Personales

Relajación en Peñíscola

Una semana a la orilla del Mediterráneo te hace más feliz con tanta luz y siempre el mar a la vista; es otro mundo, otra forma de ser tú, de amar la vida, de henchirte de naturaleza viviente, de entrega total. Comprendes el por qué de «la mar» y no «el mar». Recordemos los versos albertianos «El mar. La mar, / el mar. ¡Solo la mar! / Por qué me trajiste, padre, / a la ciudad«. Es el olvido de lo cerrado, de lo cuadrado, de lo convencional, de lo que te anonada, te lo que te absorbe, de lo que te aturulla, de lo amorfo, de no saber entender el cáliz de la dicha. El aire, el azul del mar, te hacen más amoroso, más comunicativo; te recuerda que el tiempo hay que apresarlo, que estás aquí para pasarlo bien; es una terapia para huir de la alabanza y de la calumnia, tal y como el poeta ruso plasmó: «Recibe con indiferencia el loor y la calumnia / y no discutas con el necio».

El bautismo vacacional es una necesidad; una virtud para el cuerpo y el alma. El intelecto recupera otras alforjas que están esperando para que las abras, las llenes, las purifiques. Entre mañanas luminosas y la brisa del mar, por el paseo marítimo, al alba, entreno para la Maratón de Donostia. Me llena de alegría el ver a otros/as que corretean, que al pasar nos saludamos con una sonrisa. Es la felicidad, el preludio de un quehacer; es la forma para un acontecimiento que avecina sin saber cuál.

Al lado de la estatua del papa Luna en Peñíscola, agosto 2013
Al lado de la estatua del papa Luna en Peñíscola, agosto 2013

Personales

Botella al mar 1.1

El faro del mar me ha comunicado que la botella ha sido recogida. Por una parte, alegría, pero, por otra, reflexión e inquietud. Me hubiera gustado la tardanza de años; quizá me precipité y la lancé en plena luz; pero quién sabe, el mañana no está escrito, pero ya no puede ser igual por lo que habrá que proseguir ante una realidad que te atosiga, que te persigue, te persuade. El secreto se ha deshecho mucho antes de lo esperado.

Contento, también, de que está ahí, que no ha abandonado el lugar ni el recuerdo, que las cumbres se han revestido de belleza, de canto, de querencia viva. Es que si no soñamos, ¿qué nos queda? El verso de Yeats «Be still» / Be still, solo sirve para mantener las raíces, lo sagrado; pero, conviene, de vez en cuando que el árbol se agite, aunque permanezca el sustrato, sin él vana es la esperanza.