No podía faltar en esta página-blog un homenaje a Carlos Fuentes por la fuerza con que enhebra sus palabras y su magisterio en el arte de narrar. Su belleza es tal que la escritura se convierte en placer para el que lee. Su elegancia estilística nos subyuga. Ya se nos anuncia lo último que nos dejó: Federico en su balcón («Él me miró desde su balcón. Medio metro entre el suyo y el mío». Del extracto de El País, pág. 44).
Como canto al novelista he releído Geografía de la novela, que leí por vez primera en el año 1993, nada más publicarse. Recuerdo que me sentí pletórico, dichoso, al terminar el ensayo; por eso, ahora, en su muerte como homenaje, he vuelto a saborear no solo los pensamientos sino también cómo los traza, cómo los hilvana, cómo los engarza, y cómo, en fin, eligió las mejores espigas en lo narrativo para purificarnos.
El libro, a que hago referencia, es un compendio de conferencias, prólogos, artículos. Empieza reflexionando «¿Ha muerto la novela?» y termina diseñando el mapa de su geografía. En medio, estudios de grandes voces narrativas: Borges, Roa Bastos, Aguilar Camín, Juan Goytisolo, Kundera, Ítalo Calvino, Gyögy Konrad, Julián Barnes, A. Lundkvist, Salman Rushdie.
Su entusiamo por la literatura nos encendió; quedamos ebrios al observar cómo trazaba el problema existencial, en cómo nos hizo ver que la literatura nos tiene que servir para ir en contra de toda oligarquía económica, para defendernos de los atropellos que día a día nos machacan. El tiempo no puede devorarnos, somos nosotros los que debemos permanecer en pie ante todo lo que nos anonade, nos humille. Creo que él sufrió por las desigualdades de la sociedad, y siempre que pudo exigió justicia y mientras no llega esta solidaridad. Su escritura fue un regalo; extendémosla, es el mejor homenaje que podemos hacer; su obra perdurará.