Personales

Cursos de Verano, 2014. Conferencia inaugural

Después de una mañana de trabajo en que se dieron cita  el realismo y naturalismo de la novela española, Pérez Galdós y texto dramático, me fui a los cursos de verano de San Lorenzo de El Escorial a escuchar la conferencia inaugural de José Manuel Blecua, Director de la Real Academia Española-así reza la actividad extraordinaria para el primer día de los ya clásicos cursos de verano de la Universidad Complutense- el día 30 de junio a las 19.30 horas.

Sobre las 19.25 fueron apareciendo el Rector, el Director de los cursos, vicerrectores y gente del común; caras conocidas, que año tras año,  se asientan en el Aula Magna del Real Centro Universitario El Escorial-María Cristina, adscrito a la Complutense. Resalta la vestimenta primaveral de las mujeres, no así la de los hombres que predominan los grises y azules oscuros y eso sí algunos encorbatados; por otra parte, me percato del abuso de pantalones en las mujeres que, en general, no les iba por su constitución.

También, como siempre, la puntualidad no es una cualidad que prime, pero ya es endémico. Escasean los políticos-buena señal- porque cuando vienen sacan pecho, no guardan cola y se les asigna la primea fila; lo primordial sería que se impegnaran de más cultura, pero ni por esas (¡Cuándo habrá algún político que tenga la feliz idea de que las bibliotecas tienen que estar siempre abiertas! Esto es pedir peras al olmo). Por fin, a las 19.40 horas se aprestan a tomar asiento. El público asiste en silencio. Ante esta actitud, sin una presentación a corde con el acto, el Rector comienza  a leer, a leer sin mirar al público. Lo peor es que no es una excepción, casi ocurre siempre y no se percatan de que esto aburre. Nos da ejemplo el representante del Banco de Santander, que no lee, que se ha preparado el discurso; es una lección, aunque sean palabras oídas, sabe vender a su empesa sin perder de vista la relación Santander-Universidad.

La gloria correspondió a J.M. Blecua; era lo que esperábamos-no olvidemos que allí estábamos, sobre todo, profesores /as-. Cuando se dirigió al atril, ante un  silencio sepulcral, el Aula Magna parecía como si estuviera en vilo. Su comienzo fue emcionante ya que agradeció al Rector que se acordara en el acto de Ana María Matute, una gran mujer con una prosa que enaltece y nos hace soñar. Después fue desgranando hechos de la Academia: Se detuvo en el año 1726 cuando se crea el Diccionario de la lengua castellana ( seis volúmenes); antes nos había recordado la fundación de la Academa de la Lengua el 3 de agosto de 1713 por el Marqués de Villena. Destacó el trabajo arduo de los académicos por aquel entonces en el que se reunían martes y jueves, e incluso los sábados si era necesario («¡Hoy nos sonroja!«). Precisó las reuniones de las 22 academias, que pronto serán 23 con la incorporación de Guinea. Como broche destacó la informática, capital para digitalizar, y , sobre todo, que la lengua tiene que acomodarse a los nuevos tiempos ante una evolución constante de la sociedad.

 

 

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