En estos días convulsos, sin duda, la poesía nos libera, y más si nos interioriza y nos conduce a una arista esencial del género humano como es lo sentimental, que es quizá con la libertad soportes esenciales. A ellos acudimos en cualquier momento y más cuando nos preguntamos por lo primordial y hacemos valer el dístico del poeta culterano “Mirad no os engañe el tiempo, / la edad y la confianza”. Muchas veces añoramos, sobre todo, en la primavera la exaltación no solo amorosa sino también de la naturaleza como algo propio. Somos deudos.
«Nos queda la palabra«, esta expresión tan poética que aprendí en el bachillerato en el que el profesor se desvivía para hacernos ver la importancia de la poesía, hasta tal punto que éramos copartícipes leyendo en clase en alta voz, y otras veces animándonos a participar en concursos de declamación en el centro. Sus alumnos éramos parte activa en la clase; no se sentaba, no dictaba; leíamos, comentaba textos, debates contínuos, bien fuera del Poema de Mío Cid, de Berceo, de La Celestina, de la poesía de Garcilaso, del grande entre los grandes como denominaba a Lope de Vega, etc. El recuerdo es salvífico, a sus clases íbamos contentos, ya con lectura realizada o el texto comentado; y si alguien no lo había hecho, no importaba, para eso estaba él y los demás. Vivía las clases. Nos animamos unos a otros. «Venga, hoy a redactar», nos sorprendía; era un oasis de paz durante cuarenta y cinco minutos, y al día siguiente nos decía los errores, y se leían cuatro o cinco redacciones. Otro día al llegar a clase-siempe puntual- nos dijo: ayer leímos en clase sonetos del Renacimiento, vimos de qué constaba y cómo rimaban. «Bueno, pues manos a la obra: tenéis toda la clase para escribir y pulir un soneto«. Al día siguiente, ya los había corregido y se comentaban. «De qué sirve que sepáis de memoria, de qué consta y la rima? Vamos a ver qué somos capaces de hacer«. Y así fue pasando el curso…
No es cuestión de comparar ni «que cualquier tiempo pasado…», no, es que sentía su profesión, la clase la hacía viviente, y nosotros seguíamos su ejemplo. Son días propicios para recordar y ser generosos con aquellas personas que lo dieron todo para que fuéramos felices y agrandáramos el conocimiento.
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