El autor de las Odas- Ode to Psyche, Ode to a Nightingale, Ode on a Grecian Urn, Ode on Melancholy, Ode on Indolence, To Autumn-, J. Keats (1795-1821), quizá sea la mejor voz poética del romanticismo inglés porque engrandeció la poesía inglesa de este período. Su pensamiento siempre estuvo en los parámetros de la virtud, de la conducta; la palabra independencia era algo sustancial; de ahí parten sus versos. Decidió “ganarse el pan, como hacen otros”, con la literatura periodística.
Una de sus ideas capitales han pasado todas las fronteras existenciales: “El elogio o el reproche no tienen sino efecto momentáneo en el hombre cuyo amor a la belleza en abstracto le convierte en severo crítico de sus propias obras”. A la hora de enjuiciar la poesía, no entiende que la gente “pueda leer tanta poesía”. Además añade: “No tengo ninguna confianza en la poesía. No me maravilla”. Pero más sorprendió que mantuviera el criterio de que el autor debe desaparecer del poema, y de que la poesía debe comunicar sensaciones, no las pasiones o ideas del autor; rompe, por consiguiente con el emblema de literatura como vida tan típico del romanticismo, y abre la puerta a la poesía pura tan señalada de la segunda mitad del siglo XIX y primeros del XX.
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