.
El día primero, caluroso, desde las primeras horas, ni siquiera corría esa brisa, necesaria para refrescarnos. La ola de calor espero que no influya en las pruebas. Los correctores de Lengua y Literatura siempre decimos: ¡qué fácil!, y sin embargo, después observamos errores impropios de alguien que quiere acceder al templo del saber.
Apenas unas exíguas líneas-suplemento de Madrid, de hoy, del diario El País-, considerado entre los cuatro o cinco periódicos más importantes del mundo. Ayer, ni una, silencio. Y eso que uno de sus emblenmas al nacer fue «donde no hay cultura hay dictadura». Todo un despropósito, un no saber la importancia de 30.000 jóvenes que desean entrar en el recinto de la ciencia. Y por si faltaba poco, en las líneas que dedica hoy a la selectividad entre otras líneas se escribe: «Como curiosidad en la Prueba de ayer de Lengua Española…» No sabía que la prueba esté en el ámbito de la curiosidad; pero es que tampoco informa con rigor. A la prueba que alude se titulaba: «Comentario de texto de Lengua Castellana y Literatura». Más exactamente: «Lengua Castellana y Literatura II».¡Cómo vamos a creer en el periodismo así! Son los periodistas que escriben de oídas, que no observan, que no se desplazan al lugar. ¿Ante qué periodismo estamos?
Al final de la tarde, la tormenta sobre Madrid nos trajo más lucidez. No sé al perodismo.