Personales

Desde mi ventana 4

La primavera ha llegado con agua; buena señal para el campo fundamentalmente; siempre me acuerdo de esa Extremadura privilegiada en cuanto a hierbas, árboles, jaras, olivos, eucaliptus, alcornoques, retamas, tomillos, encinas (carrascos en castúo), etc.; en estos días la lluvia para esas tierras es una bencición celestial y, en verdad, siento contento;ahora, los cerezos en flor en el que la vista recoge todo su esplendor ante quizá más de un millón que jalonan las estribaciones del Jerte; el que no haya ido a verlo casi es un obligación que lo contemple; allá hallará una visión en la que quedará como extasiado ante tanta quietud y belleza.

Desde mi ventana contemplo que el árbol de la calle supera ya los cristales; tan frondoso, que no veía desde hace tiempo, ayuda a la exaltación de vivir; a esto hay que unir el silencio aclamador que rezuma, salvo a las 20 horas de cada día en el que los aplausos son como una armonía de solidaridad, y cuando terminan desde una terraza a todo volumen se oye la música de «Resistiré». El tiempo de espera marcará el cambio profundo de la sociedad si no queremos que otra vez el planeta nos avise, tal vez con más rigor. En estos días encapotados, y no solo de lluvia, la poesía puede ser un antídoto- además de no ver la televisión- de los posibles nubarrones que nos insten al desámino. La interiorización es la palanca para la liberación y la fructificación de la felicidad humana a la que tendemos y origen de nuestra existencia.

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Personales

De vuelta al «rompeolas de todas las Españas»

Abril, 2004
Abril, 2004

Otra vez al duro bregar intelectual después de haber pasado unos días en un trozo de Extremadura en donde mana la leche y la miel; no es una expresión baladí, es así. Ahora en el entorno en que nací está esmaltado de aire paradisíaco; las flores blancas de las jaras en las que se adentrarán, libarán, las abejas para producir unas de las mieles más naturales aunque después en algunos tarros escriban que son de otras tierras; son exigencias del mercado, pero los que hemos nacido por estos parajes lo sabemos y, sobre todo, las distinguimos, «porque semo asina del coló de la tierra» como cantó el poeta hoy casi olvidado por ignorancia de los que lo sepultan, y no hace falta decir más («Intelligenti pauca»). Son los alicortos, los que se creen que han creado el mundo y apenas leen; se columpian en «dimes y diretes»; y lo peor es que viven de esos chascarrillos; abundan más de lo que parece.

Camino de peregrinación a Guadalupe
Camino de peregrinación a Guadalupe