Un año más nos encontramos en un recinto universitario en donde la acogida es calurosa; no vale decir que lo hacen como medio publicitario; tal vez, también; pero aunque fuera así, hay que felicitar a la organización y al cuidado entorno para que nos sintamos como en casa; los que volvemos a correr será por algo, y no precisamente porque esté a la vuelta de la esquina.
La alegría de los/as corredores se refleja en los rostros, unos llenos de juventud, otros con la piel ya curtida como señal de que el tiempo ha hecho mella, pero todos con ilusión que reflejamos con los típicos saludos, que son sonrisas verdaderas. Ojalá estas líneas sirvan para que aumenten estas carreras; nos entregamos a la dicha de correr en un espacio lleno de sabiduría, de silencio, de biblioteca, de naturaleza, de jóvenes y mayores que ansían reverdecer lo existencial a un ritmo cómodo. En definitiva, un lugar de encuentro.
Lo que deslució, al principio, fue la fina lluvia que cayó;depués, aunque con aire acuoso, fuimos serpenteando entre árboles, barro y césped el entorno universitario. Y cómo no agradecer el copioso aperitivo que año tras año nos ofrecen… en el que sobra de todo; sin duda, en este aspecto es el mejor cross.
Cantando sobre el atril 