Entre mis manos la novela Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson. ¡Son 665 páginas! ¿La terminaré? Hoy, 1 de junio, comienzo por el prólogo. A la mitad se nombra una ciudad en la que estuve viviendo cuatro meses: Göteborg. La alegría es enorme; aunque hace ya bastante tiempo, el recuerdo pervive, hasta tal punto que ahora que hago turismo deportivo, me he preguntado: ¿por qué no participo en su famoso maratón?
Avanzo con la novela; ya he leído dos capítulos; me han atrapado, aunque lo que cuente son hechos que ocurren hoy, o por lo menos nos lo imaginamos; tengo el propósito de terminarla, ya lo he decidido; el estilo me apasiona; para proseguir con un libro me fijo en la forma literaria, de ahí que haya decidido su lectura..
El capítulo tercero te llena; es la sinceridad total entre las relaciones humanas que la gran mayoría oculta («se conocieron en una fiesta en casa de unos amigos comunes. Estudiaban segundo de periodismo y cada uno tenía una pareja estable. (…) Antes de despedirse ya se habían intercambiado los números de teléfono»). Es una luz de humanisno en medio de un mundo lleno de traidores, ladrones, saboteadores, rastreros, asesinos, pero bien trajeados.
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Día 2 de junio. He terminado la primera parte. Me alegra que el autor haya sabido aunar lo periodístico y lo literario, harto difícil para algunos, que encima desdeñan; tal vez por incapacidad o ignorancia; les invito a que lean esta prosa tan viviente, tan nítida, en la que tal vez, el escritor se valga de hechos reales, para después, con maestría, ficcionarlos. Contento, también, porque por segunda vez se nombra Göteborg. Por lo demás, he hallado páginas sublimes; ¡qué pena que su autor no viera publicada la novela-ensayo, que más allá de lo ficcional existe para el lector una trama de investigación en esa Suecia tan evocada por tantos!
4 de junio. Un alto en el camino. A cabo de terminar la segunda parte; la tercera comienza en la página 319. Abandono la lectura porque mañana estoy en el Tribunal que ha de juzgar la selectividad de la Comunidad de Madrid y necesito disfrutar, cambiar, pensar en toda esta juventud que se afianza por conseguir un puesto en la carrera deseada. Ya desde el «twitter» les he deseado la «enhorabuena» para los tres días.
En cuanto a la novela-ensayo como la denomino, el escritor prosigue con ese saber urdir los entresijos por los que nos conduce. No defrauda al lector en cuanto a la capacidad narrativa; es más, hay momentos estelares, que sirven de espejo. Para los que hemos vivido en Suecia no nos extrañan algunos de los hechos tan verosímiles de las relaciones humanas; quzá el pasaje sádico no era necesario por lo atrevido.
Retomo la lectura después de seis días inmerso en que los jóvenes sepan elegir qué estudios les convienen en estos días convulsos con «rescate» incluido, aunque los políticos intenten dulcificar lo que es agrio, pero que la sociedad española sabe discernir y no les tiene en cuenta, ¡porque están tan lejos…!
De nuevo, la prosa vibrante, desafiadora de Larsson me llama la atención en este tomo de Millenium 1( no sé si leeré los dos que restan; de momento, no). He quedado mudo ante tanta maldad, falsedad, no nueva, pero que al reverdecer te deja en vilo, sin respiración. Lo de menos en una novela es cómo termina; lo primordial es si nos ha servido de provecho, si ha sido didáctica. No olvidemos que si la literatura no es vida, no merece la pena perder ni un segundo. Afortunadamente, se convierte en el venero, en la fuente que destila los conflictos, las sinrazones, la opresión, el desamor, la calumnia, la mentira, y tantas cosas ocultas en lo existencial.
Y termino. No, no eres «una idiota deplorable», como se denomina la peculiar investigadora. Todo lo contrario, has contribuido a que otros sean felices, que amen la libertad, que la virtud resplandezca. Ya en esta página «web» he mantenido que no podemos exigir que el otro/a se enamore aunque lo estemos nosotros; no tenemos ningún derecho, al revés, contentos de que algunos puedan enamorarse sin que exista reciprocidad. Esa es una grandeza del ser humano. El idealismo es una virtud. Quedémonos con las últimas líneas: «Dio la vuelta y se fue a su casa, a su recién limpiado apartamento. Cuando pasó por Zinkensdamm se puso a nevar».
Tak, Larsson.