Mañana intervengo en el Ateneo para disertar sobre la novela La golondrina. Después de tantas ideas como se han agolpado, un vez leída esta novela-ensayo, me cumple hacer constar, de nuevo, la verdad literaria, por lo que dejo a un lado la verdad histórica, que esta siempre la escriben los vencedores, por eso siempre está en suspenso, en duda, al estar cojitranca.
Tantas novelas se han escrito de nuestro último hecho bélico, que una más, tal vez, quede en el rincón como otras. Pero, a mí, me han llamado la atención dos aspectos; uno, el entorno en que se produce, y el otro la dignidad, la belleza, el arrojo del personaje primordial de los hechos narrados. Y además creo que es la razón primordial de la narración al aunar realidad y ficción. Esta es la que llega a esos vericuetos que casi siempre se nos ocultan al evocar el orden establecido, como ha dejado escrito B. Brecht en su obra.
Después de tanto tiempo hay que gritarlo ahora que ya no se esgrime con la fuerza de antaño. Pero no olvidemos que cuando la libertad se convierte en el axioma primordial de las personas y va más allá de lo que el poder establecido determina, llamarán a las «fuerzas de orden», y es cuando se produce el desorden del bien común. Esto es así; no es un pensamiento nuevo sino que está en los escritores que han ficcionado lo que otros han callado.