Obras menores de Valle-Inclán, pero excelsas: Jardín umbrío
Después de la lectura de La lámpara maravillosa me dije: ¿por qué no proseguir con aquellas obras que han relucido menos en cuanto a su lectura y publicidad? Este es el motivo de acercarme a estos retazos prosaicos en que la belleza estilística nos inunda de esplendor. Tal vez sea el Valle menos conocido, pero su impronta rápidamente se percibe. Todo es luz: desde “Juan Quinto” hasta “Nochebuena”, diecisiete en total. Al final, estremece la “Oración” que cierra el libro. Se trata de la explicación, el motivo de la publicación que adelanto: “Fue una amiga, ya muerta, quien con amoroso cuidado reunió estos cuentos, escritos a la ventura y en tantos sitios para morir olvidados. Cuando un día me los entregó, después de muchos años, yo creí hallar en ellos el perfume ideal de sus manos. ¡Pobres manos frías, ojalá pudiéseis ahora volver a perfumar estás páginas!”.
Uno a uno he ido desgranando todos los cuentos; y a fe que me han perfumando, he sentido la fuerza de la expresión sin alambiques, con el tino exacto que no es costumbre en la prosa que leemos hoy o no tan perfectiva; la vuelta a los clásicos es siempre regocijo; ¡qué error las adaptaciones, y lo peor es que ya se han adentrado en los que estudian Filología, y, además, se defiende y, por ende, se extiende en la docencia! La cultura del esfuerzo es vista como algo raro. La capacidad de asombro es infinita. Vayamos a los que nos forma, a lo que nos nutre y no nos quedemos con la floritura del camino. Grande Valle.