A todos/as los que me siguen en el «twitter» les escribo lo mismo: «Bienvenido/a al conocimiento«. Esta es mi almena y mi jardín. Uno de los motivos de acercarme a la lectura del libro La Magdalena de Juan Arias, publicado hace ya siete años, ha sido, precisamente, por alguien que me sigue en el «twiiter» y que llegará a Premio Nobel, y espero, ya está advertida, de que nos dé un ejemplo de cómo se pronuncia tanto en sueco como en castellano/español. Y a buen seguro que lo hará.
Al autor del ensayo lo leo en El País desde su comienzo, aunque reciba reproches de por qué sigo leyendo «a ese»; es la frase más lenitiva. Haciendo acopio, lo tengo como un «rebotado». Este término lo aplico a aquellos que un día se consagraron a Dios y después colgaron los hábitos, fueron suspendidos «a divinis», perdieron la fe, o quién sabe, añadamos un sin fin de apartados; de todo hay en «la viña del Señor».
De todos los nombrados los hay furibundos, que siempre arremeten contra la iglesia o jerarquía cristiana, que no sé por qué el señor Arias no distringue entre ambos términos.Muchos nos sentimos cristianos y estamos lejos de la jerarquía eclesiástica. En general, estos sacerdotes son desagradecidos porque la cultura que poseen, quizá, se deba a sus estudios eclesiásticos. Cuando uno se equivoca, lo mejor, es marcharse y entender tu debilidad por no poder cumplir con lo que prometiste libremente, y no sacar, contínuamente la daga porque desdice en un hombre culto, y más si te consideras cristiano.
De todos estos «rebotados», también los hay que siguen su fe, pero abandonan el sacerdocio porque tiró más el amor humano por lo que hay que aplaudirles, prosigan con su fe o no. Yo no sé cuál es, exactamente, la posición del autor de La Magdalena. Ahora bien, siempre que puede, atiza. Le recuerdo que como se ordenó sacerdote, es para siempre (usqueam mortem et mortem crucis), aunque no ejerza su ministerio; es lo que nos enseñaron en el catecismo entre otras cosas.
Hace ya bastantes años leí otro libro suyo, y no me gustó porque se quedó en tierra baldía, en su contenido, y bastante lenitivo en lo estilístico. Me refiero a Jesús, ese gran desconocido. Me acerqué porque creía que viniendo de alguien que en principio había sido fraile, el derrotero iba a ir por ese Jesús revolucionario, como sinónimo de justicia, de solidaridad, de testimonio, de verdad. Nada de eso encontré; todavía pervive una imagen débil de Jesús; qué bien le hubiera venido que hubera leído a Ernesto Cardenal y a tantos que siguen pregonando la teología de la liberación. Y un principio tan básico como es que nadie es más que nadie, ni siquiera lo abordó; simplemente, con este libro se quedó en las ramas.
Ahora, me alegro de que me hayan prestado La Magdalena. De entrada, por arte de no sé qué escribe que es un reportaje periodístico; realmente me asombro por este término, ni es lo que se hizo, ni es lo que se hace, pero esto es lo de menos. Lo primordial, señor Arias, es por qué siempre insiste en lo negativo; no sé si aplicarle el término de «renegado». ¿Qué más da que Magdalena fuera amante, compañera, esposa, e, incluso tuviera hijos? ¿Qué importa eso en el supuesto que fuera verdad porque usted no lo aclara?, y, sin embargo, insiste tanto, que puede ser que tenga alguna cuenta pendiente de su pasado de fraile oblato.
En el libro aparece usted como el redentor y que los cristianos no tenemos ni idea, y encima que no estamos preparados para recibir el mensaje de Magdalena. He cumplido muchas primaveras y para mí el libro no me aporta nada. El hecho de que Jesús se apareciera a Magdalena antes que a su madre y a sus discípulos ya me lo explicaron en la preparación para la primera comunión y ha pasado mucho tiempo. Si usted quiere ser un buen cristiano, dé testimonio, y no pierda el tiempo en ir en contra del vaticano y la jerarquía eclesiástica, y todo lo que quiera añadir; porque los cristianos de base lo manifestamos con nuestro proceder y pensamos que si viniera Jesús de Nazaret los echaría a todos empezando por el Papa. Mejor, es seguir la senda machadiana: «el que anduvo en la mar». Este es el que debemos extender.
Volviendo al personaje, qué importa que no se diga si era pagana o judía ( ¿tiene esto que ver para que una persona se enamore de otra como deja entrever en su libro?). Alegrémonos que aparezca en los santos evangelios canónicos. Que Jesús la escogiera «como sagrario de sus confidencias más íntimas», ¿y qué?. Por otra parte, es lógico, si en verdad fue humano, que no se contrapone a que fuera divino, en modo alguno.
Y así, así, así, con la misma cantinela. Lo terminé, pero acabé agotado, y encima concluye con las frases: «Sin embargo, la misteriosa mujer de Magdala aún permanece envuelta en bruma y misterio. Tal vez fue solo amor». Esto si se hubiera escrito en la página diez, por poner un ejemplo, era más que suficiente. Doscientas páginas repitiendo lo mismo es difícil llegar a la última línea. Fui capaz. Por cierto, hace tiempo que no escribe en el diario El País. De todas formas, como nos enseñó Cervantes, en los libros siempre hay algo bueno.
Maestro Rebollo, ¿quién sino un ateo militante, y además -lo digo con orgullo pero sin presunción- amigo mío desde hace veintidós años, pudo habernos descripto mejor a María de Magdala así como a Dios y su Hijo? Tanto Kazantzakis (no menos que tanto Scorsese) aquí… Humilde aporte de un link a YouTube que bien sé usted conoce, pero se me hace tan hermoso que podamos compartirlo con sus otros lectores. Reciba mi siempre renovado abrazo. http://www.youtube.com/watch?v=BUqzKI4iRYQ
En cuanto al canta-autor del «youtube» que me mandas, hermano, en su momento, no dio ejemplo a la juventud, pero no entro en su valía como cantante y compositor. Discrepo cómo trata a la Magdalena en la canción. Esa versión es falsa, aunque la jerarquía eclesiástica la propaló en un tiempo. La del libro y la de los santos evangelios y la que percibo no puede ser descrita como «puta», y menos con ese desdén; no olvides que estamos ante una persona tan digna como las demás. A mi parecer, debió ser guapísima, bíblica y, eso sí, enamorada del Jesús humano y divino.Lo demás, es envidea; y los primeros los apóstoles.